viernes, 13 de noviembre de 2015

El noviembre en que los marginados perdieron la paciencia



Hoy se cumplen diez años de la noche más intensa de la oleada de disturbios que azotó a Francia en 2005. El 5 de noviembre ardieron 1.295 vehículos y 312 personas fueron detenidas. La muerte de Bouna Traore (15 años) y de Zyed Benna (17 años) el 27 de octubre había prendido la chispa. Huían de la policía después de haber cometido un robo. Temían el interrogatorio y se escondieron en un transformador de alta tensión que los achicharró. Eran musulmanes de origen africano y vivían en un suburbio de París; eran “escoria”, según Nicolas Sarkozy, a la sazón ministro del Interior. Ese mismo día, 200 miembros de esa escoria herida, escupida e ignorada incendiaron quince vehículos y desataron la cólera de miles de miserables.

La opinión pública de los españoles se erizó. Se levantaron como púas los argumentarios del sentido común. Había líneas rojas intraspasables: la violencia invalidaba lo razonable de la protesta; el terror abrumaba cientos de pares de ojos cuando imaginaban su propio coche ardiendo. Vaya salvajes, lo que tenían que hacer era adaptarse, los acogíamos y nos lo agradecían con vandalismo, qué culpa tenía el pobre trabajador al que le chamuscaban su vehículo. Hubo una oleada de solidaridad automovilística.

La mayoría de la gente no admitía, porque ni siquiera se lo planteaba, que a aquellos, a los violentos los había vapuleado desde la cuna una injusticia inabarcable de la que tampoco tenían culpa. La rabia de los pobres es justa porque proviene del colapso. El humano suburbial nace y mama los códigos de la resignación y la sumisión, se le atan las manos al estómago y los ojos a la esperanza de un vaso lleno, quiero decir, se les arrincona en la mera oportunidad de supervivencia. Nadie los dota de recursos ajenos a los fisiológicos, y ellos con suerte se confeccionan un orgullo para inmunizarse y se ejercitan en un amor comunitario, de tribu abocada a la resistencia. No hace falta irse muy lejos para entender esto, preguntad a vuestros abuelos.

El hombre occidental quiere que los miserables guarden silencio: la clase alta por ser alta, y la media por complejo y por una tonta aspiración de prosperidad y tumbona y rodajas perfectas de limón. No se les escucha cuando piden ayuda, cuando denuncian abusos y luego se les exige diálogo y razonamiento y se les criminaliza por lanzarse a la avenida. ¿Acaso no se les está traicionando de nuevo?

Ayer llegaron a Luxemburgo los primeros treinta refugiados que Grecia consigue reubicar. Guerra, muertos, hambre, mafias, fronteras, concertinas, mutilaciones, muertos, barcazas, muertos, hambre, panes a rebato, policía, palos, jaulas, hambre, muertos, niños, muertos. Treinta, sólo treinta. Aún. ¿Tendremos la cara de pedirles diálogo cuando pierdan la paciencia? Seguro que sí.

Texto: Esteban ordóñez en www.negratinta.com

lunes, 9 de noviembre de 2015

Feminismo antiespecista

Los días 3 y 4 de octubre tuvo lugar el Vegan Fest Alacant, un evento que ha conseguido, sin precedentes en el Estado español, reunir a miles de personas relacionadas con el veganismo y, en diferentes formatos y medidas, comprometidas con la defensa de los animales no humanos.

A pesar de la gran adhesión al evento, la edición de este año no ha tenido lugar sin obstáculos. La organización del Vegan Fest se vio obligada a retirar su campaña publicitaria debido a la enorme polémica que generó en las redes sociales –tal y como explicó en detalle Paula González en este mismo blog.

Independientemente de otras razones por las que la campaña puede no haber sido la más acertada para el público al que se dirigía, la presión social e institucional que ha sufrido el Vegan Fest para la retirada de su cartel más controvertido (un cartel que presentaba una imagen de una zorra acompañada de la cita "Todas las tías son unas zorras", acusado, groseramente, de sexismo) no deja lugar a dudas.La llamada lucha por la justicia social, por más progresista que se figure, se sigue nutriendo de la ignorancia y de la inmoralidad.

Ignorancia por dos motivos. En primer lugar, porque hay una diferencia fundamental entre usar lenguaje sexista y mencionar lenguaje sexista. En la oralidad esta diferencia es normalmente evidente. En la lengua escrita, sin embargo, la diferencia se señala entrecomillando una frase para identificar aquellos enunciados a los que nos queremos referir sin que eso implique suscribir su contenido. De hecho, este es el recurso lingüístico del que disponemos precisamente para denunciar todas las formas de lenguaje discriminatorio. Por ejemplo, si queremos denunciar la actitud discriminatoria que subyace a la frase “todos los musulmanes son terroristas”, es necesario mencionar la frase sin que la estemos usando y, en ese sentido, reforzando la actitud islamofóbica que buscamos denunciar. En caso contrario, estaría incurriendo yo misma, con mi mención ahora, en una discriminación. Esto es, evidentemente, absurdo.

Pero, del mismo modo, también es absurdo acusar de sexista un cartel que menciona la frase “Todas las tías son unas zorras” precisamente para denunciar el uso sexista (y especista) del lenguaje. Si cada vez que se mencionara el lenguaje sexista se estuviera incurriendo en una instancia de sexismo, las feministas que trabajan sobre sexismo en el lenguaje serían las más sexistas de todas.

En segundo lugar, la ignorancia de la crítica está presente en el profundo desconocimiento de cómo las diferentes formas de discriminación a menudo se intersectan, en particular el sexismo y el especismo –justamente lo que el cartel del Vegan Fest pone de manifiesto– y de cómo un análisis feminista que siga obviando esta realidad seguirá siendo inevitablemente incompleto.

Esto nos lleva al meollo de la cuestión. No se trata de una insuficiencia cognitiva de las feministas, en particular. Se trata de un fallo moral más gravemente enraizado en las mentes humanas, en general, y también presente en las feministas. Hablamos del especismo. Consideremos, de nuevo, la frase “Todas las tías son unas zorras”. ¿Por qué la analogía resulta indignante? En primer lugar, evidentemente, porque “zorra” denota coloquialmente a una mujer con un comportamiento sexual activo, juzgado como reprobable en un contexto de opresión patriarcal. Pero, sobre todo, la analogía ofende (y busca hacerlo) porque se está comparando a las mujeres con un animal no humano. Es decir, en un contexto especista, con un individuo sin consideración moral. Sobran los ejemplos de la utilización de este recurso especista en los discursos discriminatorios y de ofensa en general.

Discriminación

Sin embargo, una vez hayamos entendido que los otros animales son moralmente considerables, es decir, que son individuos con intereses en vivir y disfrutar de sus vidas que deben ser respetados, podremos comprender que sexismo y especismo son formas de discriminación igualmente injustificadas. A la hora de considerar los intereses de los individuos, la especie a la que pertenecen es un atributo tan irrelevante como lo es el sexo. Ninguno de ellos condiciona su igual capacidad para sufrir y disfrutar, y para así poder ser dañados o beneficiados por lo que les ocurre.

Por esta razón, la indignación feminista no debe estar dirigida a la percepción de las mujeres como animales sino a la desconsideración de todos los individuos con intereses propios que deben ser respetados, humanos y no humanos. Actuar de otra forma es violar un principio básico de la ética, de acuerdo con el cual intereses iguales deben ser igualmente considerados. Es decir, es incurrir, de forma flagrante, en una forma de discriminación –el especismo.

Desafortunadamente, ser víctima de un tipo de discriminación (ej.: sexismo) no impide cometer a su vez actos discriminatorios (ej.: especismo). El feminismo interseccional lleva tiempo llamando la atención hacia el carácter injustificadamente exclusivista del “feminismo blanco occidental” o hacia las actitudes transfóbicas en el seno del movimiento. Pero, de igual modo, es necesario entender que si nos oponemos a una forma de discriminación (ej.: si somos feministas), necesariamente debemos oponernos a todas las demás discriminaciones y no sólo cuando las afectadas resultan ser miembros de la especie humana.

Igualdad

No obstante sus múltiples variaciones, los feminismos teóricos y militantes presentan un mínimo común denominador: la preocupación por la igualdad entre sexos [1]. La búsqueda de la igualdad, sin embargo, no sólo implica considerar de forma igual los intereses de individuos de diferentes sexos. En un contexto de desigualdad estructural, igualar exige siempre favorecer a las que están peor. Un ejemplo sencillo ayuda a clarificar. Si tenemos 3 cupcakes (veganos) para distribuir entre 3 individuos, no discriminar implica un reparto de cupcakes sin atender a factores irrelevantes como el sexo de los individuos. Sin embargo, para que el reparto sea justo no es suficiente con distribuir los cupcakes de forma no discriminatoria. Es necesario repartirlas de la forma más igualitaria posible. Y para igualar la situación de estos individuos necesitamos conocer su situación de partida: ¿cuántos cupcakes han comido ya? Si Pedro ha comido 2, Ana ha comido 1 y Sara ninguna, igualar la situación de Pedro, Ana y Sara no supone dar 1 solo cupcake a cada una. Ello reforzaría la desigualdad de partida entre ellas. Por el contrario, igualar supone dar 2 magdalenas a Sara, 1 a Ana y ninguna a Pedro.

La justicia en el mundo real exige un razonamiento similar. La única diferencia es que, en vez de magdalenas, lo que se reparte son oportunidades, recursos y bienestar. Es cierto que las mujeres han sido (y siguen siendo) desfavorecidas en este reparto frente a los hombres. Pero, sin embargo, hay un grupo extenso de individuos que ha sido todavía más desfavorecido que las mujeres: los animales no humanos. Así, la preocupación (típicamente feminista) por la igualdad necesariamente nos obliga a considerar a los demás animales y a favorecer sus intereses, ya que son ellos los que se encuentran comparativamente peor.

Opresión

Hay todavía razones adicionales para que, en cuanto feministas, seamos particularmente conscientes de la injusticia que padecen los animales no humanos. Ello se debe a que el sexismo y el especismo se manifiestan mediante patrones opresivos de jerarquía y dominación semejantes y, a menudo –como lo evidencia el lenguaje–, ambas formas de discriminación se hallan conectadas.

La opresión a la que están sujetas las mujeres en el contexto de la cultura patriarcal se puede sintetizar bajo tres ejes fundamentales: objetualización, subordinación y abuso. La objetualización consiste en la percepción de las mujeres como desposeídas de intereses propios que deben ser respetados. De este modo son transformadas en objetos de trabajo, de reproducción y de consumo (erótico). Paralelamente, los otros animales son objetualizados, lo que supone la desconsideración de sus intereses más básicos en no sufrir y en disfrutar de sus vidas. En la misma sociedad patriarcal, los animales son considerados objetos al servicio del ser humano en prácticamente todos los ámbitos de su actividad. También ellos, de forma sistemática e institucionalizada, pero infinitamente más brutal, son convertidos en objetos de trabajo, de reproducción y de consumo.

Más allá de estos paralelismos, ambas opresiones a menudo se intersectan. La intersección se constata sobre todo en la forma como sexismo y especismo juegan un papel fundamental en la construcción de la masculinidad patriarcal. La construcción de la identidad masculina, basada en la dominación, la fuerza física y sexual, la competitividad, la caza o el consumo de carne, ha sido (y sigue siendo) una gran fuente de opresión y desigualdad para mujeres y no humanos. La intersección puede ser también observada en la representación de las mujeres y de los no humanos en ámbitos como la publicidad, donde la animalización del cuerpo de las mujeres y la erotización del cuerpo de los animales es un recurso excesivamente frecuente [2].

Claramente, la objetualización de los individuos conlleva su subordinación a un opresor, lo que fácilmente conduce al abuso. Una vez objetualizados los individuos, sus intereses son ignorados o desatendidos y, con ello, su voz y poder político silenciados. Así controlados, los individuos se encuentran a merced de los intereses del opresor, estando totalmente desprotegidos frente al abuso –la violencia física y sexual. Esta dinámica, lugar común en el diagnóstico feminista de la realidad patriarcal, resulta particularmente evidente en el caso no humano. Evidentemente, el abuso de los otros animales por parte de los seres humanos sólo es una pequeña manifestación del especismo, del mismo modo que el abuso y la violencia machista lo es respecto del sexismo. El problema moral reside, más bien, en la consideración invariablemente desfavorable que sufren los animales no humanos por motivo de su especie. La manifestación más extrema de esta realidad puede ser observada en la completa subordinación de sus intereses más fundamentales en vivir, no sufrir y en disfrutar de sus vidas a la satisfacción de los intereses humanos más triviales, ya sean económicos, de consumo o de otro tipo. Además, y contrariamente a las demás víctimas de discriminación, la posibilidad de hacer valer su voz es inexistente para los animales no humanos. Nos toca a todas nosotras –privilegiadas (y privilegiados) por especie– defenderles.

Feminismo antiespecista

Hace más de dos siglos, el traductor británico Thomas Taylor escribía en tono satírico Vindicación de los derechos de las bestias, como respuesta a la publicación de Vindicación de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft. Allí se preguntaba: si las mujeres tienen derechos, ¿por qué no también los animales? Efectivamente, una puede hoy presentar fuertes razones por las que esa pregunta no es una reducción al absurdo del feminismo. La discriminación y la opresión están injustificadas, tanto si afectan a humanos como a no humanos. En lo que es moralmente relevante (en la capacidad para sufrir y disfrutar de sus vidas) animales humanos y no humanos son iguales. La lucha por la igualdad, consecuentemente feminista, es, así, necesariamente antiespecista.

[1] Se podría decir que ciertas corrientes feministas no están preocupadas por la igualdad, en particular, el feminismo de la diferencia. Sin embargo, creo que sería errado considerar que el feminismo de la diferencia rechaza la igualdad (de consideración y de reparto) entre mujeres y hombres, aunque sí es cierto que rechaza la igualdad sexual (a lo que muchas llamarían de género). Así lo parece manifestar Victoria Sandón de León, la conocida feminista de la diferencia española, en el siguiente pasaje de ¿Qué es el feminismo de la diferencia?: “Lo contrario de la igualdad no es la diferencia, sino la desigualdad. Hemos contrapuesto igualdad a diferencia cuando en realidad no es posible conseguir una verdadera igualdad sin mantener las diferencias”. Así, las feministas de la diferencia defienden la igualdad entre mujeres y hombres, aunque no que las mujeres se hagan iguales a los hombres.

[2] Así lo evidencia Carol J. Adams, en su célebre The Sexual Politics of Meat (“La política sexual de la carne”), libro inaugural sobre el tema que verá, por fin, latraducción al castellano, veinticinco años después de su publicación en inglés.

De Catia Faria en http://www.eldiario.es/caballodenietzsche/

Ni intelectualismo ni estupidez

En la lucha contra la dominación y la explotación, cada individuo necesita coger todo instrumento que pueda hacer suyo, toda arma que pueda usar autónomamente para atacar esta sociedad y recobrar su vida.

Por supuesto, los instrumentos que los individuos particulares pueden usar en este camino variarán dependiendo de sus circunstancias, deseos, capacidades y aspiraciones, pero considerando los obstáculos a los que nos enfrentamos, es ridículo rechazar un arma que pueda usarse sin comprometer la autonomía, basándose en concepciones ideológicas.

El desarrollo de la civilización en la que vivimos con sus instituciones de dominación está basado en la división del trabajo, el proceso por el cual las actividades necesarias para vivir son transformadas en roles especializados para la reproducción de la sociedad. Tal especialización sirve para socavar la autonomía y reforzar la autoridad porque le arrebata ciertos instrumentos -ciertos aspectos de un individuo completo- a la gran mayoría, y los coloca en las manos de un@s poc@s llamad@s expert@s.

Una de las especializaciones más fundamentales es la que creó el rol del intelectual, el especialista en el uso de la inteligencia. Pero el intelectual no está definido tanto por la inteligencia como por la educación. En esta era de capitalismo industrial/alta tecnología, a la clase dominante le resulta de poca utilidad el pleno desarrollo y ejercicio de la inteligencia. En su lugar requiere la especialización, la separación del conocimiento en estrechos campos conectados solo por su sometimiento a la lógica del orden dominante-la lógica del beneficio y el poder. De esta forma, la "inteligencia" del intelectual es una inteligencia deformada y fragmentada con casi ninguna capacidad de hacer conexiones, entender relaciones o comprender (sin hablar de desafiar) totalidades.

La especialización que crea al intelectual es de hecho parte del proceso de estupefacción que el orden dominante impone a quienes son dominad@s. Para el intelectual, el conocimiento no es la capacidad cualitativa de entender, analizar y razonar sobre la propia experiencia o de hacer uso de los esfuerzos de otr@s para alcanzar tal comprensión.

El conocimiento de los intelectuales está completamente desconectado de la sabiduría, que es considerada un extraño anacronismo. Más bien, es la capacidad de recordar hechos inconexos, trozos de información, lo que ha llegado a ser visto como "conocimiento". Solo semejante degradación del concepto de inteligencia podría permitir a la gente hablar de la posibilidad de "inteligencia artificial" en relación a esas unidades de almacenamiento y examen continuo de información que llamamos ordenadores.

Si entendemos que el intelectualismo es la degradación de la inteligencia, entonces podemos reconocer que la lucha contra el intelectualismo no consiste en el rechazo a las capacidades de la mente, sino más bien en el rechazo a un especialización deformadora.
Históricamente, los movimientos radicales han proporcionado muchos ejemplos de esta lucha en la práctica. Renzo Novatore era el hijo de un campesino que solo asistió a la escuela seis meses. Sin embargo estudió las obras de Nietzsche, Stirner, Marx, Hegel, los antiguos filósofos, historiadores y poetas, todos los escritores anarquistas y aquellos que participaban en los diversos movimientos artísticos y literarios incipientes de su tiempo. Fue participante activo en los debates anarquistas sobre teoría y práctica además de los debates en los movimientos artísticos radicales. E hizo todo esto en el contexto de un intensa y activa práctica insurreccional. En un tono similar, Bartolemeo Vanzetti, que empezó trabajando como aprendiz en su temprana adolescencia a menudo durante largas horas, describe en su breve autobiografía cómo pasaba una buena parte de sus noches leyendo filosofía, historia, teoría radical, etc. con el fin de obtener estas herramientas que la clase dominante le negaría. Fue su afán por adquirir los instrumentos de la mente lo que le llevó a su perspectiva anarquista. A finales del siglo 19 en Florida, l@s trabajador@s fabricantes de cigarros obligaron a sus patronos a contratar lectores para leerles mientras trabajaban. Estos lectores leían las obras de Bakunin, Marx y otros teóricos radicales a l@s trabajador@s, que discutían luego lo leído. Y a principios del siglo 20, vagabundos radicales y sus amigos establecerían "colegios vagabundos" donde una amplia variedad de ordadores daba charlas sobre cuestiones sociales, filosofía, teoría y práctica revolucionaria, incluso ciencia e historia, y los vagabundos discutían sobre ello. En cada uno de estos casos vemos el rechazo de l@s explotad@s a dejar que les fueran arrebatados los instrumentos de la inteligencia. Y tal como lo veo, esta es precisamente la naturaleza de una lucha real contra el intelectualismo. No es una glorificación de la ignorancia, sino un rechazo desafiante a ser desposeído de la propia capacidad de aprender, pensar y comprender.

La degradación de la inteligencia que crea el intelectualismo se corresponde con una degradación de la capacidad de razonar que se manifiesta en el desarrollo del racionalismo. El racionalismo es la ideología que sostiene que el conocimiento sólo proviene de la razón.
De esta manera, la razón está separada de la experiencia, de la pasión y por tanto de la vida. La formulación teórica de esta separación se puede remontar a la filosofía de la Antigua Grecia. Ya en este antiguo imperio comercial, los filósofos proclamaban la necesidad de subyugar los deseos y pasiones a una razón fría y desapasionada. Por supuesto, esta fría razón promovía la moderación - en otras palabras, la aceptación de lo que existe.

Desde ese momento (y probablemente mucho antes desde que hubo estados e imperios desarrollados en Persia, China e India cuando Grecia aún consistía en ciudades-estado enfrentadas), el racionalismo ha desempeñado un papel fundamental en reforzar la dominación. Desde el surgimiento del orden social capitalista, el proceso de se ha ido extendiendo a todas las sociedad por todo el globo. Es por tanto comprensible que algun@s anarquistas lleguen a oponerse a la racionalidad.

Pero esta es una simple reacción. Al examinarla de cerca, queda claro que la racionalización impuesta por quienes tienen el poder es de un tipo específico. Es la racionalidad cuantitativa de la economía, la racionalidad de la identidad y la medición, la racionalidad que simultáneamente equipara y atomiza todas las cosas y seres, no reconociendo más relaciones que las del mercado. Y al igual que el intelectualismo es una deformación de la inteligencia, esta racionalidad cuantitativa es una deformación de la razón, porque es razón separada de la vida, una razón basada en la Reificación.

Mientras que quienes dominan imponen esta racionalidad deformada en las relaciones sociales, promueven la irracionalidad entre aquell@s a quienes explotan. En los periódicos y revistas, en la television, en los videojuegos, en las películas,... a través de los mass media, podemos ver como la religión, la superstición, la creencia en lo indemostrable y la esperanza en, o el temor a, el llamado ser sobrenatural se imponen y el escepticismo es tratado como un rechazo frío y desapasionado de lo maravilloso. Beneficia a la clase dominante que aquell@s a l@s que explota sean ignorantes, con una limitada y decreciente capacidad de comunicarse un@s con otr@s sobre cualquier cosa significativa o de analizar su situación, las relaciones socials en las que se encuentran y los acontecimientos que ocurren en el mundo.

El proceso de estupefacción afecta a la memoria, el lenguaje y la capacidad para entender las relaciones entre personas, cosas y acontecimientos en un nivel profundo, y este proceso penetra también en aquellas áreas consideradas intelectuales. La incapacidad de los teóricos post-modernos de comprender toda totalidad se puede ubicar fácilmente en esta deformación de la inteligencia.

No es suficiente oponerse a la racionalidad deformada impuesta por esta sociedad; debemos también oponernos a la estupefacción e irracionalidad impuestas por la clase dominante sobre el resto de nosotr@s. Esta lucha requiere la reapropiación de nuestra capacidad de pensar, de razonar, de analizar nuestras circunstancias y comunicar sus complejidades. También requiere que integremos esta capacidad en la totalidad de nuestras vidas, nuestras pasiones, nuestros deseos y nuestros sueños.

Los filósofos de la antigua Grecia mentían. Y l@s ideólog@s que producen las ideas que mantienen la dominación y la explotación han continuado contando la misma mentira: que lo contrario a la inteligencia es la pasión. Esta mentira ha desempeñado un papel esencial en el mantenimiento de la dominación. Ha creado una inteligencia deformada que depende de la racionalidad económica, cuantitativa, y ha reducida la capacidad de la mayoría de l@s explotad@s y excluíd@s de entender su condición y luchar inteligentemente contra ella. Pero, de hecho, lo contrario a la pasión no es la inteligencia, sino la indiferencia, y lo contrario a la iteligencia no es la pasión, sino la estupidez.

Dado que quiero sinceramente acabar con toda dominación y explotación y empezar a abrir las posibilidades para crear un mundo donde no haya ni explotad@s ni explotador@s, ni esclav@s ni am@s, elijo aprovechar toda mi inteligencia apasionadamente, usando toda arma mental -junto con las físicas- para atacar al presente orden social. No pido disculpas por esto, ni me dirigiré a aquell@s que por pereza o por la concepción ideológica de los límites intelectuales de las clases explotadas rechazan usar su inteligencia. No es sólo un proyecto anarquista revolucionario lo que está en juego en esta lucha; es mi realización como individuo y la plenitud de la vida que deseo.

Willful Disobedience Vol. 2, No. 11.
http://www.geocities.com/kk_abacus/vbutterfly.html

Traducción Palabras de Guerra

Infancia, urbanismo y miedo social: limitando la libertad de los niños

¿Dónde jugarán los niños? Mejor, ¿dónde jugarán fuera de nuestro control de padres obsesivos y sociedades con miedo?

Hace ya años de un estudio, dirigido por William Bird, experto en salud y naturaleza, que analizaba el impacto sobre la salud física y mental a corto y largo plazo de la exposición de las personas a espacios abiertos y, en especial, a la naturaleza. Los medios destacaron una de sus conclusiones: los niños de ciudades como Sheffield han perdido en sólo cuatro generaciones la libertad para andar a su aire, perderse y explorar con libertad el espacio en el que viven. Los límites espaciales de la supervisión parental a la que estaban sometidos niños/as se ha ido reduciendo hasta convertirse en un “no puedes salir de casa sólo” o un “juega enfrente de casa, que yo te vea”.

El informe señala cosas que nos suenan sobre una infancia actual sometida al pánico de sus familias de dejarles solos en un tráfico que ha colonizado las ciudades y un espacio urbanizado que se ha comido los espacios naturales. La desconfianza a los desconocidos, los peligros del tráfico, la pérdida de espacios verdes y abiertos y la presión social para mantener vigilados a los chavales ha hecho que la exploración espontánea de sus calles y barrios sea cosa del pasado. Como resultado, la infancia se ha convertido en una fase vital sometida a los mismos patrones que los de la edad adulta: una vida hiper-regulada y circunscrita a parques delimitados, con instrucciones de uso, descargos de responsabilidad y avisos de peligros.
 
De la transformación del espacio físico ya sabemos mucho sobre cómo ha influido en domesticar nuestras vidas en áreas reguladas y urbanizadas, pero es más interesante el papel de los adultos en imponer a los pequeños sus propios miedos.
 
Rescato esto porque recientemente leí un artículo, The Case for Free-Range Parenting, que reflejaba la experiencia de un padre al trasladarse a vivir con su familia a Estados Unidos desde Berlín, y cómo ha sentido la obsesión por controlar, limitar y sobreproteger a los niños, viniendo de un lugar donde dejar a su aire a los niños para ir al colegio, jugar o pasar el rato era algo natural y en Estados Unidos parecía ser casi un símbolo de abandono infantil.

Área de juegos en Chiswick, Londres. Imagen de Christopher Hilton bajo licencia Creative Commons.

Quizá Estados Unidos sea un ejemplo extremo (esos padres arrestados por haber dejado ir al parque a sus hijos de 10 y 6 años), con la extendida obsesión social por la seguridad, por la soledad que produce, por la extensión del estilo de vida suburbano,...pero el artículo refleja una tendencia, un riesgo o un futuro próximo inevitable. Las condiciones físicas que ha impuesto el urbanismo y su reflejo en las formas de vida que permiten o limitan influyen sobre cualquiera de nosotros, pero son sólo una parte de un ensamblaje más complejo, sibilino y silencioso que nos invita continuamente como padres a proteger en exceso, a evitar cualquier problema, a evadir a nuestros hijos de cualquier riesgo. No es fácil resistir: la sociedad del riesgo nos ha inoculado un pensamiento sobreprotector que va restando libertad a los más pequeños.

Pequeños que crecerán con una perspectiva más reducida del espacio que pueden explorar con libertad sin supervisión, una capacidad anulada para exponerse ellos mismos a sus propios miedos y desafíos como forma de aprendizaje y superación.Seguramente, lo del "no aceptes caramelos de extraños" ha tenido diferentes versiones en toda la Historia, pero es quizás ahora cuando más sistemático es el mensaje: calles que se les han hecho imposibles (¿o son imposibles porque hemos desistido de reclamarlas para las personas y no para las coches?), sistemas educativos que siguen sin aceptar la libertad y el auto-aprendizaje, políticas que generan miedo y mensaje sociales que alientan la percepción exagerada de los riesgos, un sistema de consumo que sustituye la experiencia de disfrutar de lo que (aún) no tiene precio por productos manufacturados de consumo normalizado, un sistema de normas sobre seguridad o civismo que nos convierten en sus esclavos, vidas cada vez más anónimas donde "los ojos en la calle" cada vez están más ausentes,...

Como dice el autor, no es sencillo establecer el equilibrio ideal, pero sospecho que la imagen de arriba sólo refleja en el espacio las limitaciones mentales a las que nos somete la vida actual y que estamos inoculando a los que ahora están empezando a descubrir el mundo y a descubrir la libertad, también la libertad de arriesgarse, de hacerse daño, de descubrir, de equivocarse, de exponerse o de superarse. Y tenemos que resistirnos.

De Manu Fernández. Investigador y consultor de políticas urbanas, durante su trayectoria profesional ha estado involucrado en proyectos relacionados con la sostenibilidad local y el análisis de las economías urbanas. Autor del blog Ciudades a Escala Humana, actualmente está realizando su tesis doctoral "La smart city como imaginario socio-tecnológico: la construcción de la utopía urbana digital"

domingo, 8 de noviembre de 2015

"Los varones bonitos son los que cuestionamos nuestros privilegios". Entrevista a Fede Abib



Poder descubrir y compartir experiencias como la del Encuentro de Varones Antipatriarcales (VA) en La Plata (Noviembre de 2014) hizo posible, entre otros aspectos, conocer a muchos de quienes desde su implicación y compromiso personal, construyen esta hermosa experiencia en Argentina. Esta entrevista conFede Abib, de VA Rosario es, a la vez que un enriquecimiento desde la experiencia vivida, asímismo una inmersión en lo que supone el pensamiento de quienes hacen presente y ponen valor a la lucha contrahegemónica del patriarcado en el continente Latinoamericano.


- Te ruego que nos detalles un perfil personal, que posibilite que nuestr*s lector*s puedan conocer los aspectos que consideres oportuno destacar.
Ante todo, agradecerte por hacer lugar a mis palabras, por la invitación a este diálogo, que por lo visto en las preguntas que redactamos, será todo todo un desafío concretarlas.

Tengo un titulo en Psicología, hice la carrera en la Universidad Nacional de Rosario; soy docente ad-honorem para diferentes espacios de formación y producción de saberes en diversidad sexual, género y feminismos. Entre otras prácticas, soy miembro del Colectivo de Varones Antipatriarcales de Rosario, que nos definimos como un grupo de varones tratando de repensar y rehacer nuestras prácticas y nuestros afectos a la luz de las teorías feministas.

 
Soy activista en estas áreas desde el 2006, año en que me sumé a una ONG de la ciudad, desde donde difundíamos la campaña lésbica "Cambiemos las preguntas", una instancia precursora de lo que luego sería el debate parlamentario que logró sacar la Ley de creación del Programa de Educación Sexual Integral, Ley 26.150, actualmente vigente y poco implementada en todo el territorio. Participé de forma activa en la militancia que llevó luego a la promulgación de la Ley de Matrimonio Igualitario, durante el 2010. Durante el año 2011 el cáncer azotó mi familia y obligó a detener todas estas actividades; mi madre falleció durante esos meses, y desde entonces habito mucho las metáforas del cáncer: creo que todas y todos los que pasamos por esa enfermedad quedamos habitados por un cierto modo de pensar la muerte y las ausencias, bastante melancólico y potente a la vez; como dicen Susan Sontag, Audrue Lord o Marta Dillon, respecto de esas enfermedades que nos obligan por todos lados a pensarlas como terminales, con un estado mental obligatorio, paradójicamente diferente al resto de los mortales.

- Expones con muchos detalles aspectos muy vitales. De alguna forma, tomando como ejes esenciales y de lucha las experiencias vividas en profundidad. ¿Puedes detallar alguna perspectiva más?
Durante el 2012 comencé una relación afectiva con un compañero con quién tuve oportunidad de revisar y replantearme los saberes que había recorrido hasta el momento, y me acerqué mucho más a las teorías feministas y los feminismos.

Creo que es, y siempre será, un desafío doloroso el revisarse en función de las teorías feministas, porque la mayoría de ellas apuntan a lo que Foucault, desde sus comodidades, describe como la ética del cuidado de sí como práctica de libertad, es decir, pensar contra uno mismo: las feministas, las más radicales, nos invitan a habitar un sujeto político que fundamentalmente piensa contra sí mismo.


 
Trato de recuperar siempre esa pregunta, en términos singulares y colectivos, ¿cómo lidiar con alguien que piensa contra sí mismo? ¿cómo lidiar con un movimiento que se piense contra sí mismo?


Esta conexión entre feminismos y ética del cuidado no es novedad; es una bandera de lucha y un horizonte de deconstrucción que desde hace años vienen sosteniendo muchos movimientos de mujeres, antes de que Foucault o alguna otra teoría hegemónica la pronuncie. Hay una viñeta de Quino, dentro de la historieta de Mafalda, en la que uno de sus personajes, Felipe, refleja muy bien esta dificultad, suspirando que "lo difícil de ser uno mismo es que uno es siempre alguien distinto".

- Tal vez esta frase encaja poco con pensamiento vinculado a la hegemonía patriarcal, a menudo contemplada desde una dimensión de pensamiento único. ¿Como describirías la visión contraria, por tanto rica y compleja?

Personalmente suelo insistir en esta relación porque uno de los slogans más decorativos que solemos usar algunos de los colectivos de varones dice que los varones bonitos somos los que cuestionamos nuestros privilegios, haciendo un paralelo con la declaración popular de que mujer bonita es la que lucha; creo que es una declaración muy prometedora y poco radicalizada, porque a un nivel de complejidad coherente a los feminismos, es decir, pensando en el entramado de vectores de poder por los que accedemos a una experiencia encarnada de nuestras identidades – sexo, género, clase, raza, educación, salud, salario – poco de todo ello queda en pie cuando asumimos el trabajo cotidiano de desandarlo, reconociendo la complicidad que está en juego con el pacto entre varones que sostiene la jerarquía heteropatriarcal y capitalista.


 
Cualquiera que se declare feminista de una manera muy apresurada es meritorio de sospecha, por la sencilla razón de que el feminismo es una invitación a rehusar de los ejercicios convencionales de poder en que se sostiene el privilegio de tener un yo psíquico, y nadie quiere de buena gana dejar de ser quien es; incluso las posiciones más queer rehúsan de abandonar algunos privilegios que la radicalidad otorga.

También hay un entramado de poder que las compañeras feministas aprenden a reconocer y a desandar, y que en muchos territorios las hacen cómplices de la jerarquía patriarcal, heterosexual y salarial; digo esto pensando en posturas más radicales dentro de los feminismos que han desembocado en banderas de luchas como las que apuestan a un estallido de los reglamentos del género, una extinción de esos mandatos, muy en la órbita de las posturas radicales sobre sexualidad que en los años sesenta planteaban el estallido del sexo en cuanto dispositivo.

- ¿Cómo identificar nuestros usos y abusos del poder? El que nos acompaña en lo cotidiano, y que a menudo no contemplamos como tal.


Esta misma entrevista es un ejercicio de poder, en términos de posibilidades, de qué y quién puede decir algo, y qué y quiénes quedan sin ser dichos. Porque es una entrevista personal y yo estoy usando una primera persona a veces singular, a veces plural, para mostrar enunciados que van a ser tomados por los y las lectoras a veces como opinión personal, a veces como una voz colectiva; y eso instaura un régimen de ideas no dichas que son las ideas de mis compañeros de luchas. Ideas que imagino y conozco pueden ser singulares, con otros matices o diferentes.

Creo que corresponde que visibilice aquí el rechazo que otros cuerpos realizan sobre la categoría política de varón, pues en sus historias personales, la socialización por esa vía ha sido por demás dolorosa y repulsiva, trayectorias que no hacen posible que algun*s activistas se sientan representad*s en ese nombre colectivo y buscan otras definiciones para acompañar la lucha contra el patriarcado o los reglamentos del género, desde cuerpos trans, queers o nuevas configuraciones cisexuales. Diferencio ambas luchas porque no creo que sean una y la misma: la lucha contra el patriarcado y la lucha contra los reglamentos del género a veces se unen, a veces se contradicen y a veces se aniquilan mutuamente.

- Varones Antipatriarcales. ¿Desde cuándo estás comprometido en los colectivos y cuáles son desde tu punto de vista los principales motivos que te llevan a esta implicación?
 
Estoy involucrado en los colectivos desde el 2012, año en que se presentó el espacio en la ciudad de Rosario. Creo que la pregunta por la implicación requiere antes unos comentarios sobre el funcionamiento del nombre como categoría política. Del 2009 a la fecha, años en los que vienen existiendo y mutando los Colectivos de Varones Antipatriarcales, tuvimos oportunidades de juntarnos, charlar, celebrar los Encuentros Nacionales de Colectivos de Varones, diferenciar nuestras luchas y en ese intento sostenido de ejercer feminismos, pensamos contra nosotros mismos. Quiero decir, fuimos en contra de nuestro propio nombre.

En el transcurso de estos cinco años emergieron muchos espacios de varones en todo el territorio nacional y muchos de ellos no tardaron en impugnar la categoría de varones por las razones que te anticipaba anteriormente: para muchos compañeros, por sus historias de vida, es una contradicción dolorosa y angustiante identificarse y construir un yo psíquico en el lugar de varón que nuestra maquinaria social genera. Para muchos, reconocerse y declararse varón no convoca los modos de investidura y sociabilización por los que se han construido un cuerpo, una modalidad de deseo, un género y un sexo, sino todo lo contrario; para muchos la marca de varón representa la daga policíaca desde donde históricamente mamá, papá, maestras, maestros, hermanos, hermanas, amigas, amigos, los medios, las artes, nuestras profesiones, nuestros colegas, entre otros, han vigilado y castigado nuestros modos de habitarnos que se distancian de los significados culturales hegemónicos por los que se define la experiencia de ser varón.

- Una mirada claramente tomada desde la incomodidad derivada del modelo hegemónico. ¿Una ruptura con estos modelos y asimismo una articulación de nuevas vivencias?


Mi implicación con el colectivo de Rosario en particular, y con el armado de una Red de Colectivos de Varones, que se declaren y asuman el ejercicio de politizar sus vidas a través de los feminismos, está directamente relacionado con la oportunidad de generar posibilidades para visibilizar, discutir y desarmar ese funcionamiento opresivo al que es funcional la experiencia de ser varón en los diferentes territorios de nuestra cultura. Para algunos ser varón y ser marica, o puto, o gay, o bi, o trans, es una contradicción política y de deseo, para otros, la contradicción misma es nuestra frontera de lucha en tanto oportunidad para romper modelos hegemónicos.

 
Todo esto que te digo es muy teórico y muy abstracto, lo es en tanto fundamentación teórica de cómo pienso en articulación con el colectivo de Rosario la posibilidad de nuestra lucha; a un nivel material y concreto, estas ideas las llevamos a la práctica en grupo, en espacios en los que intentamos compartir nuestras contradicciones a la hora de politizar lo personal, y en conjunto, tratamos de hacerlo colectivo llevando estas problematizaciones a la calle a través de encuentros con otras organizaciones y grupos, en un ejercicio de deconstrucción que intenta abrir la posibilidad a vínculos menos violentos, a cuerpos más libres e igualitarios, extendiendo diferentes luchas históricas que vienen tomando estos ejes como principio de lucha: la implementación de una educación sexual integral, la ampliación de garantías en cuanto a derechos sexuales y no-reproductivos, el acceso a la salud de nuestras compañeras, la legalización y despenalización del aborto, la deconstrucción de los modelos de paternidad y maternidad obligatorios, hegemónicos y opresivos.

- En un comentario reciente en Facebook, planteabas la ayuda y el efecto actualizador o de refresco que tienen los comentarios de género y feminismos. Tomando lo de que: lo personal es político, desde esta base, ¿como ves el intercambio desde las redes sociales, en torno a temas de género y feminismos, pueden enriquecer y acercar conocimiento en un entorno cada vez más global?

(Post que me invita a la pregunta)

Siento enriquecedora la lectura de comentarios en posteos sobre género y feminismos en facebook; siento que ayudan a refrescar argumentos, ubicar discursos simplistas y lejanos a las teorías feministas, y aglutinar contactos que estamos en la misma trinchera discursiva. Cruzando Wittig, Dorlin, Spivak, Butler, Foucault, Lorde, y algo más, una puede intuir que el privilegio de fondo y común a toda la jerarquía de sexo-genero es el Yo. Ser, tener y disponer de un yo psíquico es de los privilegios mejores implantados y menos cuestionados de la episteme heteropatriarcal capitalista occidental. Y es algo que muchas/os ignoramos y preferimos ignorar a la hora de debatir o construir política, incluyendo practicar los feminismos, porque nuestras políticas padecen de obligatoriedad ontológica ignorando que al instaurar el ser un yo psíquico como derecho humano fundamental, garantizan una práctica política centrada en quiénes tienen los egos más largos que otras, independientemente de la genitalidad que nos ampara. Desde luego, nadie nace siendo un yo psíquico, llega un* a serlo; a esto agreguémosle etnia, raza, identidad y clase y quizás recién ahí estemos hablando en términos feministas.

Los/las que no estamos dispuestas a cuestionar nuestros territorios mentales y experiencias encarnadas desde esta complejidad, mejor callarnos la boca en discusiones que tienen más de lógica falocéntrica que fundamentos feministas.



Para ser más humilde, pensaría en potencialidades más regionales, antes que arriesgarme a pensarlas a escala global. Por supuesto que pueden enriquecernos y acercarnos. Creo que esta situación en cuanto a las redes sociales es coyuntural a la viralización de los feminismos. Las adherencias a las teorías feministas son cada vez más variadas y amplias; una gran diversidad de instituciones, espacios, territorios, colectivas, actores y agentes se apuran a declararse feministas; y en ese apuro, creo yo, se dan también los engendros, las mutaciones. A veces son prometedoras, enriquecedoras, como el ferviente feminismo comunitario que encuentra su punto de partida en la lucha de las mujeres indígenas en Bolivia. Gracias a las redes sociales, actualmente se extiende a ritmos agigantados por otros países latinos, invitando a una revisión sobre los principios políticos del movimiento de mujeres. Una denuncia que resulta alentadora ante otras posturas feministas, importadas desde otros territorios al cono sur, que son la posibilidad a diferentes formas de violencias micropolítcas y microfísicas; pienso, por ejemplo, en el colonialismo y el capitalismo cognitivo como dos manifestaciones paradigmáticas de esa violencia.

 
Hoy día se trata como sinónimos diferentes categorías políticas o agenciamientos colectivos que en su genealogía y praxis están muy distantes. Pienso en la maraña discursiva que equipara perspectiva de género con estudios de la mujer, estudios de la mujer con movimiento de mujeres, movimiento de mujeres con feminismos; ni que decir si a eso agregamos la variedad de identidades sexogenéricas que actualmente configuran la lucha por la hegemonía de nuestra política morfológica. Pienso en las redes sociales como un pliegue de época. Quiero decir, desde Guattari, que los devenires singulares, sean o no minoritarios, sean en el orden de la singularidad o en el orden de la multiplicidad, se plasman siempre en alguna plataforma virtual, red social u otra tecnología de información; y quienes actualmente no logran engarzar en esa lógica, que funciona como una nueva política de verdad sumamente compleja, demoran mucho más en construir agendas políticas regionales. Esto va de la mano con la creciente lucha por la democratización del acceso a las tecnologías, la información, que vienen dando los movimientos de mediactivismo en diferentes territorios. Mediactivismo que viene siendo impulsado, en algunos casos por mujeres, pero que en otros casos, representa un nuevo espacio de opresión, control, vulnerabilización, del cuerpo y la vida de nuestras compañeras; junto a ellas, creo con urgencia que debemos agregar la tecnología y las redes a la ya clásica transversalización política que proponen los feminismos entre sexo, género, raza, clase, etnia.

La recuperación apresurada que hago del feminismo comunitario es en función de lo que me citas del blog, puntualmente, la cuestión del yo psíquico y de los privilegios; aunque ya te hablé de ello hace un rato. Creo que por principio, o por definición, los feminismos deudores de la segunda ola son per sé un gran llamado a pensar contra nosotr*s mism*s, y hacerlo, cuestionarnos, es en última instancia derribar la seguridad de nuestro yo psíquico, y arriesgarnos a la radicalidad de existir más allá de sí mismos, en otros, por otros, a través de otros. Con el horizonte en "lo personal es político", la mayoría de las estrategias y tácticas materializadas por los movimientos de mujeres, han contribuido a desbaratar la lógica del binarismo entre lo público y lo privado. La radicalidad de ese principio involucra un despojo de la vida personal, individualista, liberal; hacia una politización de la vida pensada desde un punto epistémico colectivo, y por epistémico no quiero decir solamente teórico, sino mucho más aún material, práctico, de ejercicio.
 
Ese énfasis en la práctica de lo colectivo para politizar la vida personal es parte de lo que mencionaba más arriba sobre el feminismo comunitario. La densidad de opresiones que se cruzan sobre los cuerpos de las mujeres de los pueblos indígenas en Latinoamérica hacen a los vectores de lucha por los que ellas procuran el ejercicio de un sujeto político, una voz que exige una complejidad de denuncias que atentan contra los motores de las jerarquías opresivas que estructuran nuestra realidad. Estas son, claro, la heterosexualidad, el patriarcado y el capitalismo; pero también este feminismo comunitario aparece en diálogo con otros feminismos y con las esferas políticas en general, enfrentándonos contra nosotros mismos, preguntándonos por las formas en que nos hemos entretejido en componentes que reproducen lógicas opresivas, como el colonialismo, el imperialismo, entre otras; y claro que hacernos ver esto es, por lo menos, incómodo; sobre todo para quienes vivimos en la ficción del privilegio de pensarnos "a la izquierda".

- Los colectivos de V.A. nacieron en Argentina y me consta que van emergiendo a la vez en otros ámbitos de Latinoamérica. ¿Cuáles son los puntos más fuertes de la lucha que en este momento deben cruzarse?

Es cierto que como categoría política "Varones Antipatriarcales" parece ser un emergente en Argentina, que ha ganado ciertos modos de visibilidad que le otorgan algunos privilegios de origen que muchos de los integrantes de los colectivos nos ocupamos en derribar. La existencia de espacios similares excede a la vida política del colectivo; sabemos que Latinoamérica cuenta desde hace varios años con espacios de varones que se interpelan en la lucha por la igualdad y la equidad de género, sexo, identidad, por la erradicación de toda forma de violencia, por el cuestionamiento de roles hegemónicos de masculinidad.

 
Negar esta temporalidad sería ignorar la importancia que algunas masculinidades han tenido en algunas conquista recientes de derechos y garantías ciudadanas, como es la legislación sobre matrimonio, identidad de género, educación sexual integral, en Argentina, en conjunto con normativas o estrategias más específicas y territoriales, como los protocolos de aborto no punible o el involucramiento de algunos compañeros en las redes de consejería para abortos con misoprostol.

Para ensayar una respuesta a tu pregunta, sobre los puntos más fuertes de lucha que debemos cruzar, creo que son dos, utópicos quizás, pero rescato la potencialidad de nuestras utopías para ir marcando el camino de lucha a seguir. Esos puntos, creo yo, son la erradicación de toda forma violencia hacia las mujeres y toda manifestación de lo femenino, y junto a ello, reformular nuestros modos de crianza.

- La violencia, como uno de los ejes de intervención, aparece como una estrategia global. Para V.A. , se me antoja que toma corporeidad y presencia de muchas maneras. ¿Como puedes describirnos este hecho?
En primer lugar, pienso en el diseño de estrategias y técnicas por las que se logre el involucramiento de todos los cuerpos en la indignación e impugnación pública, cultural, artística, profesional, política, frente a toda forma de violencia hacia las mujeres o manifestación de la femineidad. Esto nos lleva a un plan de lucha que implica identificar y denunciar las diferentes formas de violencias que se ejercen sobre las mujeres y los cuerpos femeninos, trans, lésbicos, maricas, apostando a la erradicación de todas esas violaciones a la libertad. Personalmente, creo que para movilizar las pulsaciones políticas del deseo y los flujos libidinales de nuestras comunidades es fundamental el potencial estético de las imágenes en los medios de comunicación y conocimientos. Es importante la reflexión política a la hora de formular los mensajes y las representaciones que ponemos a circular cada vez que hablamos o visibilizamos toda forma de violencia hacia las mujeres y a las corporalidades femeninas. Creo que tenemos que desarrollar políticas públicas para garantizar la calidad de vida de esos existenciarios y apuntar a la reformulación de nuestros Estados en claves no sólo anticapitalistas y anti-imperialistas, sino también feministas.

 
 
En paralelo, entretejido con esas definiciones, creo que es fundamental para garantizar la continuidad de esos cambios y de estas luchas, radicalizar nuestros modelos de crianza y educación. En este sentido, los movimientos de nuevas masculinidades y las organizaciones de diversidad y disidencia sexual, así como algunas experiencias de los feminismos, son de necesaria difusión y seguimiento. Es urgente que rompamos con las fantasías hegemónicas que sostienen la crianza de nuestras niñas y niños, a veces disfrazada de ilusiones en pos de hacer el bien, a veces bajo la forma de tabúes. Es urgente que redefinamos las categorías teóricas por las cuales se nos prepara profesionalmente para pensar la vida política y cultural de la infancia, siguiendo modelos de familia, de deseo, de existencia encarnada, que son contraproducentes y anacrónicos respecto de los avances que en otros planos de la vida civil se van conquistando.
 
Es urgente que abandonemos la ficción que insiste sólo en un papá y una mamá para la vida de una niña o un niño, que la mera convergencia espacial garantiza una vida plena. Es necesario que redefinamos nuestras políticas públicas sobre la infancia y la juventud pensando en la violencia con la que nosotros adulteramos las experiencias de crianza desde un territorio mental que no es en nada simétrico a la construcción imaginaria desde la vida infantil.

- En el contexto del encuentro de V.A. que se llevó a cabo en La Plata a finales de noviembre de 2014, uno de los talleres exploró sobre los efectos migratorios, atendiendo a las diversidades y exclusiones que suponen para muchas personas el poder sentirse incorporadas, sin ninguna exclusión a todo cuanto suponga un proceso de deconstrucción de los modelos patriarcales. ¿De qué modo podemos ir trazando un diálogo común entre culturas, y territorios, para ir construyendo comunidades libres del modelo patriarcal?


Creemos que es el gran desafío, algo que los movimientos de varones feministas podemos tomar como bandera. Primero tenemos que saber problematizar y complejizar bien nuestro involucramiento como varones en las luchas de las mujeres, o mejor dicho, de nuestra politización a través de los saberes feministas. Uno de los ejes, me parece, puede ser la construcción de plataformas de intercambio de saberes, sean virtuales o presenciales; pienso en más encuentros, coloquios, congresos; y en otro sentido, en redes, de intercambio, de circulación de las experiencias que los varones logremos hacer como prefiguración, como ensayo, de esa forma crítica y libre del ejercicio de opresión a la que aspiramos con eso de "antipatriarcales".

Por ejemplo, teniendo en cuenta la problematización de la paternidad o de la división sexual del trabajo, que viene ocurriendo en países vecinos, en Argentina no disponemos de tecnología política específica que interpele en contra de un modelo de masculinidad hegemónica, quiero decir, no tenemos políticas públicas nacionales ni de largo plazo que involucren la deconstrucción de los vectores de ciudadanía, cultura y educación por los que se reproduce el machismo; pienso en las experiencias que algunos colectivos de masculinidad de Brasil han logrado traducir a políticas públicas sobre paternidad responsable o licencia por paternidad.

La acumulación y visibilización de esas experiencias, de esos existenciarios, de esos agenciamientos, me parece, pueden ser las letras de las primeras palabras en un diálogo entre territorios, culturas, comunidades y Estados, que nos permitan tejer objetivos regionales entre varones a favor de erradicar toda forma de violencias patriarcal, y por qué no, capitalista y heterosexual. En todo ello, es urgente, necesario y fundamental, la guía de nuestras compañeras, porque son ellas las pioneras en estas formas de construcción política.

Compartir las diferentes formas de politizar lo personal; cada territorio, cada cultura, produce sus propias ilusiones, fantasías, de cómo debe ser o debería ser la experiencia dentro, fuera y en el borde de las masculinidades. La difusión de las estrategias que cada agenciamiento de varones encuentre para materializarlo, es una experiencia potencialmente enriquecedora para otros y otras que recién nos encontramos con la posibilidad de replantearnos estas luchas.

- Me consta que el colectivo de V.A. de Rosario tiene ante sí el reto de planificar y organizar el próximo Encuentro de los colectivos en Argentina. ¿Sobre que ejes se está luchando en la actualidad, que puedan suponer líneas de trabajo comunes para el encuentro de 2015?

Me resulta difícil pensar en una jerarquía de ejes de lucha; el encuentro en Rosario será el cuarto de una serie de encuentros que los colectivos venimos viviendo como los pulsos de nuestra vida política, de nuestra construcción como movimiento. La mayoría de esas acciones tienen que ver con multiplicar entre y desde existenciarios masculinos algunas luchas que vienen siendo motorizadas por los movimientos de mujeres, en las localidades en las que no reunimos, y a nivel Nacional, a través de las posibilidades que encontramos para trabajar en Red, entre las diferentes provincias en las que van apareciendo grupos de varones que quieran sumarse.

 
Históricamente los ejes de los encuentros han sido problematizar nuestro lugar en esta lucha, es decir, esto de pensarnos y decirnos varones feministas; que nos ha llevado a discutir y construir sobre los feminismos y sobre ejes que las compañeras nos han planteado: el machismo y el patriarcado imperante en las organizaciones de base, de la sociedad civil; la homofobia que regula el contacto y el afecto entre diferentes identidades masculinas; las diversas formas de violencia y micromachismos que ejercemos por ser socializados a través de los modelos hegemónicos de masculinidad; la denuncia y erradicación de toda forma de violencia hacia las compañeras; entre otros derivados, creo que esas han sido las líneas comunes que los diferentes colectivos y grupos de varones venimos trabajado.

Esas líneas vienen dadas por la dialéctica de los colectivos, tanto hacia dentro de la red como hacia fuera, con otras organizaciones compañeras, así como en la organización de cada Encuentro Nacional. Siempre organizamos los encuentros de forma colectiva, colaborativa y transversales; cada Colectivo toma responsabilidades específicas, integrales, garantizando acciones concretas en función de diferentes áreas trabajo; luego, además, cada grupo propone un eje específico para abordar durante el encuentro, en función de la experiencia que haya recorrido durante el año, asumiendo la responsabilidad de construir una metodología singular para trabajarlo; finalmente, desde nuestros inicios, la transversalidad nos ha llevado a quebrar las fronteras nacionales y recibir a compañeros y colectivos que vienen de otros países, con propuestas y reflexiones que nos exceden; creo que arriesgar desde ahora cuáles son los ejes para este IV Encuentro Nacional de Colectivos de Varones sería violentar toda esta lógica por la cual nos construimos.

Quizás valga recordar la experiencia de cierre y proyección del III Encuentro, que realizamos en la ciudad de La Plata, en noviembre del año pasado. Luego de tres días de plenarias, reuniones regionales, conversas libres, talleres específicos y acciones abiertas a la ciudad, por los que circulamos cerca de 200 varones acreditados, concluimos a través de una serie de proyecciones para el 2015.


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El mayor consenso estuvo ligado a visibilizar y potencializar la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, que abre un campo de acción muy amplio si nos amparamos en el lema de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito: "educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir". Cada una de las partes de esta oración, abre un campo de acción en el cual los varones buscamos involucrarnos: la difusión e implementación de una educación sexual integral; la difusión de tecnologías anticonceptivas, la disputa por normativas que faciliten el acceso a los derechos a la salud de las mujeres, así como la visibilización de las redes de socorrismo en situaciones de aborto.
 
En diálogo con esta problemática, hemos asumido el compromiso de llevar adelante acciones específicas con colectivas que luchan por la separación definitiva del Estado y la Iglesia Católica; porque no queremos que una institución tan dañina para la historia de la democracia de nuestro País, y tan violenta con las mujeres y las sexualidades disidentes, tome parte en las estrategias políticas por las que nuestros Estados deben garantizar el pleno acceso de derechos y ejercicio ciudadano.

Luego, por los saberes que se conjugaron en el III ENCV, estas proyecciones incluyen la urgencia de problematizar las diferentes paternidades, y profundizar la politización de nuestros cuerpos: lo afectivo, lo homoerótico, entre varones, con nuestro*s hij*s y compañer*s. Finalmente, de nuevo la pluralidad, en este caso de la presencia de compañeros y colectivos de otros países, nos obligan a tomar más seriamente nuestro funcionamiento como Red de Colectivos, a pensarnos en agendas regionales, en diálogo con experiencias vecinas, y en disputar las tecnologías políticas que nos permitan garantizar la movilidad y sustentabilidad de esa red.

Veo que esta serie de preguntas que hemos elaborado para guiar nuestra charla, se hizo cada vez más extensa, y siento que con esto último es buen momento para suspender el diálogo, hasta tanto las nuevas producciones ameriten nuevos mapas y cartas; quedémonos sobre estas últimas líneas, una suerte de agenda de utopías y urgencias, puestas como horizonte, para echarnos a andar.

Entrevista a Fede Abib por Pere Fullana.