martes, 27 de octubre de 2015

Encuesta educación no dirigida IV: opinión de los adultos que no fueron escolarizados

La mayoría estaban satisfechos de haber sido desescolarizados pero unos pocos, no. ¿Por qué?

Publicado el 12 de julio de 2014 por Peter Gray en el blog Freedom to Learn

Ésta es la última de una serie de cuatro publicaciones referentes a una encuesta recientemente realizada por Gina Riley y por mí, relativa a 75 adultos (con edades entre 18 y 49 años y con una media de edad de 24) que fueron “desescolarizados” durante gran parte o la totalidad de lo que de otro modo habrían sido sus años de educación primaria y secundaria. Los “desescolarizados” no van a la escuela y a diferencia de los educados en casa, sus padres u otros no les exigen que lleven a cabo actividades escolares en casa. No se les ofrece un plan de estudios, ni lecciones obligatorias, ni un sistema de evaluación académica. Puede que los padres u otros ayuden de diferentes maneras, pero los niños desescolarizados se hacen cargo de su propia educación.

Otro concepto de la escolarización, que algunos prefieren, sería la “educación permanente”. Los niños desescolarizados viven sus vidas, y mientras tanto aprenden. Lo que normalmente entendemos como los “cursos escolares” no son diferentes para los desescolarizados desde el punto de vista educativo respecto a los otros cursos; las personas aprenden constantemente. Aprenden de forma accidental mientras juegan, trabajan o dialogan. También aprenden conscientemente a resolver los problemas de la vida real y a prepararse para etapas futuras en la vida; pero, para los desescolarizados, este aprendizaje consciente siempre es su propia elección, su propia iniciativa.

En la primera publicación de esta serie yo describía los métodos de la encuesta, exponía un desglose de los encuestados basado en la últimas notas escolares o las de los educados en casa, recibidas antes de la desescolarización (24 de ellos siempre habían estado desescolarizados), y presentaba un resumen estadístico de los resultados. En la segunda publicación detallaba sus experiencias en la enseñanza superior, tras la desescolarización; y en la tercera publicación describía las carreras que habían seguido. En resumen, los hallazgos expuestos en esas publicaciones indican que los adultos desescolarizados que respondieron a nuestra encuesta no presentaban dificultades especiales para proseguir su enseñanza superior y sus carreras, que se habían decantado por carreras en el ámbito de las artes y por carreras dentro del ámbito de la definición de la Fundación Científica Nacional relativa a carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y que muchos abrieron sus propios negocios. Ahora, en esta publicación expongo las evaluaciones subjetivas de los encuestados respecto a la experiencia de su desescolarización.

La mayoría de los participantes piensan en desescolarizar a sus propios hijos, si los tienen.

Quizás el mejor indicador de sus opiniones acerca de la desescolarización se reflejó en sus respuestas a la 9ª y última pregunta de nuestra encuesta: Si usted decide tener hijos, ¿cree que decidirá desescolarizarlos? ¿Por qué o por qué no?

Uno de los encuestados omitió esta pregunta. De los restantes 74, 50 (67%) respondieron de forma que lo interpretamos como un claro “sí”, indicando que indudablemente optarían por desescolarizar a sus propios hijos a menos que su hijo expresara una clara preferencia por otra opción, o si las circunstancias lo impidieran. Esta cifra incluye ocho encuestados que ya tenían hijos en edad escolar y los estaban desescolarizando. Las razones que dieron para preferir la desescolarización de sus hijos son bastante similares a las respuestas que dieron (a continuación) a nuestras preguntas sobre las desventajas que experimentaron en su propia desescolarización.

Otros diecinueve (25%) respondieron de un modo que interpretamos como “quizás”, queriendo decir que contemplarían la posibilidad de una desescolarización, pero la sopesarían respecto a otras posibilidades, tales como una escuela alternativa progresista o democrática. Sólo cinco (7%) respondieron de un modo que interpretamos como un “no” inequívoco o probable. De éstos, dos se mostraron muy descontentos respecto a su propia desescolarización (descrita más adelante); otro tuvo la sensación de que la desescolarización le funcionó bien para ella pero escasamente para su hermano menor, por lo que ella estaba en contra de la desescolarización salvo en individuos con una alta motivación; otro encuestado prefirió la escolarización democrática (tal como una escuela Sudbury) a la desescolarización debido al mayor sentido de comunidad que ofrecía, y un quinto, que servía en el ejército, se inclinó por un ambiente escolar semiestructurado, tal como una escuela Montessori, para que el niño aprendiera a cumplir normas establecidas por otros, incluyendo las aparentemente arbitrarias.

La mayoría se mostró satisfecha con sus vidas desescolarizadas y valoraron la diversidad en relación a la edad de sus amistades.

Una cuestión frecuente a la que se enfrentan los alumnos educados en casa y los desescolarizados se refiere a sus vidas sociales. Existen una suposición y un estereotipo según los cuales los niños que no van a la escuela no hacen amigos, no aprenden como convivir con sus compañeros y se convierten en inadaptados sociales. A riesgo de que pusiéramos los ojos en blanco, a nosotros también se nos preguntó por la socialización. La sexta pregunta de la encuesta era: ¿Cómo fue tu vida social a medida que ibas madurando? ¿Cómo conociste a otros chicos de tu edad? ¿En qué medida tu vida social como desescolarizado difirió de los tipos de experiencia social que tienes ahora?

Nuestra codificación de respuestas a esta pregunta indicó que 52 (69%) de los 75 se mostraron claramente satisfechos con sus vidas sociales como desescolarizados. De los 23 restantes, ocho describieron lo que codificamos como vida social “limitada”, y otros 15 expresaron sentimientos encontrados. Los que tuvieron vidas sociales limitadas se refirieron sobre todo al aislamiento social -cuestión sobre la que volveré más adelante. Los que tuvieron sentimientos encontrados escribieron habitualmente acerca de sus dificultades para encontrar amigos compatibles -dificultades que pueden o no ser atribuibles a la desescolarización-. (No todos los estudiantes tienen facilidad para encontrar amigos compatibles).

La mayoría de los encuestados parecían no haber tenido dificultades específicas para conocer a otros niños y hacer amigos. Cuarenta y uno (55%) de los 75 contestó que su grupo de desescolarización local fue una fuente principal de amistades. Treinta y dos (43%) declararon que las actividades extraescolares organizadas -tales como baile, teatro, deportes y clases de arte- ofrecieron oportunidades para hacer amigos. Muchos también mencionaron organizaciones eclesiásticas o religiosas, asociaciones de voluntarios comunitarios y organizaciones juveniles semejantes como los Clubs de Chicos y Chicas, 4H [1] y los Scouts. Los adolescentes que trabajaron a tiempo parcial conocieron a otros en su trabajo. Ocho participantes hicieron una mención especial al Not Back to School Camp [2] como un lugar donde trabaron amistades duraderas con otros desescolarizados, que se mantuvieron a través de internet cuando el campamento no estaba operativo. Algunos también señalaron que sus familias estaban muy involucradas socialmente en la comunidad, por lo que las amistades surgían de las conexiones familiares.

Aunque no preguntamos por las mezclas de franjas de edad, 51 (68%) de los encuestados mencionaron como una ventaja de no ir a la escuela el que ellos interactuaron e hicieron amigos con gente de todas las edades. Muchos escribieron acerca del valor especial de las amistades con gente mayor y más joven. Algunos señalaron que en el mundo real, fuera de la escuela, la gente debe saber cómo llevarse bien con personas de cualquier edad, por lo que, en este sentido al menos, las vidas sociales de los desescolarizados (y de los educados en casa en general) son más normales que las vidas sociales segregadas en función de la edad de los niños escolarizados.

Una mujer de 19 años, que aparentemente disfrutaba (y aún disfruta) de una vida social rica, escribió: “Hice amigos en la iglesia o en el vecindario o a través de los deportes o clases aleatorias a las que asistí. Hice amigos en la tienda, en la oficina de correos o en el parque. Hice amigos con gente de todos los ámbitos sociales, de todas las edades, de todos los orígenes sociales y económicos. Nuestra casa fue y todavía es un sitio de encuentro para muchos tipos diferentes de gente. Siempre hemos tenido un hogar donde los niños que tenían hambre venían por una comida, donde llegaban cualquiera de los amigos o hermanos de mi madre buscando un sitio donde refugiarse cuando las cosas iban mal o simplemente un sitio donde esconderse de todo lo que te molestaba durante un fin de semana. Algunas noches cocinamos para 20 personas, otras sólo para nuestra familia, así que nunca es aburrido. Es una manera estupenda de aprender sobre otras personas cuando las ves en todo tipo de situaciones diferentes y bajo todo tipo de enfoques. He aprendido quiénes son los verdaderos amigos y tengo la habilidad de discernir la verdadera amistad de las amistades pasajeras, en la mayoría de los casos. Mis mejores amigos son una chica de 15 años que adora bailar y que es una manitas, un chico de mi edad que se está quedando ciego poco a poco pero que se mantiene muy activo, y una mujer mayor que disfruta de su jubilación. Me da perspectivas. No creo que pudiera beneficiarme de un grupo de personas sólo de mi misma edad”.

Un ejemplo de respuesta que se codificó como una vida social limitada fue la siguiente, escrita por una mujer canadiense que estaba bastante satisfecha con otros aspectos de su experiencia con la desescolarización:“Mi vida social no era muy buena, sobre todo por nuestra ubicación. Era un pueblo muy pequeño con los problemas muy típicos del” medio de la nada”. Alcoholismo, drogas, pobreza y similares. Me doy cuenta en retrospectiva de que la mayoría de los niños que eran mis vecinos habían crecido con una mala situación y no conocían nada mejor, pero entonces yo no lo comprendía y me sentía desgraciada. Cuando llegué a la adolescencia y nos mudamos a una nueva provincia, me di cuenta de que no podía entrar en los grupos sociales de la comunidad desescolarizada local y al final no estaba realmente interesada en hacerlo. Mi familia hizo las cosas de forma diferente, incluso desde un punto de vista de la desescolarización, y las experiencias sociales normalmente tienen un elemento de shock cultural para ambas partes”.

Lo que los encuestados valoraron más fue la libertad que les daba la desescolarización y el sentido de responsabilidad personal unido a esa libertad.

La pregunta 7 de la encuesta decía: “¿Cuáles fueron para ti las mayores ventajas de la desescolarización? Por favor, contesta tanto en el sentido de cómo te sentiste de niño mientras crecías y cómo te sientes ahora, recordando tus experiencias. En tu opinión, ¿cómo te ayudó la desescolarización en tu transición a la madurez?”.

La gran mayoría de los encuestados escribió de forma entusiasta acerca de las ventajas de la desescolarización. Casi todos ellos, en varios sentidos, resaltaron la libertad que les dio la desescolarización para encontrar y perseguir sus propios intereses y para aprender a su manera. Aproximadamente el 70% también dijo que, de un modo u otro, la desescolarización les permitió desarrollarse como individuos altamente motivados, autónomos y responsables que toman el rumbo de sus propias vidas. Un porcentaje similar escribió sobre las oportunidades de aprendizaje que tuvieron como desescolarizados que no habrían podido tener si hubieran ido a la escuela.

Muchos escribieron también acerca de la transición impecable hacia la madurez. La desescolarización se parece mucho más a la madurez que la escolarización. En este contexto, bastantes de ellos también hablaron acerca de que partieron con ventaja en sus carreras (esto ya fue analizado en la comunicación anterior). Lograron centrarse y convertirse en expertos, algo que no habría sido posible si hubieran estado escolarizados.

Algunos también describieron cómo la desescolarización les permitió conocerse a sí mismos, descubrir su propias pasiones y averiguar cómo hacer funcionar su personalidad en el mundo. En este contexto, algunos escribieron de forma explícita sobre aprender a valorar los aspectos que les hacían diferentes a otras personas y superar cualquier temor a ser diferente o (si siempre habían estado desescolarizados) a crecer sin tales temores.

Resulta interesante comparar estas respuestas a las dadas por los padres (madres, en su mayoría) de familias desescolarizadas a una pregunta similar relativa a las desventajas de la desescolarización sobre la que inquirimos en una encuesta previa (aquí). En esa encuesta las dos categorías más frecuentes de ventajas mencionadas fueron (a) ventajas de aprendizaje para el niño y (b) intimidad familiar. En ese estudio, 57% de los padres contaban que la desescolarización, de una forma u otra, tuvo como resultado una mejora en el aprendizaje para el niño o niños, y el mismo porcentaje contestó, de una forma u otra, que la desescolarización permitió a los miembros de una familia pasar más tiempo juntos y convivir de forma más armoniosa (debido a la falta de disputas y de tensión con referencia a seguir un horario escolar o un plan de estudios para los educados en casa).

En contraste con los padres de la encuesta previa, sólo dieciocho (24%) de los participantes en la presente encuesta mencionaron un incremento en el tiempo, la intimidad o la armonía familiar como una ventaja de la desescolarización. Esto es bastante coherente con su punto de vista, que yo he mencionado en otra parte (p. ej. aquí), en relación a que los niños -sin importar sus necesidades y el amor que profesen por sus padres- están mucho más orientados, en muchos aspectos, a continuar avanzando hacia la madurez, más allá de su familia de origen. Creo que ésta es una de las razones por las que la naturaleza de mezcla de edades de las amistades fuera de la familia fue mencionada de forma espontánea por tantos de los encuestados en la presente encuesta, y también por qué se centraron tan profundamente en desarrollar su sentido de la independencia y de la responsabilidad. El destino biológico de los niños cuyos padres a veces olvidan es ir más allá de sus familias de origen, que la familia es sólo un punto de partida en su trayectoria vital. Respecto a esto es interesante que una de las mayores quejas de los tres a los que no les gustaba la desescolarización fue que sus padres les aislaron e impidieron que exploraran fuera de la familia o fuera del grupo insular al que la familia se asociaba.

Como muestra de las maneras que nuestros encuestados utilizaron para describir las ventajas de la desescolarización, he aquí dos de las respuestas a la pregunta 7, escogidas de manera algo aleatoria:

. Una mujer de 37 años que abandonó la escuela tras el primer curso escribió lo siguiente: “Pienso que las ventajas de la desescolarización mientras crecía fueron (en orden de prioridad) 1) poder dormir cuanto y cuando lo necesitara, 2) tener tiempo para hacer todo lo que deseara (leer libros, construir cabañas en los árboles, hacer punto,, hacer obras de teatro, montar en bici, jugar, explorar senderos en el bosque, nadar, hornear, construir cosas, etc., etc.) 3) poder trabajar y ganar dinero sin que las clases del colegio se interpusieran. Echando la vista atrás ahora, pienso que todas esas mismas cosas fueron claramente ventajas, ¡más incluso de lo que me di cuenta en su momento! Aunque también pienso que la desescolarización alimentó uno de mis talentos verdaderos: Terminar lo que empezaba. Hice cosas. La desescolarización garantizó mi habilidad para “pensar más allá de lo estructurado”, como se dice, y proporcionarme la habilidad de realizar un plan y llevarlo a cabo, disfrutando mientras superaba cualquier obstáculo y con el placer de tener el poder para hacer realidad cosas buenas. ¿Cómo me ayudó la desescolarización en mi transición a la madurez? Bueno, de muchas maneras comencé como una adulta, comprometida con mi propia manera de pensar y de hacer, así que no hubo una transición brusca en absoluto”.

Una mujer de 28 años sin escolarización pero con una educación en casa en parte basada en un plan de estudios,la antes de la desescolarización escribió lo siguiente: “Durante mi infancia me sentí feliz de tener tanto tiempo libre al cabo del día para jugar y divertirme. Podía pasar más tiempo haciendo cosas divertidas en vez de que se me obligara a hacer cosas con las que no disfrutaba. En la madurez pienso que he tenido tiempo para explorar mis propios intereses y que no se me impusieran actividades, conocimientos e ideas, por lo que, en lugar de esto, crecí disfrutándolos. Por ejemplo, he leído muchos libros clásicos de forma independiente desde que era joven, lo cual no creo que habría querido hacer si se me hubieran impuesto. He podido extraer ideas de los clásicos que no se me han explicado (con prejuicios) en una clase. En términos de transición a la madurez aprendí a ser independiente. Nunca se me han impuesto roles de género y no tengo ninguna de las inseguridades y limitaciones de otras chicas de mi edad. Debido a mis conocimientos de programación de ordenadores e intereses de “sabelotodo”, como Star Trek, soy muy lógica y directa. No me da miedo decir lo que quiero (aunque he aprendido a tener más tacto con los años) y soy tremendamente independiente. No creo que seamos tan limitados en la vida como pensamos”.

La desventaja mencionada con más frecuencia entre los desescolarizados fue enfrentarse a las opiniones de los demás al respecto.

La pregunta número 8 de la encuesta decía lo siguiente: “¿Cuáles fueron para ti las principales desventajas de la desescolarización? De nuevo, responde por favor tanto en términos de cómo te sentiste en la infancia mientras ibas madurando y cómo te sientes ahora. En tu opinión, ¿fue la desescolarización un obstáculo para la transición a la madurez?”.

Veintiocho de los 75 encuestados no indicaron ninguna desventaja en absoluto, y la mayoría del resto dejó claro que para ellos las desventajas fueron mínimas comparadas con las ventajas.

Según nuestra codificación, la categoría de desventajas más frecuente fueenfrentarse a las opiniones de los demás -mencionadas por 21 (28%) de los participantes. Resulta interesante recalcar que ésta fue también la desventaja más frecuentemente mencionada en nuestro estudio anterior sobre padres desescolarizados, donde el 46% lo mencionó (ver aquí). Enfrentarse a las opiniones de los demás parecía ser más angustioso para los padres, en el estudio anterior, que para los niños desescolarizados, en el presente estudio. Esto no parece sorprendente, ya que las críticas y las dudas estarían dirigidas más a menudo a los padres que a los hijos, y los padres se sienten responsables por la decisión de desescolarizar. Un comentario típico en esta categoría, en el presente estudio, es el siguiente:“Durante mi infancia me molestaba hasta el aburrimiento el tener que explicar la elección de mi familia por la desescolarización. No era la norma, lo cual era excitante e inconveniente a partes iguales”.

El siguiente inconveniente más común mencionado por dieciséis (21%) de los participantes fue un cierto grado de aislamiento social que provenía más frecuentemente del hecho de no tener cerca a otros desescolarizados y las dificultades de socializar con niños escolarizados debido a lo ajetreado de sus horarios y sus diferentes orientaciones en la vida. Uno por ejemplo escribió lo siguiente: “La mayor desventaja de la desescolarización para mí fue que, después de los 13 años de edad, no tenía cerca de mí a otros desescolarizados…Mis amigos más íntimos durante la adolescencia…fueron personas que conocí a través del NBTSC [Not Back To School Camp] y que vivían lejos”. Los dos o tres encuestados que se quejaron de una falta de oportunidades para tener citas amorosas también se incluyen en esta categoría.

Sólo ocho (11%) mencionaron algún tipo de déficit de aprendizaje como una desventaja. Sólo tres de éstos lo describieron como una desventaja mayor, y fueron los tres (descritos más abajo) que fueron más negativos respecto a su experiencia en la desescolarización. Los otros cinco indicaron en general que el déficit de aprendizaje fue un problema menor, que se resolvió cubriendo el déficit cuando hizo falta. No es de extrañar que la asignatura en la que se sintieron más deficitarios fue matemáticas. (¡Como profesor universitario que impartió clases de estadística a licenciados en ciencias durante años, puedo atestiguar que mucha, mucha gente que estudió matemáticas durante 12 años antes de empezar la universidad también se quejó y mostró una deficiencia en esa asignatura!).

Tres encuestados quedaron muy descontentos de su experiencia desescolarizadora y se quejaron de padres negligentes

De los 75 encuestados, sólo tres indicaron que para ellos las desventajas pesaron más que las ventajas. Resulta instructivo observar esto atentamente para comprender las condiciones con respecto a las que la desescolarización no es una buena idea. En los tres casos se describió a las madres como “de salud mental precaria” y a los padres como “que no se implicaron”. En los tres casos, los encuestados se sintieron aislados socialmente, ignorantes, estigmatizados y “raros” debido a su desescolarización y a su ambiente familiar. Dos de estos encuestados atribuyeron su aislamiento en parte a las creencias cristianas fundamentalistas de sus padres. He aquí un breve resumen de cada caso:

Una encuestada, mujer de 26 años que creció en el Reino Unido, escribió lo siguiente: “Discrepo activamente de la desescolarización porque creo que es una salida muy fácil para los padres indispuestos para educar a sus hijos sin que esos padres tengan que participar/integrarse en la sociedad…Debido a la precaria salud mental de mi madre, ella tuvo dificultad para encontrar amigos y en general no le gustaba asistir a eventos sociales, etc.. Creo que ésta fue la razón principal por la que decidió desescolarizarnos”.Esta persona siguió diciendo que se sintió enormemente aislada socialmente y no estudió nada durante sus años de desescolarización. Ella continuó su educación superior en bellas artes y consiguió un empleo como profesora de arte, no porque estuviera interesada en arte o le gustara enseñar, sino porque no se sintió cualificada para otra cosa. En respuesta a nuestra pregunta sobre las desventajas de la desescolarización respecto a ella misma, escribió: “Mi experiencia en la desescolarización fue negativa en todos los aspectos. En mi madurez me han acosado por ser “rara” y por trabajar en un “rango inferior”, en empleos mal pagados. También me ha costado encontrar novios duraderos, ya que aunque soy una persona atractiva e inteligente, no hay mucha gente que quiera salir de forma activa con personas que tienen una enorme carga sobre sus hombros respecto a la manera en la que fueron educados (sin educación formal)”.

La segunda encuestada, una mujer de 35 años, recibió una educación cristiana en casa hasta el tercer curso y luego fue desescolarizada, no por una decisión deliberada, sino debido a las discapacidades psicológicas y físicas de su madre y la consecuente imposibilidad de llevar a cabo la escolarización en casa. Esta persona también escribió que su madre la mantuvo alejada de la escuela “para poder controlar la información a la que se nos exponía, incluida la educación sexual , ciencia o salud, así como para controlar el tipo de gente con la que interactuábamos”. A ella, como a las otras tres, nunca le presentaron una opción sobre la escolarización. Se sintió privada de su escolarización, en vez de privilegiada por no tenerla. En su madurez ha trabajado sobre todo en empleos temporales como limpieza o pintura de paredes pero, en el momento de la encuesta, se matriculó en un curso de diseño industrial. En respuesta a nuestra pregunta sobre las desventajas de la desescolarización, escribió:“¡Desventajas sería no haber preparado el terreno para tener conocimientos básicos y habilidades sociales! Yo también me siento incómoda rodeada de la mayoría de la gente y prefiero estar sola, lo cual puede deberse a mi experiencia de ir madurando por mi cuenta y sin supervisión, pero también puede que sea tan sólo mi naturaleza, no lo sé. Cuando era niña, lo más importante era saber que no encajaba en ningún sitio, siempre siendo los “raritos” del barrio, siempre perdiéndonos los ritos de paso de la infancia a la edad adulta y demasiadas veces en soledad. Fue una existencia muy solitaria y aislada, bastante opresiva, dada la estricta educación religiosa recibida. Además tengo la impresión de haber aprendido más sobre religión que sobre cosas que podrían haberme sido útiles en el futuro”.

La tercera encuestada, una candidata de 29 años que estudió arqueología y obtuvo el doctorado, escribió que su madre quiso que ella tuviera una educación cristiana, pero la sacó de una academia baptista en cuarto curso debido a los conflictos de la madre con el profesorado. La madre tenía la intención de educarla en casa, sirviéndose de un plan de estudios cristiano, pero fracasó al llevarlo a cabo debido a su propia depresión psicológica. En palabras de la encuestada: “Sus luchas personales con la depresión, que le causó una incapacidad para llevar a cabo las tareas de casa y supervisar mis actividades de educación en casa, fueron las razones para cambiar a la desescolarización”. Continuó escribiendo: “En mi opinión se me desescolarizó simplemente porque mi madre no pudo tolerar la ansiedad de tenerme en una escuela pública o privada -donde otras personas no cristianas podrían ‘influenciarme negativamente”. Me necesitaba en casa para hacer tareas y cuidarla, porque ella era una persona depresiva no funcional. Prefirió que yo llevara una existencia social aislada de los 9 a los 18, en vez de arriesgarse a una educación laica. Mi padre a todas luces no estaba de acuerdo con mi educación en casa o desescolarización, pero nunca hizo nada al respecto y dejó que mi madre hiciera lo que quisiese”.Respecto a su vida social, escribió: Mis experiencias ‘sociales’ como desescolarizada se limitaron a interactuar con mis padres, mi hermano, de vez en cuando con otros familiares lejanos e ir a la compra y al médico cuando estaba enferma”.

Esta persona no vio su desescolarización como algo totalmente negativo. En respuesta a nuestra pregunta sobre las ventajas, escribió lo siguiente:“Visto desde la madurez, creo que en caso de haber ido a la escuela mientras tenía que enfrentarme a unos padres maltratadores y disfuncionales probablemente me habría llevado a tomar algunas malas decisiones sobre mi vida social que podrían haber tenido consecuencias duraderas. Así que, por más doloroso y traumático que fuera mantenerme en casa de forma aislada, pienso que fue mejor que las otras opciones. Tuve mucho tiempo para pensar en mis cosas. Desarrollé mi propia práctica secreta de meditación. Estos hábitos de autosuficiencia y autorreflexión me ayudaron en la transición a la madurez, concretamente en deshacerme del férreo control de mi madre”. En respuesta a una pregunta anterior, también escribió lo siguiente: “Durante mi desescolarización también me convertí en una estudiante autodidacta, y muchos de mis empleos actuales requieren una educación autodidacta, ya sea para la investigación de mi tesis doctoral como para el desarrollo de mi pedagogía docente”.

En respuesta a nuestra pregunta sobre las desventajas de la desescolarización, escribió en parte, lo siguiente: “Visto desde la madurez, la mayor desventaja fue que el aislamiento social permitió que mis padres siguieran con su maltrato y abandono respecto a mí en mayor medida de lo que habría ocurrido de no haber sido así. Sufrí maltrato y abandono extremo durante el periodo de desescolarización. El hecho de no tener una educación formal socavó la confianza que tenía en mi misma en el trayecto hacia la madurez. Durante bastante tiempo tuve una sensación persistente de falta de dignidad. Todavía me siento permanentemente perjudicada de alguna manera, como si fuera un monstruo encerrado en una jaula y sin educación formal. Mientras me preparaba para empezar mi educación universitaria oficial, mi desescolarización me frenó al impedirme alcanzar niveles normales de matemáticas y conocimiento científico. No tuve un tutor personal para aprobar el GED (examen para aprobar la escuela secundaria). Tuve que ser mi propia tutora para recuperarme en conocimientos matemáticos y científicos y así estar al día en los cursos de preparación a la universidad”.

Vale la pena añadir que, en toda la encuesta, la única encuestada que mencionó el rol de la religión en su educación también fue muy negativa acerca de la influencia fundamentalista. Sus padres se convirtieron en cristianos fundamentalistas radicales cuando ella tenía 15 años. Escribió:“Por aquel entonces, mi rol pasó a ser el de cuidadora de mis hermanos pequeños a tiempo completo. Lo que se esperaba de mí era que me casara y tuviera muchos hijos en vez de que estudiara ningún tipo de carrera, así que en aquella subcultura los estudios superiores se veían como algo superfluo. …Después de que mis padres se involucraron con los fundamentalistas, fuimos casi completamente aislados del contacto con otros fuera del cerrado ámbito religioso. El contacto se centraba sobre todo en torno al cuidado de los niños, tareas y reuniones religiosas sin tiempo libre para socializar simplemente”. Sin embargo, esta persona se convirtió en una escritora de mucho éxito y señaló que desescolarizará a su propia hija. No está en contra de la desescolarización, pero sí en contra del aislamiento social e intelectual que tuvo lugar en su hogar cuando sus padres se convirtieron.

Una última consideración

Aunque la muestra es relativamente pequeña, las conclusiones de nuestra encuesta sugieren que la desescolarización puede funcionar perfectamente si toda la familia, hijos incluidos, participan, si los padres son sanos psicológicamente y felices, y si los padres están conectados socialmente con el mundo exterior y facilitan la participación de los hijos con el exterior. Cuando no se cumplen alguno de estos criterios por completo, incluso puede funcionar también. Los hijos que crecen desescolarizados en tales ambientes toman el control de sus propias vidas y tienen al apoyo de sus familias para encontrar y seguir sus propios caminos hacia la felicidad.Pero cuando el padre o madre dominante es realmente disfuncional, o cuando la familia practica una filosofía de aislamiento de la cultura imperante en vez de una integración con ella, o cuando el hijo desescolarizado prefiere ir a la escuela, entonces la desescolarización puede llevar al resentimiento y, de forma bastante justificable, a sentimientos de maltrato y abandono.

Finalmente, Gina y yo ¡DAMOS LAS GRACIAS A LOS PARTICIPANTES EN LA ENCUESTA! Este fue un cuestionario largo de rellenar y muchos de vosotros escribisteis extensas y espléndidas redacciones para cada respuesta. Hemos aprendido mucho como resultado de vuestra predisposición para compartir vuestras experiencias.

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Entradas relacionadas:


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Para más información sobre la naturaleza humana de la educación autodidacta, lea el libro (sólo en inglés) Free to Learn .


Otros artículos de Peter Gray en inglés:

Traducción del inglés al castellano por: Fernando Pinilla Melguizo

[1] El 4-H es una organización juvenil de Estados Unidos, administrada por el Departamento Estadounidense de Agricultura. Las cuatro H se refieren a Head, Heart, Hands, and Health (Cabeza -entendimiento-, Corazón, Manos y Salud). La organización agrupa a más de 6,5 millones de miembros en los Estados Unidos de 5 a 19 años de edad, en aproximadamente 90.000 clubes. Los clubes y organizaciones 4-H están presentes en la actualidad en muchos otros países, organizados y administrados de manera variable.






[2]Not Back To School Camp (NBTSC) es un campamento de verano fundado en 1996 por Grace Llewellyn, la autora del “Teenage Liberation” Handbook” (manual de liberación juvenil). NBTSC ofrece apoyo a los jóvenes de 13 a 18, la mayoría de los cuales son desescolarizados activos o persiguen caminos alternativos a la educación secundaria o superior.

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