domingo, 26 de junio de 2016

Mujeres contra mujeres, la trampa del patriarcado



Juliet Mitchell es psicoanalista y feminista, dos frentes que no terminan de amigarse pero cuya relación es inevitable para comprender la situación de las mujeres en la cultura.


Fundadora del Centro de Estudios de Género de la Universidad de Cambridge, hace ya cincuenta años escribió el artículo que la ubicó entre las voces protagónicas de la segunda ola feminista: “Mujeres, la revolución más larga”. Y el tiempo le dio la razón, pues la igualdad de género sigue siendo una tarea pendiente que da pasos adelante y hacia atrás. Juliet visitó el país invitada por el Doctorado en Psicología y el Instituto de Humanidades de la UDP –con el patrocinio de Fondecyt– y Theclinic conversò con ella sobre los aciertos y errores de un feminismo que, según cree, necesita pasar a una nueva fase.


El feminismo ha rechazado al psicoanálisis debido a conceptos como la envidia al pene, la supremacía fálica, la anatomía como destino predeterminado. ¿Qué validez tendrían hoy estos conceptos?


–Son conceptos que hay que mirar de manera crítica, no como hace cuarenta años. Por ejemplo, la envidia al pene no es al pene, sino una representación de la envidia al poder. Y aunque se trate de una representación, desde el feminismo no se usa mucho. ¿Acá se usa esa expresión?


Como una ofensa se usa mucho. Bajo la expresión “te falta pico”, para acusar que una mujer está haciendo algo motivada por la amargura o la envidia.


–En ese caso se trata de mujeres haciendo lo que les place. Lo que ocurre es que cuando una mujer hace cosas que la igualan a los hombres, son ellos los que ven envidia.


¿Y de qué manera crees que el saber del psicoanálisis sobre el deseo inconsciente podría aportar al feminismo?


–Ayuda a comprender la repetición compulsiva por la cual, sea lo que sea que las mujeres ganamos, volvemos siempre a la posición de segundo sexo. Los seres humanos tenemos, junto a la tendencia de movernos hacia delante, una tendencia regresiva representada por la pulsión de muerte, esta pulsión conservadora de ir hacia atrás. Y el psicoanálisis sirve para comprender este impulso que nos lleva a mantener el statu quo y hace del cambio algo tan difícil.


¿La idea de que el psiquismo femenino se orienta hacia la pasividad es una forma de empuje hacia atrás? ¿O habría placer en el sometimiento?


–Esa posición femenina es algo disponible para ambos géneros, pero el problema es que siempre ha sido devaluada, denigrada. La segunda ola feminista apuntaba a que los hombres también pudieran disponer de su lado pasivo. La pasividad tiene un rol positivo en las relaciones, para poder comprender al otro. Por ejemplo, ¿cómo comprender el llanto de un bebé si no es a través de la pasividad frente a esa acción?


Pero a las mujeres nos cuesta seguir viendo la pasividad como algo tan positivo. ¿Se puede aspirar a un amor sin pasividad?


–Todos queremos ser sujetos y no objetos, es legítimo que las mujeres queramos estar del lado de la actividad y no del objeto pasivo. Ahora, si ninguno de los géneros tiene apertura a ponerse del otro lado, se pierden la posibilidad y los beneficios de entender al otro, y se cae en mirarse sólo a uno mismo. Necesito pasividad para entender cómo te sientes, es importante para el amor. Pero ha sido devaluado por asociarse a un grupo social oprimido, las mujeres.


¿Crees, por ejemplo, que las mujeres para acceder al poder necesitamos masculinizarnos?


–Sería muy interesante que nadie tuviera que tener poder. Porque el poder siempre se ejerce sobre otro, nunca es algo neutral. Por eso es que nunca logramos estar demasiado felices. Es una lástima que todos busquemos poder.


Sobre mujeres con poder se dicen cosas como que Dilma es una inepta, Cristina K. una histérica, Bachelet alguien que se mueve por intuiciones.


–Son típicas denigraciones sexistas, que no tienen que ver con ellas como mandatarias. Es decir, las tres pueden cometer faltas como cualquiera, pero ese tipo de críticas son de género. Por lo demás, usar la intuición no es algo negativo. La intuición no es algo que caiga del cielo, viene de la experiencia.


¿No serán víctimas de explotar justamente esas habilidades blandas, cercanía, empatía?


–¿Y por qué no? ¿Cuál es el problema con eso? Si esas habilidades permiten entender ciertas situaciones, está bien. Pero se las atribuyen como faltas por el hecho de ser mujeres. ¿Has visto el nuevo gabinete de Brasil? ¡Compuesto sólo de hombres, como el de Corea del Norte!


Al mismo tiempo, se ponen de moda las nuevas primeras damas, como la Sra. Macri, la mujer de Temer en Brasil o la esposa de Trump. Todas mujeres bellas y jóvenes que se muestran subordinadas a los deseos masculinos.


–Es triste y es de cierta forma una traición al género. Porque ellas permiten ser usadas, objetivizadas, para ponerse en contra de otras mujeres. Es como un esclavo usado para atacar a otros esclavos.


¿Crees que el deseo de jugar a ser objeto de deseo, por ejemplo en la seducción, sería algo criticable?


–Hace muchos años tuve una intensa discusión sobre eso. El punto es cómo ser irónica en usarlo. Si necesitas cambiar la rueda del auto, pues usa tu encanto si eres una bella chica. Pero si eres una mujer sin encanto, ¿qué vas a usar? Es decir, sólo un pequeño grupo de mujeres puede usar eso. No digo que sea algo malvado, pero de todos modos es una forma de jugar en contra de otras mujeres.


Algunas mujeres dicen temerles a las feministas, se sienten criticadas si juegan a sexys o se depilan, porque las acusan de “regalonas del patriarcado”.


–Eso es profundamente antifeminista. El feminismo implica no estar en contra de otras mujeres. Definir cómo tiene que ser una mujer cierra el futuro. Y en esta revolución no sabemos qué va a ser un hombre y una mujer, es un futuro abierto. No podemos definir una posición ideal.


De hecho, a los transgénero se les permite jugar más con el imaginario femenino. Pero el rechazo a las mujeres parece venir tanto de hombres como de nosotras mismas.


–Ese es mi punto principal, y por eso la revolución de las mujeres es la más larga: la definición de ser una mujer, socialmente, es una definición oprimida en sí, es una definición negativa con relación al hombre. Se la define como objeto, por tanto no puede ser sujeto de su propia historia. Como el caso de la mujer agredida a la que le sacan los ojos: ahí se trata de que su cuerpo le pertenece al hombre. Ese es el corazón de la misoginia y de que lo que se entiende como “diferencia entre los sexos”: la objetivización de las mujeres entre los límites de una definición. Habría igualdad si todos pudiéramos ser sujetos activos y pasivos dependiendo del contexto, pero el punto es que para las mujeres parece algo definicional. Por eso las mujeres también denigramos a otras mujeres.


¿Cómo se entiende que algunas mujeres rechacen un movimiento a favor de ellas?


–Estuve hablando con una mujer exitosa, joven, atractiva, que decía no ser feminista. Pero al preguntarle qué haría en determinadas situaciones que no eran las suyas, reconocía que entonces lo sería. Ella no necesitaba ser feminista porque para ella la liberación ya estaba dada. Pero estaba en una posición temporal que pocas mujeres pueden tener, y si fuera vieja y fea, seguramente pensaría distinto. Entonces lo importante es que, si vas a ser parte de una élite por sólo cinco minutos, mejor no uses tu posición en contra de otras mujeres.


DE VUELTA A LA CASA


Se habla de una tendencia a la hipermaternidad. Una que lleva al extremo la “teoría del apego” del psicoanalista John Bowlby, promoviendo la lactancia extendida y el colecho. ¿Podría ser una nueva trampa o es una apropiación de la maternidad?


–¡Es un trampa total! Pobre de esa madre y de ese hijo. Probablemente nunca Bowlby estuvo tanto tiempo con sus hijos. Es idealizar una maternidad enloquecedora, nadie puede desear estar con un hijo las 24 horas, el bebé llora, no deja dormir. Esto empuja a negar lo que una mujer realmente puede sentir en la maternidad. Se trata de nuevo de la mujer como objeto, en este caso a través de esa maternidad idealizada. Naturalizar la maternidad es una cuestión ideológica. Es interesante, porque esto va y viene. En los tiempos del Flower Power apareció esto mismo, incluso en una parte progresista del movimiento.


Pero, al menos acá, parece políticamente incorrecto criticar a unas madres que defienden este ideal con furia. ¿Por qué esta tendencia retorna?


–Puede estar relacionado con la economía. La historia muestra que se promueve que las mujeres salgan a la calle a trabajar en tiempos de recesión o de transición económica, porque son mano de obra barata. Luego pasan a ser reserva trabajadora y se las devuelve al hogar. Bowlby planteó sus ideas en la posguerra, en tiempos donde las mujeres volvieron a casa. Hay que mirar siempre a la economía para ver qué está pasando con las mujeres.


¿Y por qué lo aceptamos, incluso gratamente?


–Porque para la mayoría la experiencia laboral no es demasiado grata: malos sueldos, malos trabajos. No hay igualdad en el trato, ni en los honorarios, ni en el trabajo. El hogar resulta un lugar más idealizado. Pero toda idealización tiene su contraparte, la denigración. Seguramente estas madres ideales del apego son la imagen de una élite, en cambio a la mujer pobre se le diría que salga a trabajar ya que mientras amamanta a uno tiene a otros hijos muriendo de hambre. Es una posición peligrosa, de un grupo reducido que es usado en contra de otras mujeres. Es la misma lógica que describíamos a propósito de las nuevas primeras damas.


Tenemos un gran problema si las mujeres actuamos en contra de nosotras mismas.


–Si el feminismo se trata de algo, es de decirles a las mujeres que no permitan ser usadas en contra de otras. Y esto ocurre cada vez que las mujeres usan su posición de privilegio olvidando que la mayoría no son eso. Mira en el metro cuántas calzan con la madre de Bowlby o con el tipo de amante de Trump. El patriarcado opera no sólo con la oposición de hombres contra las mujeres, sino también, de manera crucial, poniendo a mujeres contra mujeres. Tal oposición socava cualquier posibilidad de protesta de las mujeres contra su posición. El feminismo debe ir en esa vía: incluso las que no lo necesitan, las mujeres aún bellas y jóvenes, deben apoyar a las oprimidas. Es decir, el feminismo se trata fundamentalmente de promover la solidaridad entre mujeres. No se trata de querer a todas las mujeres, sino de solidarizar. No atacar, pero sí mostrar cuando una mujer permite ser usada por el patriarcado en contra de otras. Allende en su último discurso agradece en primer lugar a las mujeres, como grupo oprimido que apoya a otros grupos, esa es una señal muy potente. Pienso que se requiere de un nuevo movimiento.


¿Otro movimiento?


–Falta teorizar las posiciones de hombres y mujeres en esta nueva fase, en la que se ha incrementado la igualdad y esto parece ser una amenaza. Y la situación estructural de la mujer como objeto resiste. Necesitamos entender las repeticiones que vivimos. Por ejemplo, entender por qué los femicidios. Este punto es muy importante, y siempre aumenta cuando hay una situación económica complicada. Engels ya hacia esta observación por ahí por 1840: cuando la clase dominante, en este caso los hombres, pierde su estatus, ataca a las mujeres, ya que suponen que éstas no pueden estar en una mejor posición que ellos. Hombres humillados, sin trabajo, vuelcan su violencia hacia las mujeres. Es muy importante que exista una legislación fuerte en estas materias, ya que a mayor crisis, más violencia de género. Debiéramos estar muy atentos a eso, porque está empeorando. En este momento hay una muy mala posición para las mujeres, y quizás por eso viene esta compensación de las madres de Bowlby: volver a casa como señal de la precaución que debemos tener ante el aumento de la violencia. La idealización del hogar es sólo la distracción. En la historia esto pasa una y otra vez. Estaba presente en los años 50 y 60 y ahora está volviendo.


fuente: www.theclinic

domingo, 12 de junio de 2016

Las etapas de la vida

"Podemos dividir el período de vida de una persona en cuatro etapas: infancia, juventud, vejez y muerte. En cada una de estas etapas se producen cambios fundamentales.
En la infancia, nuestra sangre es fuerte y nuestra energía es plena. La mente y el cuerpo, el pensamiento y la acción, son uno. Todo lo que hacemos está en armonía con el orden natural. El niño no se ve afectado por las cosas que suceden a su alrededor. La virtud y la ética no pueden limitar su voluntad. Desnudo y libre de las convenciones sociales, sigue el camino natural del corazón.

Durante la juventud, nuestra sangre se eleva y se hace volátil. Aumentan el deseo, las preocupaciones y la ansiedad. Las circunstancias externas dirigen en esos momentos la aparición y la desaparición de las emociones. La voluntad y la intención son limitadas por las convenciones sociales. La competición, el conflicto y la planificación, constituyen la norma de las interacciones con los demás. La aprobación y la desaprobación de los demás se convierten en algo importante, y se pierde la expresión honrada y sincera de los pensamientos y de los sentimientos.

Durante la vejez, la fuerza de la sangre empieza a declinar. En consecuencia, también se debilitan el deseo y las preocupaciones. En comparación con los años de juventud, estamos más pacíficos y en armonía con nosotros mismos. Las convenciones sociales y las influencias externas tienen menos efecto sobre nosotros porque ya no estamos interesados en el heroísmo y en la competición. Aunque la persona mayor no se halle tan en armonía con el orden natural de las cosas como el niño, sin duda alguna es más fiel a sí mismo que cuando era joven.

Con la muerte, todo retorna a la calma. En ese momento no sabemos nada, no hacemos nada ni sentimos nada. Nuestra energía se une de nuevo a su fuente.

Confucio también habló de las etapas de la vida. Él la dividió en tres períodos: durante la juventud, nuestra sangre y nuestra energía están inestables. Por ello, en ese período necesitamos controlar nuestro deseo sexual. Con la madurez, nuestra sangre y nuestra energía son fuertes y agresivas. Por ello, en esta etapa de la vida, tenemos que domesticar nuestra naturaleza competitiva. Durante la vejez, nuestra sangre y nuestra energía son débiles. Por ello, en nuestros últimos años, tenemos que disolver nuestro apego a las cosas.

Tanto los taoístas como los confucianos proporcionan profundas comprensiones válidas de la naturaleza humana y de los cambios que se producen en nuestra vida. Para los confucianos, lo importante es entender lo que hay que hacer en cada período de la vida, de forma que podamos ser útiles a la sociedad, vivir de forma honorable e interactuar armoniosamente con los demás. Para los taoístas, lo importante es entender que la infancia, la juventud, la vejez y la muerte son etapas de la vida que debemos atravesar. Si entendemos esto, podemos aceptar los cambios que atravesamos y considerarlos como una secuencia natural de acontecimientos en el ciclo del nacimiento y de la muerte".

(Extraído del clásico taoísta "Lie Tsé o libro de la Perfecta Vacuidad", versión de Eva Wong)

sábado, 4 de junio de 2016

Me dejé violar por amor

Hace días que estoy dándole muchas vueltas a publicar o no esta historia. Lo cómodo es guardarlo para mí; total, solamente han sido dos agresiones más de las múltiples que he recibido en mi vida. Si he podido sobrevivir sin traumas, también sobreviviré a estas… y tampoco es “tan grave”…

Finalmente he decidido hacerlo público, por varios motivos. En primer lugar, porque me he hecho pública y me he mediatizado, precisamente en un tema, el de la prostitución, que desata duros debates dentro del feminismo. Mi postura, como prostituta que soy (esto es, me gano la vida prostituyéndome desde el año 1989), es defender los derechos fundamentales de las personas que ejercen la prostitución -no así la de los “empresarios”, que quede claro-: lucho contra el estigma de la prostituta y contra que se nos trate como “pobrecitas” que no sabemos tomar decisiones ni asumir riesgos. Asimismo, defiendo que no todos los hombres que recurren al sexo de pago son maltratadores, ni violadores, sino que, mayoritariamente, las relaciones se pactan entre adultos (prácticas sexuales a realizar, obligación de usar preservativo, tiempo, etc.).

Cuando me preguntan si nunca he sido agredida por parte de algún cliente, -aunque solo sea por estadística, me tenía que haber tocado- mi respuesta es ‘no, jamás he sido agredida por ninguno de los ya decenas de miles de hombres con los que he tenido relaciones’. ¿Que ha habido y hay agresores potenciales? Por supuesto, he sido testigo y he llorado con compañeras, pero en mi caso, he sabido prevenir las situaciones de riesgo potencial. Tampoco consiento el acoso callejero y sé enfrentarme a esos acosadores. Entonces, ¿en qué contexto he sufrido agresiones? En la vida cotidiana, fuera del ámbito de la prostitución, y siempre, siempre, con hombres con los que había una relación previa de confianza: hombres de mi familia, vecinos del barrio, jefes en varios de los trabajos que he tenido, compañeros de trabajo y un “enamoramiento” por parte mía (leáse la “emoción del anamoramiento”).. Sí, he sufrido acoso sexual, abusos sexuales, y finalmente dos violaciones por parte de hombres de mi entorno de confianza.

Cuando publiqué mi libro ‘Una mala mujer’, ya expliqué los malos tratos y la violencia en la que nací y crecí, por parte de mi padre y mi madre; después, una violación por parte de los vecinos “gamberros” del barrio, cuando tenía 12 años, así como los abusos sexuales, de uno de mis jefes, en los que realmente me sentía “puta” y sucia, pero por miedo a perder el trabajo, una mierda de trabajo, todo hay que decirlo, porque no salía de la miseria, accedía a todo lo que él me pedía, fingiendo que a mí también me gustaba ser “su amante”, pero ni él me gustaba, ni yo quería tener relaciones con él, las tenía por puro miedo. No expliqué otros episodios de tocamientos, también en la adolescencia, con dos primos, que a mí me dejaron entre sentir la excitación por lo prohibido y el asco que me daba que me tocaran, porque no me pedían permiso, simplemente lo hacían y punto y yo, pues yo me dejaba…

Y así, con estos antecedentes, llegamos a la actualidad: ¿Cómo es que una mujer que en 26 años ejerciendo la prostitución jamás ha sido agredida por ningún cliente es violada y abusada sexualmente -“tocamientos” por encima de la ropa por parte de un conocido y que ahora no relataré para no extenderme- en cuestión de semanas? Pues desde aquel episodio de los 12 años, y que yo pensé que nunca más me volvería a pasar, he sido violada por enamoramiento, por ese estado de imbecilidad que me dejó bloqueada y me impidió reaccionar.

Es un hombre que conocí por las redes sociales, que previamente admiraba mucho, que un día dio un paso de acercamiento y yo por esa admiración bajé la guardia, que supo ilusionarme primero, y después enamorarme, con bonitas palabras, y haciendo apreciaciones sobre mis inquietudes y con un sexo virtual muy excitante y que francamente disfruté. Finalmente, llegué a creerme que de verdad le importaba como persona, que no le importaba que me ganase la vida como prostituta, porque me implicó totalmente en su vida cotidiana, dándome a conocer a su familia, diciéndome que estaba en proceso de separación, me decía que me amaba… Cuando llegó el momento de conocernos en persona, yo deseaba ese encuentro sexual. Lo que no me esperaba, porque nada de su actitud me lo había hecho sospechar, es que iba a ser tan agresivo.

Nos citamos en un hotel, yo llegué antes y lo esperaba excitada y con ansía, tenía preparado el preservativo, encima de la mesita… Él llegó puntual y, después de cuatro besos, cuatro besos literalmente, dados de cualquier manera (que ya me tenían que haber alertado), me empezó a tocar agresivamente, muy bruto, los senos, la vagina por debajo del vestido, y en ese momento yo ya me bloqueé, fui incapaz de pararle, de frenarle, de decirle “¡oye no seas tan bruto!”, de empujarle. ¿Lo demás? Ya no soy capaz de recordar detalles, sé que en un instante estaba tirada en la cama y sin bragas y el sólo se bajó los pantalones y sencillamente me penetró, así tal cuál. Eso sí, se corrió enseguida, terminó, se levantó, “me tengo que ir”… Todo en apenas unos minutos…

Y yo me quedé llorando, pensando: “Pero… ¿qué ha pasado? Sí… ¡Me ha violado!” Y sí, “me la he metido sin preservativo”, “no me ha preguntado si puedo quedarme embarazada, o si tomo anticonceptivos”, “no me ha preguntado qué me gustaba y qué no”, “no era así como teníamos que haber estado”, “¿cómo no he sido capaz de salir de la habitación, nada más tocarme de esa manera?”… “pero… pero… ¿cómo he podido dejar que me tratara así? y ¿qué hago ahora?”, “¿Por qué me ha pasado esto y he bajado la guardia?” Después de varios días de meditar, se lo conté a dos “amigas”, lo vieron más como una aventura que había salido mal. Solamente una compañera de trabajo, es decir, prostituta, tuvo empatía conmigo y coincidía conmigo en identificarlo como violencia machista, además sin ningún escrúpulo, hacía las mujeres incluida su propia mujer.

Todo esto es reflejo de la violencia estructural machista. Un grave problema de educación machista, que arrastramos generación tras generación, por el que las mujeres no tenemos y nos cuesta encontrar las herramientas necesarias para saber gestionar las emociones como el miedo o el enamoramiento. Ese “amor romántico” que internalizamos desde pequeñitas y que hace que nos entreguemos, sin más cuestionamientos, y que por más que luego aprendamos y sepamos que es una construcción cultural perversa, ¡qué difícil es no caer en sus redes! Nos afecta a todas las mujeres, sin distinción de niveles socioculturales, en mayor o menor medida… Y me indigna más si cabe porque, en mi caso particular, en el contexto de sexo de pago lo controlo todo y reacciono, no me bloqueo.

Así es la magnitud y la sutileza de esta violencia machista. Todas las mujeres somos vulnerables, tenemos mucho que hacer si queremos dejar el mundo mejor que lo hemos encontrado y evitar que las siguientes generaciones sigan reproduciendo esta estructura. Me indigna que no tengamos una educación sexual y afectiva desde la niñez… No sé qué más decir… Solo espero que compartiendo esta experiencia, si todavía no hay quién conozca la envergadura de esta violencia machista, sea plenamente consciente de cómo se manifiesta. Una violación no es solamente que seamos violadas a la fuerza, con amenazas y agresiones físicas, una violación también se da cuando un estado emocional provocado por esa educación nos impide reaccionar, y no solo el miedo a recibir una agresión mayor o el miedo al rechazo o el miedo a que piense que “soy una estrecha”.

Si me defino como feminista es porque lucho para que las mujeres podamos expresarnos como realmente queramos, cada una en su contexto y en sus circunstancias personales, y que no seamos oprimidas por esta cultura machista que hace que seamos incapaces de decir: “¡No, así no!” y “¡nada ni nadie me va a impedir que, por ser mujer, no pueda ser yo, ni pueda realizar mis sueños!”

Por Montse Neira

Prostituta, madre, activista feminista, investigadora social, y a veces ¡pienso! Y afronto mis contradicciones. http://prostitucion-visionobjetiva.blogspot.com/

- See more at: http://www.pikaramagazine.com/2015/06/me-deje-violar-por-amor/#sthash.kUc4xmpR.dpuf
Hace días que estoy dándole muchas vueltas a publicar o no esta historia. Lo cómodo es guardarlo para mí; total, solamente han sido dos agresiones más de las múltiples que he recibido en mi vida. Si he podido sobrevivir sin traumas, también sobreviviré a estas… y tampoco es “tan grave”…
Finalmente he decidido hacerlo público, por varios motivos. En primer lugar, porque me he hecho pública y me he mediatizado, precisamente en un tema, el de la prostitución, que desata duros debates dentro del feminismo. Mi postura, como prostituta que soy (esto es, me gano la vida prostituyéndome desde el año 1989), es defender los derechos fundamentales de las personas que ejercen la prostitución -no así la de los “empresarios”, que quede claro-: lucho contra el estigma de la prostituta y contra que se nos trate como “pobrecitas” que no sabemos tomar decisiones ni asumir riesgos. Asimismo, defiendo que no todos los hombres que recurren al sexo de pago son maltratadores, ni violadores, sino que, mayoritariamente, las relaciones se pactan entre adultos (prácticas sexuales a realizar, obligación de usar preservativo, tiempo, etc.).
- See more at: http://www.pikaramagazine.com/2015/06/me-deje-violar-por-amor/#sthash.kUc4xmpR.dpuf