lunes, 21 de octubre de 2013

Ritos sexuales y amorosos en las culturas del mundo.

En la tribu de los mendi, de Nueva Guinea, se produce un curioso cortejo amoroso llamado "tanim het". Durante el mismo, las parejas de enamorados se frotan mutuamente, cada vez con mayor rapidez. Finalmente, hacen el amor sobre el suelo, cubierto con hojas de caña de azúcar.





La localidad leridana de Isil, España, ha preservado una antigua fiesta de iniciación sexual: las Fallas de Isil. La tarde previa al solsticio de verano, los jovenes solteros suben a las cimas circundantes mas elevadas a buscar el fuego solar, al anochecer bajan cargando troncos prendidos a la espalda. En el pueblo les esperan las chicas solteras, cada una escoge a un chico, al que le da un ramito de plantas afrodisiacas y abortivas. Despues, pasan la noche juntos.




En 1938 se observó que las jóvenes Dahomey llevan en su mejilla izquierda una pequeña escarificación en forma circular. Dicha señal palidece cuando están emocionadas, y significa que es allí donde hay que besarlas. En la parte interna de los muslos llevaban una red de turbadores incisiones llamadas zidón ("empújame").





Entre los miembros de la etnia nuba, habitantes de la zona meridional de Sudán, el amor funciona de una maneras muy libre, pero plantea una gran exigencia física. Para acceder al interior de la cámara nupcial es necesario estar delgado y tener gran agilidad, ya que el único acceso a este espacio intimo es un pequeño orificio de 35 centímetros de diámetro, situado a un metro y medio de altura. El sistema resulta incómodo, pero tiene una finalidad muy precisa: proteger el habitáculo del viento, el calor, y sobre todo de las terribles serpientes. 



Cada muchacha designa a su compañero, levantando la pierna sobre los hombros del elegido. Este no puede mirar, solo guiarse por las sensaciones olfativas que desprende la joven, convenientemente embadurnada de aceites y cremas. Esta tribu considera el amor como una actividad refinada, que va unida a la música y la danza.




En el estado de Madya Pradesh, al noroeste de la India, los jóvenes muria son iniciados en la práctica del amor por otros chicos y chicas mayores en una choza comunal llamada "ghotul". Antes de realizar el acto amatorio, los adolescentes de ambos sexos acostumbran  a danzar alrededor del lugar. Actualmente, la visita de su territorio, que se halla bajo la vigilancia del ejercito indio, esta prohibida a los fotógrafos y cámaras extranjeros. Sin embargo, en 1991, el reportero Philippe Body pudo comprobar que la costumbre de acudir al ghotul seguía vigente. En los años cincuenta, un pastor ingles llamado Verrier Elwin, pasó un tiempo con los muria y les interrogó sobre la procedencia de esta institución. "Es para que los chavales nos dejen en paz!", bromeaba un viejo señalando a los niños, "¡menudos bichos! Estábamos hartos de sus jaleos, del ruido que armaban. Así que decidimos hacerles una casa". En realidad, admiten otros, se trata de alejar a los niños de la estera donde los padres se enlazan entre gemidos. Ocurre que los matrimonios son concertados por los parientes, incluyendo el pacto de la dote. Si tanto uno como la otra se han acostado con todos los miembros del ghotul, la curiosidad sexual habrá sido satisfecha, y las tentaciones adulteras se reducirán tras el matrimonio. Elwin perdió la fe para seguir la doctrina de Gandhi.




En Chad, antes de bailar frenéticamente ante los jóvenes, las muchachas de la tribu sara son objeto de un "curioso" ritual estético y erótico. Con una cuchilla, se les practica una incisión sobre el vientre hasta formar un dibujo. Después les arrojan ceniza en la cicatriz para aumentar el relieve.


En algunas partes del Congo y Abisinia, las matronas enseñan danzas eróticas a sus pupilas y las preparan para el acto sexual a fuerza de masajes íntimos.


En las montañas de Yunán (China), tiene lugar un caso único en el mundo. Allí, los campesinos "Na" o Mo-so (Mosuo) no se casan jamás, y los hijos carecen de padre conocido. Las mujeres permanecen durante toda su vida con sus hermanos y hermanas, cuidando en comunidad a los hijos de cada una. Mientras tanto, reciben ocasionalmente la visita nocturna de algún amante furtivo, que nunca será reconocido como progenitor. Es, quizá, el legado de una época en la que era frecuente que los padres murieran en guerras, vivieran como nómadas o fueran monjes budistas que habían hecho voto de castidad y, por consiguiente, no iban a reconocer a su descendencia. En ausencia de los hombres, las mujeres recogían las cosechas, daban de comer a las familias e imponían las normas. Por su parte , sus hermanos y tíos maternos visitarán las casas de otras mujeres. "Cuando un galán quiere probar una bella mujer que lo mira, le birla la cesta o el gorro. Si ella se enfada, no hay nada que hacer. Si sonríe, es que está dispuesta." cuenta el etnólogo chino Cai Hua. Ahora bien, "sin saberlo, una mujer puede ser fecundada por un medio hermano natural, un tío, o un sobrino desconocido, llegado de otro caserío" "El incesto sólo existe dentro de una misma casa". En la intimidad del hogar, el tabú es acatado con la mayor severidad: una chica no mira la televisión en compañía de un hermano o un tío materno, no anda en la oscuridad cerca de él, no baila ante sus ojos. Entre ellos, toda emoción compartida sería una vergüenza.

 

En Níger, durante la celebración de la fiesta anual llamada "worso", que marca el fin de la estación de lluvias y la renovación de la vegetación, los jóvenes bororo se maquillan profusamente para participar en una suerte de concurso de belleza llamado geerewol. Los jóvenes bailan alineados frente al jurado, formado por las mujeres. La operación del maquillaje es primordial, y puede durar seis días y seis noches. Todos los danzantes van pintados de la misma manera con el fin de que sólo la belleza de cada uno sea el criterio de elección. Después, beben una infusión estimulante a base de hierbas y cortezas mezcladas con leche con el fin de aguantar en plenas condiciones. Mientras bailan, deben lucir lo blanco de sus ojos y su dentadura.Tras el desfile, ellas eligen pareja y se dirigen a los afortunados a consumar el acto sexual en la maleza. Las esposas insatisfechas pueden escoger un nuevo marido tras sacrificar un animal.




En el pueblo kalash, en la región de Hindu Kus, al norte de Pakistán, en el solsticio de invierno celebran una fiesta llamada chaumos, verdadera orgía verbal para exaltar el amor y la fecundidad. No faltan insultos entre los habitantes de distintas aldeas, y al final de la fiesta, los hombres se visten de mujeres y viceversa, y de esta guisa se lanzan todo tipo de obscenidades y provocaciones sexuales que encienden los deseos colectivos, también ayudados por el vino (no son musulmanes). Sólo después del sacrificio de cabras, pueden formarse las parejas por la noche. Se trata de acrecentar el deseo para que parejas y rebaños sean fecundados en los tiempos de abstinencia invernal. "El lenguaje del pene" dicen los kalsh, sirve para apretar lazos y regenerar fuerzas vitales.






Los u'wa constituyen un peculiar grupo étnico de 3.000 miembros que viven replegados en las verdes montañas cubiertas de selva tropical del noreste colombiano. Consideran que sus tierras son sagradas, y han conseguido rechazar a todos los intrusos, desde los españoles a los soldados del ejército colombiano o los guerrilleros. Entre sus costumbres figura una. Al llevar a la pubertad, las jóvenes deben cubrirse la cabeza con una máscara-gorro hecha de hojas de palmera, que lucirán a la vista de todos durante cuatro años, hasta el momento de su matrimonio.


Entre los inuit del Ártico, en el pasado, está comprobado que el mayor índice de abortos naturales de las mujeres, venían provocados por los viajes en trineo de perros. Entonces, los hombres en esa situación cedían a su mujer embarazada a su mejor amigo y éste le cedía su mujer que no estaba embarazada, ya que el trabajo de la mujer en las expediciones era esencial: curtía las pieles, preparaba los vestidos, cocinaba, mantenía el hogar caliente. Si esta mujer durante el trayecto quedaba embarazada, se consideraba que el bebé no era del padre biológico sino del adoptivo. En la actualidad, el intercambio es por placer, sexo por sexo, el único requisito es que no te enamores, y tiene que haber un consentimiento de las cuatro partes. Si le preguntamos a una mujer si se intercambia, dirá que no, que lo que hace es intercambiar los hombres. Por eso, si en secreto el hombre continua con una esposa de otro, lo que hace es matar a su propia esposa si ésta no acepta el intercambio, ya que se considera adulterio. Después, se suicida. De esta manera, evita que la familia de su esposa le acabe matando. Esto está aceptado socialmente, de hecho las autoridades no se meten en estos temas.






En las Islas Trobiand, el padre no llega a conocer a su hijo hasta pasadas seis semanas, en las que la madre está recogida en la choza. A partir de entonces, él se ocupará del pequeño tanto como la madre, pero nunca será reconocida su paternidad. El parentesco sigue únicamente la linea materna; de ella depende la adscripción al grupo familiar y la sucesión de los bienes y propiedades. Y es que los trobiandeses niegan al semen cualquier papel en la procreación: la mujer se queda embarazada cuando un niño-espíritu se introduce, trepando, en su vagina. El padre sólo ensancha el camino.


Entre los murngin de Australia, existía la creencia que los niño-espíritu viven en la profundidad de algunos pozos sagrados. Uno de estos espíritus aparece en los sueños del padre y le pide la mujer que va a ser su madre. Cuando esta mujer pasa cerca del pozo, el espíritu sale nadando como pez y se le introduce.



Los Huaorani, no erotizan ni sexualizan su sensualidad: sensualizan la vida en común. La necesidad de confortabilidad y de contacto físico no se interpreta como sexual, y el deseo de afecto no se toma como deseo de sexo. No erotizan las relaciones íntimas y tampoco tienen categorizaciones que distingan unos comportamientos sexuales de otros (homosexualidad, heterosexualidad, bisexualidad...). Los huaorani saben que el sexo es necesario para perpetuarse y por tanto toda su sexualidad va dirigida sólamente a fines reproductivos. Para ellos hacer sexo es simplemente dos personas (hombre y mujer) realizando el coito en una hamaca, con fines reproductivos. Como es difícil que una mujer se quede embarazada en el primer coito, todos deben contribuir a la creación de niños, de ahí que no sea raro que varios hombres pasen por la misma hamaca de una mujer. Repetir las relaciones sexuales se considera necesario para que una mujer quede embarazada y para que el feto crezca. 
Los tamil de Malabar, en la India, también creen que el semen de varios varones diferentes contribuyen al desarrollo de un mismo feto.
Entre los barís de Venezuela, si una mujer embarazada mantiene relaciones con otro hombre, se cree que parte de su sustancia contribuye a la formación del nuevo niño. Aunque al marido se le reconoce como padre primordial, los amantes también tienen responsabilidades paternas. En general, los maridos no se oponían a las relaciones extra-matrimoniales. Cuando dan a luz, deben nombrar a todos los amantes por el bien del niño, pues estos padres secundarios le van a suministrar parte de sus recursos, su pesca y su caza.




“No puedes ahumar bien el pescado fresco si le pones el fuego encima. Pon la leña debajo”, reza el viejo proverbio de la etnia gun. No siempre es fácil descifrar los códigos y las claves ocultas en los cuentos y las historias eróticas africanas, pero Agnès Agboton, cuentacuentos beninesa e investigadora de la narración oral de su país, lo entendió. Entre los honvienu, un pueblo de Benín, la posición sexual del misionero (hombre arriba, mujer abajo) se considera superficial e incompleta. Dicho de otra manera: “Para que el humo penetre bien en el pescado, la leña debe arder debajo”. En Benin, cuenta, para decir “Te quiero” usan una expresión que significa “me gusta tu olor”. y llaman al sexo femenino también con el nombre de nesuhue, que significa “el refugio del falo”.
Los ashanti creen que la madre sólo aporta la sangre, y que sólo determina las características físicas de hijo, mientras que el espíritu y el temperamento son producto del semen del padre.
Los alorese de Indonesia creen que el hijo se forma a partir de una mezcla de fluidos seminales y menstruales, que se acumulan durante dos meses antes de solidificarse.
Los inuit creían que en embarazo se producía cuando un niño espíritu trepaba por las orejas de las botas de una mujer y era alimentado por el semen.  



La poliginia es una costumbre conocida entre algunas tribus africanas y de los árabes de alto rango, aunque también los mormones relanzaron el viejo hábito hebreo del matrimonio plural. Por ejemplo, en el reino azandé de Sudán, como los ricos tenían muchas mujeres, éstas se convertían en un bien escaso, así que los jóvenes guerreros de la corte tomaban como esposa a un adolescente de su mismo sexo que cumplía con todas las funciones sexuales, domésticas y agrícolas, hasta que se casaba con una mujer.  

La poliandria es admitida por muy pocos pueblos del mundo. Una de ellas es la etnia tibetana de nyinbas, en el noroeste de Nepal, donde se registra un curioso caso de matrimonio de una mujer con todos los hermanos de una familia. Si no tiene hijos, una segunda hermana puede unirse al matrimonio. La mujer también hereda la propiedad de la tierra para evitar que ésta se fragmente. También se da la poliandría entre los tre-ba del Tíbet, los indígenas Bhotias / Butias de Kumaon, y los tamil de la India.
Los nayar, en el Sudeste de la India, los niños siguen la línea de filiación materna, y las mujeres, a parte de su marido legal o ‘Pater’, pueden tener diferentes amantes o ‘Genitor’, que son los que engendran a su prole. Entre los mosuo de China, ni siquiera reconocen al padre.
Una forma aún más rara es cuando una sociedad permite a la pareja tomar tanto múltiples esposos como esposas . La tribu amazónica Zoe todavía practica este tipo de relaciones y enlaces que combina la poliginia y la poliandria.




El antropólogo Malinowski se debatía en su choza: "Me falta ella. Su cuerpo se me antoja idealmente bello y sagrado. Tengo sueños eróticos..." "He vuelto a ver en sueños a mis figuras ideales: Zenia, T., N., dormidas en una misma habitación, separadas por tabiques de chapa ondulada." escribía en su diario. Al estallar la Pimera guerra mundial, se vió atrapado en las islas Trobiand en Melanesia. "La castidad es una virtud desconocida para estos trobiandeses" escribía. Desde la pubertad, los adolescentes van al bukumatula, una casa apartada donde se ejercitan en las técnicas amatorias. Otra tradición establece que las muchachas no casadas sirvan la comida a los visitantes venidos de lejos, y que a los postres se ofrezcan en son de bienvenida. Las mujeres "persiguen a todo extranjero macho, le arrancan la hoja púbica y lo maltratan de la forma más ignominiosa" escribía en Los argonautas. Pero en las sociedades aparentemente más liberales hay reglas, tabúes que imposibilitan ciertas categorías de relaciones, nos dice.  



Y es que la promiscuidad del buen salvaje en el que soñaban Rousseau o el pintor Gauguin en las islas Marquesas, 

que murió sifilítico y desencantado, 

no existe.


Original: http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2013/01/ritos-sexuales-y-amorosos-en-las.html

domingo, 6 de octubre de 2013

¿Cuánto contamina la comida que se tira?

“Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola” -
Miguel Hernández (“El Hambre”, El hombre acecha)
Sí, ya lo sabemos, pero no está de más repetirlo e incluso gritarlo hasta quedarnos roncos: en el mundo 870 millones de personas pasan hambre o están malnutridas (el 15% de la población total) y en España un número creciente de familias se enfrenta al fantasma de la mala nutrición e incluso el hambre. Lo que no todo el mundo sabe es que casi un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se dilapidan. Una macabra ironía, sin duda: gente muere de hambre y a la vez tiramos comida. Pero este asunto del despilfarro adquiere un tinte aún más dramático si además consideramos el impacto que tiene desde un punto de vista medioambiental. ¿Sabemos cuánto cuesta producir, transportar y cocinar esta comida? ¿Sabemos las enormes repercusiones que tiene sobre el suelo, el clima o la biodiversidad?
Arrojemos algo de luz. Hace escasos días la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO en sus siglas en inglés) hizo público “La huella del desperdicio de alimentos: impactos en los recursos naturales“, un estudio que analiza los efectos del despilfarro alimentario desde una perspectiva medioambiental. Una primera conclusión es que los costes directos pueden alcanzar 750.000 millones de dólares. Pero a ese coste “económico” hay que añadir el coste medioambiental de la comida que tiramos. Veamos:
1)    La producción, el transporte y la manipulación de alimentos son actividades que emiten una gran cantidad de gases con efecto invernadero. Es lo que se conoce como huella de carbono y se expresa en kilos de CO2. Pues bien, toda la comida que lanzamos genera unas 3,3 Gigatoneladas de CO2. Esta cifra es mucho mayor que las emisiones de CO2 de casi cualquier país del mundo. De hecho si “dilapidar comida” fuera un país, sería el tercer país con más emisiones de CO2 (solo por detrás de China y Estados Unidos).
2)    Nuestro modelo actual de producción alimentaria se caracteriza también por una utilización masiva de agua para, entre otras cosas, regar los campos o dar de beber al ganado. Este consumo es lo que se conoce como huella hídrica o de agua. Se calcula que en un año la comida dilapidada consume 250 km3 de agua. Esta cantidad equivale a todo el volumen del Lago Léman (Suiza) o al caudal que anualmente mueve el Río Volga.
3)    Asimismo, nuestro modelo de producción alimentaria requiere un uso voraz de tierra para cultivos y pastos. Como reconocen muchos expertos la deforestación de la Tierra – en particular, transformar bosques en suelo agrícola – es uno de los efectos más visibles de la mano del ser humano. Se calcula que el 28% de la superficie de la Tierra dedicada a cultivo sirve  para producir “comida que tiramos”. Se trata de una superficie más grande que Estados Unidos o China. De hecho, solo la Federación Rusa es más extensa que la “república independiente de la comida que se tira”. La deforestación también tiene un enorme impacto en la biodiversidad. Muchos ecosistemas son arrasados y la lista de especies en peligro de extinción no deja de crecer.
Queda claro que este ritmo es insostenible y que ya es hora que nos pongamos manos a la obra para acabar con el sinsentido del despilfarro. Los gobernantes tienen mucho que hacer; las empresas de alimentación también. Pero tú, lector y consumidor, también puedes impulsar el cambio. Es muy sencillo: no tires más comida. En caso de duda recuerda: para producir una hamburguesa necesitamos unos 16.000 litros de agua. Manuel Bruscas, El País

lunes, 23 de septiembre de 2013

¿Qué debe saber unx niña de 4 años?

Hace poco, en un foro sobre la educación de los hijos, leí una entrada de una madre preocupada porque sus hijos, de cuatro años y año y medio, no sabían lo suficiente. "¿Qué debe saber un niño de cuatro años?", preguntaba.

Las respuestas que leí no solo me entristecieron sino que me irritaron. Una madre indicaba una lista de todas las cosas que sabía su hijo. Contar hasta 100, los planetas, escribir su nombre y apellido, y así sucesivamente. Otras presumían de que sus hijos sabían muchas más cosas, incluso los de tres años. Algunas incluían enlaces a páginas con listas de lo que debe saber un niño a cada edad. Solo unas pocas decían que cada niño se desarrolla a su propio ritmo y que no hay que preocuparse.

Me molestó mucho que la respuesta de esas mujeres a una madre angustiada fuera añadirle más preocupación, con listas de todo lo que sabían hacer sus hijos y los de ella no. Somos una cultura tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han convertido en trofeos de los que presumir. La infancia no debe ser una carrera.

Por todo ello, he decidido proponer mi lista de lo que debe saber un niño (o una niña) de cuatro años:

  1. Debe saber que la quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento
  2. Debe saber que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe conocer sus derechos y que su familia siempre le va a apoyar.
  3. Debe saber reír, hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
  4. Debe saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se le va a dejar dedicarse a ello. Si no le apetece nada aprender los números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el barro.
  5. Debe saber que el mundo es mágico y ella también. Debe saber que es fantástica, lista, creativa, compasiva y maravillosa. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de hadas es tan importante como practicar la fonética. Mejor dicho, mucho más.

Pero más importante es lo que deben saber los padres:

  1. Que cada niño aprende a andar, hablar, leer y hacer cálculos a su propio ritmo, y que eso no influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos después.
  2. Que el factor que más influye en el buen rendimiento académico y las buenas notas en el futuro es que leer a los niños de pequeños. No las fichas, ni los manuales, ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más rutilantes, sino que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o ambos) a sentarse a leerles buenos libros.
  3. Que ser el niño más listo o más estudioso de la clase nunca ha significado ser el más feliz. Estamos tan obsesionados por tratar de dar a nuestros hijos todas las "ventajas" que lo que les estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y llenas de tensión como las nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una niñez sencilla y despreocupada.
  4. Que nuestros niños merecen vivir rodeados de libros, naturaleza, utensilios artísticos y la libertad para explorarlos. La mayoría de nosotros podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros hijos y no los echarían de menos, pero algunos son importantes: juguetes como los LEGO y las construcciones, juguetes creativos como los materiales artísticos de todo tipo (buenos), los instrumentos musicales (tanto clásicos como multiculturales), disfraces, y libros y más libros (cosas, por cierto, que muchas veces se pueden conseguir muy baratas en tiendas de segunda mano). Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para jugar con montoncitos de alubias secas en el taburete (supervisados, por supuesto), amasar pan y ponerlo todo perdido, usar pintura, plastilina y purpurina en la mesa de la cocina mientras hacemos la cena aunque lo salpiquen todo, tener un rincón en el jardín en que puedan arrancar la hierba y hacer un cajón de barro.
  5. Que nuestros hijos necesitan tenernos más. Hemos aprendido tan bien eso de que necesitamos cuidar de nosotros mismos que algunos lo usamos como excusa para que otros cuiden de nuestros hijos. Claro que todos necesitamos tiempo para un baño tranquilo, ver a los amigos, un rato para despejar la cabeza y, de vez en cuando, algo de vida aparte de los hijos. Pero vivimos en una época en la que las revistas para padres recomiendan que tratemos de dedicar 10 minutos diarios a cada hijo y prever un sábado al mes dedicado a la familia. ¡Qué horror! Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los ordenadores, las actividades extraescolares, las clases de ballet, los grupos organizados para jugar y los entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS. Necesitan a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho durante el día, unas madres que se sienten a hacer manualidades con ellos, padres y madres que les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que demos paseos con ellos en las noches de primavera sin importarnos que el pequeñajo vaya a 150 metros por hora. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena aunque tardemos el doble y trabajemos el doble. Tienen derecho a saber que para nosotros son una prioridad y que nos encanta verdaderamente estar con ellos.

Y volviendo a esas listas de lo que saben los niños de cuatro años...

Sé que es natural comparar a nuestros hijos con otros niños y querer asegurarnos de que estamos haciendo todo lo posible por ellos. He aquí una lista de lo que se suele enseñar a los niños de esa edad y lo que deberían saber al acabar cada curso escolar, a partir del preescolar.

Como nosotros estamos educando a nuestros hijos en casa, yo suelo imprimir esas listas para comprobar si hay algo que falte de forma llamativa en lo que están aprendiendo. Hasta ahora no ha sucedido, pero a veces obtengo ideas sobre posibles temas para juegos o libros que sacar de la biblioteca pública. Tanto si los niños van al colegio como si no, las listas pueden ser útiles para ver lo que otros están aprendiendo, y pueden ayudar a tranquilizarnos sabiendo que van muy bien.

Si existen aspectos en los que parece que un niño está por detrás, hay que darse cuenta que eso no indica ningún fracaso, ni del niño ni de sus padres. Simplemente, es una laguna. Los niños aprenden lo que tienen alrededor, y la idea de que todos deben saber esas 15 cosas a una edad concreta es una tontería. Aun así, si queremos que las aprenda, lo que tenemos que hacer es introducirlas en la vida normal, jugar con ellas, y las absorberá de manera natural. Si contamos hasta 60 cuando estamos haciendo la masa de un bizcocho, aprenderá a contar. Podemos sacar de la biblioteca libros divertidos sobre el espacio o el abecedario. Experimentar con todo, desde la nieve hasta los colores de los alimentos. Todo irá entrando con más naturalidad, más diversión y muchas menos presiones.

Sin embargo, mi consejo favorito sobre los niños pequeños es el que aparece en esta página.
¿Qué necesita un niño de cuatro años?

Mucho menos de lo que pensamos, y mucho más.

Enlace al artículo original: http://www.huffingtonpost.es/alicia-bayer-/que-debe-saber-un-nino-de_b_3955952.html

viernes, 5 de julio de 2013

‘La edad normal del destete debe estar entre los dos años y medio y los siete’, entrevista al pediatra Carlos González



Ser padre no es fácil, pero es, sin duda, una de las aventuras más gratificantes que te regala la vida. Por esa razón quizás, son tantos los que emprenden ese camino. Y la mayoría lo hace a ciegas porque el bebé, ya se sabe, no viene con manual. ¿Pero… hace falta? Carlos González, autor de ‘Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor’, asegura que no. Simplemente hay que dejarse guiar por el instinto, el respeto y el amor.

Con humor e ironía, este pediatra zaragozano ha ayudado a desdramatizar las situaciones que pueden resultar más complicadas durante la crianza (sueño, comida, la educación… añadan ustedes a la lista), pero, por encima de todo, ha tratado de combatir la cultura del biberón que comenzó a imponerse hace tres décadas contra la propia naturaleza humana.

Es fundador de la Asociación Pro Lactancia Materna de Cataluña (ACPAM), donde ha desarrollado su vida profesional, imparte cursos a profesionales sanitarios, es miembro del Consejo de Asesores de Salud de La Leche League International y autor de numerosos artículos sobre la lactancia.

La leche materna es para él, como tituló un libro en 2006, ‘un regalo para toda la vida’… y sin fecha de caducidad.

Enemigo de las etiquetas, Carlos González rehuye del término “lactancia prolongada”. “No me gusta esa palabra porque da la sensación de que las madres se han pasado. Depende de lo que considere cada uno normal. Actualmente, más de un año o más de seis meses es prolongado, pero estudios antropológicos apuntan a que la edad normal del destete en el ser humano debe de estar entre los dos años y medio y los siete“.

“Hace 25 años-recuerda- lo normal era dar el pecho tres semanas y llegar a los tres meses era una heroicidad”. La realidad social entraba en contradicción con la científica, la que le mostraban los libros a ese entonces recién licenciado por la Universidad Autónoma de Barcelona.

“Si la lactancia era magnífica, ¿por qué nadie lo hacía?”, se preguntaba. Era la profunda huella que había dejado el “cambio sociológico que se había producido a principios del siglo XX, con la incorporación de la mujer al mundo laboral, por la fe en el progreso que hacía creer que la leche artificial era mejor que la de la madre y por la publicidad”.

Su grata experiencia personal con la lactancia, el hecho de que su esposa le diera el pecho a sus tres hijos – hoy en día ya universitarios- le convenció aún más de la necesidad de “promocionar” esta práctica, de ayudar a madres y profesionales sanitarios a recordar lo que ya está escrito en los genes de los mamíferos. Comenzó su tarea con la confianza de que “se produciría un aumento gradual y general” en la lactancia materna, pero no ocurrió así: “un importante porcentaje de madres no logra pasar de unas semanas y una pequeña cantidad pasa de los dos años”.

“Durante muchos años hubo una fuerte publicidad de que la leche de la madre era mala y la gente se convenció -explica este catalán de adopción. Y es un mito que se ha extendido mucho. “Las madres se dejan convencer de que sus hijos se pueden morir de hambre y encima ven en la etiqueta de la leche artificial que es parecida a la leche materna”. El resultado de esta combinación suele ser el destete temprano.

Actualmente, “se ha roto la cadena de transmisión de la información porque ahora las madres se encuentran que sus madres no dieron el pecho porque no pudieron o no quisieron. Pensaban que era retrógado y no quieren que sus hijas caigan en eso. La madre que lacta no encuentra apoyo”.

De ahí, asegura, la importancia de la adecuada formación de los médicos y la existencia de grupos como La Liga de la Leche, que ofrecen ayuda práctica a las madres para que puedan dar el pecho. “El cambio se produce por la difusión de conocimientos y de experiencias”. Y ese cambio, se felicita, comienza a vislumbrarse: hoy en día se está “volviendo a lo que hacían nuestras bisabuelas”.

Pero este camino aún no resulta fácil de emprender. “Sin duda, el mayor problema al que se enfrentan las madres que desean prolongar la lactancia es la presión social. Si salieran todas del armario nos daríamos cuenta de que son muchísimas. Hay que respetarlas”, reclama Carlos González. Y esta consideración hacia la mujer, pero también hacia los hijos parece ser la máxima que guía a este pediatra. Y desde esa capacidad para ponerse en la piel del otro, quizás el secreto que esconden las páginas de sus libros, deja en el aire una reflexión:
“nuestra sociedad nunca lo admite, pero el destete es siempre una pérdida para la madre”.
 
Enlace del artículo original: http://www.asociacionsina.org/2009/08/08/la-edad-normal-del-destete-debe-estar-entre-los-dos-anos-y-medio-y-los-siete-entrevista-al-pediatra-carlos-gonzalez/

viernes, 28 de junio de 2013

Sostenibilidad e identidad sexual (Beatriz Preciado)

28 de junio de 1969, hace 44 años, un grupo de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, travestis y demás "desestructuradxs", cansadxs de la humillación dieron pie a las revueltas de Stonewall y al origen del día del "orgullo LGTB", de ahí al feminismo postidentario, a la liberación de los cuerpos, nuestras emociones y el espíritu, la política del amor, la lucha con nuestros seres en nuestros caminos, el poder liberado desencadenado que parte desde nosotrxs mismxs... y de aquí en adelante.

Conferencia: Sostenibilidad e identidad sexual (10 partes)
 
 

martes, 25 de junio de 2013

Entrevista a Claudio Naranjo, psiquiatra chileno

Cuando uno escucha a este psiquiatra chileno de 75 años da la sensación de estar frente al Jean-Jacques Rousseau de nuestro tiempo. Cuenta que estaba bastante dormido hasta que en los años 60 se fue a vivir a EE.UU., allí fue discípulo de Fritz Perls, uno de los grandes terapeutas del siglo XX y formó parte del equipo del Instituto Esalen en California. Allí tuvo grandes experiencias en el mundo terapéutico y en el mundo espiritual. Contactó con el sufismo y se convirtió en uno de los introductores de Eneagrama en occidente. También bebió del budismo tibetano y el zen. Claudio Naranjo ha dedicado su vida a la investigación y a la docencia en Universidades como Hardvard y Berkeley. Ha fundado el programa SAT, una integración de la terapia Gestalt, el Eneagrama y la Meditación para enriquecer la formación de profesores.
En este momento está lanzando un aviso muy contundente: o cambiamos la educación o este mundo se va a pique.

-Dices que para cambiar el mundo hay que cambiar la educación ¿cuál es la problemática de la educación y cuál es tu propuesta?

-La problemática en la educación no es de ninguna manera la que a los educadores les parece que es. Creen que los estudiantes ya no quieren lo que se les ofrece. A la gente se le quiere forzar a una educación irrelevante y se defiende con trastornos de la atención, con desmotivación. Yo pienso que la educación no está al servicio de la evolución humana sino de la producción o más bien de la socialización. Esta educación sirve para domesticar a la gente de generación en generación para que sigan siendo unos corderitos manipulables por los medios de comunicación. Esto es socialmente un gran daño. Se quiere usar la educación como una manera de meter en la cabeza de la gente una manera de ver las cosas que le conviene al sistema, a la burocracia. Nuestra mayor necesidad es la de una educación para evolucionar, para que la gente sea lo que podría ser. La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una educación para la conciencia. Tenemos una educación que en cierto modo le está robando a la gente su conciencia, su tiempo y su vida. El modelo de desarrollo económico de hoy ha eclipsado el desarrollo de la persona.

 -¿Cómo sería una educación para que seamos seres completos?

 -La educación enseña a la gente a pasar exámenes, no a pensar por si misma. En un examen no se mide la comprensión, se mide la capacidad de repetir. ¡Es ridículo, se pierde una cantidad tan grande de energía! En lugar de una educación para la información, se necesitaría una educación que se ocupe del aspecto emocional y una educación de la mente profunda. A mi me parece que estamos presos entre una alternativa idiota, que es la educación laica y una educación autoritaria que es la educación religiosa tradicional. Está bien separar Estado e Iglesia pero, por ejemplo en España, han echado por la borda el espíritu como si religión y espíritu fueran la misma cosa. Necesitamos que la educación atienda también a la mente profunda.

-¿Cuándo hablas de espiritualidad y de mente profunda a qué te refieres exactamente?

-Tiene que ver con la conciencia misma. Tiene que ver con aquella parte de la mente de la que depende el sentido de la vida. Se está educando a la gente sin ese sentido. Tampoco es la educación de valores porque la educación de valores es demasiado retórica e intelectual. Los valores deberían ser cultivados a través de un proceso de transformación de la persona y esta transformación está muy lejos de la educación actual. La educación también tiene que incluir un aspecto terapéutico. Desarrollarse como persona no se puede separar del crecimiento emocional. Los jóvenes están muy dañados afectiva y emocionalmente por el hecho de que el mercado laboral se traga a los padres y ya no tienen disponibilidad para los hijos. Hay mucha carencia amorosa y muchos desequilibrios en los niños. No puede aprender intelectualmente una persona que está dañada emocionalmente. Lo terapéutico tiene mucho que ver con devolverle a la persona la libertad, la espontaneidad y la capacidad de conocer sus propios deseos. El mundo civilizado es un mundo domesticado y la enseñanza y la crianza son instrumentos de esa domesticación. Tenemos una civilización enferma, los artistas se dieron cuenta hace mucho tiempo y ahora cada vez más los pensadores.

-A la educación parece solo interesarle desarrollar la parte racional de la gente ¿Qué otras cosas podrían desarrollarse?

-Yo pongo énfasis en que somos seres con tres cerebros: tenemos cabeza (cerebro intelectual), corazón (cerebro emocional) y tripas (cerebro visceral o instintivo). La civilización está íntimamente ligada por la toma de poder por el cerebro racional. Con el momento en que los hombres predominaron en el dominio político, unos 6000 años atrás, se instaura esto que llamamos civilización. Y no es solamente el dominio masculino ni el dominio de la razón sino también de la razón instrumental y práctica, que se asocia con la tecnología; es este predominio de la razón instrumental sobre el afecto y sobre la sabiduría instintiva lo que nos tiene tan empobrecidos. La plenitud la puede vivir sólo una persona que tiene sus tres cerebros en orden y coordinados. Desde mi punto de vista necesitamos una educación para seres tri-cerebrados. Una educación que se podría llamar holística o integral. Si vamos a educar a toda la persona, hemos de tener en cuenta que la persona no es solo razón. Al sistema le conviene que uno no esté tanto en contacto consigo mismo ni que piense por sí mismo. Por mucho que se levante la bandera de la democracia, se le tiene mucho miedo a que la gente tenga voz y tenga conciencia. La clase política no está dispuesta a apostar por la educación.

-La educación nos sumerge en un mar de conceptos que nos separan de la realidad y nos aprisiona en nuestra propia mente ¿Cómo se puede salir de esa prisión?

-Es una gran pregunta y es una pregunta necesaria en el mundo educacional. La idea de que lo conceptual sea una prisión requiere una cierta experiencia de que la vida es más que eso. Para uno que ya tiene el interés en salir de la prisión de lo intelectual, es muy importante la disciplina de detener la mente, la disciplina del silencio, como se practica en todas las tradiciones espirituales: cristianismo, budismo, yoga, chamanismo… Parar los diálogos internos en todas las tradiciones de desarrollo humano ha sido visto como algo muy importante. La persona necesita alimentarse de otra cosa que conceptos. La educación quiere encerrar a la persona en un lugar donde se la somete a una educación conceptual forzada, como si no hubiera otra cosa en la vida. Es muy importante, por ejemplo, la belleza. La capacidad de reverencia, de asombro, de veneración, de devoción. No tiene que ver necesariamente con una religión o con un sistema de creencias. Es una parte importante de la vida interior que se está perdiendo de la misma manera en que se están perdiendo los espacios bellos de la superficie de la Tierra, a medida que se construye y se urbaniza.

-Precisamente quería preguntarte tu opinión sobre la crisis ecológica que vivimos.

-Es una crisis muy evidente, es la amenaza más tangible de todas. Se puede prever fácilmente que con el calentamiento de la Tierra, con el envenenamiento de los océanos y otros desastres que están pasando, no vamos a poder sobrevivir tantas personas como las que somos ahora. Estamos viviendo gracias al petróleo y consumimos más recursos de los que la tierra produce. Es una cuenta atrás. Cuando se nos acabe el combustible será un desastre para el mundo tecnológico que tenemos. La gente a la que llamamos más primitiva como los indígenas tienen una forma de tratar a la naturaleza que no viene del sentido utilitario. En la ecología como en la economía y otras cosas, hemos querido prescindir de la conciencia y funcionar sólo con argumentos racionales y eso nos está llevando al desastre. La crisis ecológica sólo puede pararse con un cambio de corazón, verdadera transformación, que sólo la puede dar un proceso educativo. Por eso no tengo mucha fe ni en las terapias ni en las religiones. Solo una educación holística podría prevenir el deterioro de la mente y del planeta.

-¿Podríamos decir que has encontrado un equilibrio en tu vida a esas alturas?

-Yo diría que cada vez más, aunque no he terminado el viaje. Soy una persona que tiene mucha satisfacción, la satisfacción de estar ayudando al mundo en el que estoy. Vivo feliz, si se puede ser feliz en esa situación trágica en la que estamos todos.

-Desde tu experiencia, tu trayectoria y tu madurez, ¿cómo procesas el hecho de la muerte?

-En todas las tradiciones espirituales se aconseja vivir con la muerte al lado. Hay que hacerse a esa evidencia de que somos mortales y creo que el que toma la muerte en serio no será tan vano. No tienes tanto miedo a cosas pequeñas cuando hay una cosa grande de la cual preocuparte más. Yo creo que la muerte sólo puede superarla uno que en cierto modo muere antes de morir. Uno tiene que morir a la parte mortal, a la parte intrascendente. Los que tienen suficiente tiempo y vocación y que llegan suficientemente lejos en este viaje interior se encuentran tarde o temprano con su verdadero ser. Y ese ser interior o ese ser lo que uno es, es algo que no tiene tiempo y que le da a una persona una cierta paz o un sentido de invulnerabilidad. Estamos muy absortos en nuestra vida cotidiana, en nuestros pensamientos de alegría, tristeza, etc… No estamos en nosotros, no estamos atentos a quien somos. Para eso necesitamos estar muy en sintonía a nuestra experiencia del momento. Esta es la condición humana, estamos viviendo hacia el pasado y el futuro, el aspecto horizontal de nuestra vida. Pero poco atentos a la dimensión vertical de nuestra vida, el aspecto más alto y más profundo, eso es el espíritu y es nuestro ser y la llave para acceder es el aquí y ahora. A veces vamos en busca del ser y a veces nos confundimos en la búsqueda de otras cosas menos importantes como la gloria.

Fuente original: http://www.webislam.com/articulos/60921-la_educacion_que_tenemos_roba_a_los_jovenes_la_conciencia_el_tiempo_y_la_vida.html

martes, 11 de junio de 2013

La princesa que no quería comer perdices

«Y fueron felices y comieron perdices.»
¿Pero fueron felices de verdad?, ¿y si no les gustan las perdices?, ¿será el príncipe tan perfecto como aparenta en el cuento?, y la princesa, ¿encajará bien en su nueva vida?

jueves, 23 de mayo de 2013

Rebatiendo la superioridad humana

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de dirigirme a los estudiantes de la Facultad de Medicina de Hahnemann en Filadelfia. El motivo fue un debate entre un profesor de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pensilvania llamado Adrian Morrison y yo. Morrison ha usado gatos en experimentos bastante terribles y con los años ha sido el blanco de diversas protestas por parte de los defensores de los Derechos Animales. Yo estaba en contra de dichos experimentos y él, como es de esperar, estaba a favor.

El debate comenzó con una pregunta hecha por el moderador: “¿Se puede justificar el uso de animales en experimentos?”. Adrian Morrison respondió que estos experimentos están plenamente justificados como consecuencia de los beneficios que el uso de animales ha entregado a la salud humana.

Creo que hay que ser cauto al evaluar los beneficios de la investigación en animales. Una cantidad creciente de profesionales de la medicina ha expresado bastante escepticismo frente a la validez científica de los experimentos en animales. Pero incluso si nos beneficiamos de ellos, esto no justifica, moralmente, la explotación de animales.

Si beneficiarse de la explotación animal en sí fuera una justificación sólida entonces ¿por qué este argumento no sirve cuando concierne a los seres humanos? Después de todo nadie podría negar que se obtendrían beneficios aún mayores si utilizáramos seres humanos en contra de su voluntad para dichos experimentos. ¿Entonces por qué no usar seres humanos en contra de su voluntad cuando esto nos beneficiaría mucho más a todos los demás? La respuesta es obvia, no se usan seres humanos en contra de su voluntad porque como sociedad creemos que los seres humanos tienen ciertos intereses que se deberían proteger.

Los seres humanos tienen ciertos derechos. Y el derecho fundamental es el de no ser tratados como propiedad o como instrumentos para los propósitos de sus dueños. Es por eso que casi todos los países están de acuerdo en que la esclavitud, o el trato legalmente sancionado y dictado de los seres humanos como objetos es un verdadero tabú moral universal que debe ser condenado.

¿Pero es posible justificar la esclavitud de los animales? No se trata de resolver situaciones generales, como si acaso es moralmente correcto matar a un animal que nos está atacando, o si acaso los animales tienen “derecho a vivir.” La pregunta es más sencilla que eso: ¿existe alguna justificación moral para masacrar, sólo en Estados Unidos, a más de ocho mil millones de animales al año para ser usados como alimento?; ¿Existe alguna justificación moral para utilizar a más de cien millones de animales, anualmente y sólo en Estado Unidos, para experimentación que en su mayoría tiene un bajo impacto en la salud humana?; ¿Existe alguna justificación moral para utilizar a millones de animales para entretenimiento en rodeos, circos, zoológicos y películas?

La respuesta de Adrian Morrison de que la explotación animal pueda ser justificada por el beneficio de los seres humanos es ilógica, pues ya da por hecho precisamente la esencia del problema: si los animales, al igual que los seres humanos, tienen el derecho básico a no ser esclavizados para provecho de sus amos humanos.

Si debemos justificar esta explotación, es necesario que de alguna manera podamos distinguir a los animales de los humanos, y es más fácil decirlo que hacerlo. Después de todo, ¿qué característica o “defecto” tienen los animales que justifica nuestro trato hacia ellos como esclavos, como nuestras cosas, como propiedad que sólo existe para nuestro bien, los amos humanos?


Algunas personas argumentan que lo animales son diferentes porque no piensan. Pero lo cierto es que esa aseveración es falsa. Es sabido, por ejemplo, que los mamíferos y las aves tienen capacidades mentales muy complejas. Y que además existen seres humanos que son incapaces de pensar. Algunas personas nacen sin algunas partes del cerebro y sus capacidades cognitivas son menores a las de una rata sana. Algunas personas como, el Senador Phil Gramm, desarrollan una muerte cerebral durante su vida adulta y simplemente parecen estar funcionando.


Algunas personas dicen que los animales son diferentes porque no hablan. Pero los animales se comunican por sus propios medios, y además existen personas que no pueden hablar.


La lista es prácticamente interminable, pero el punto es uno sólo: no existe ningún “defecto” que tengan los animales que no sea también característica de algún grupo de seres humanos, y aun así uno jamás pensaría utilizar ese determinado grupo de seres humanos para experimentos o como alimento.


Los animales, al igual que los seres humanos, tienen ciertos intereses en sus propias vidas que trascienden lo que su denominado “sacrificio” puede hacer por nosotros. Y son precisamente esos intereses los que nos impiden por fines morales tratarlos como simples “objetos.”


Volviendo al debate en la Facultad de Medicina, el Doctor Morrison aportó un criterio que, como declaró triunfalmente, separa a los seres humanos de los animales: los seres humanos son “superiores.”


Esta es una respuesta curiosa viniendo de un científico. Después de todo, ¿dónde se encuentra la “superioridad” en el mundo natural? Lo siento Dr, Morrison, la “superioridad” de las especies es al igual que la superioridad de una raza, o de un sexo, una construcción social y no científica. Es un concepto formulado y usado para sostener relaciones de poder jerárquicas. La superioridad no es un argumento que pueda ser usado en absoluto, es una conclusión que da por hecho el punto a demostrar. Da por sentada una afirmación que antes debe demostrar.


El Dr. Morrison señaló que los perros no escriben sinfonías y que los seres humanos sí. Respondí que jamás he escrito una sinfonía y que según lo que sé tampoco lo ha hecho el Dr. Morrison. ¿Quiere decir eso que está correcto que el resto de las personas nos coman o nos utilicen en experimentos?


Y además, su ejemplo demuestra mi punto. Escribir una sinfonía sólo es un acto “superior” si tú eres un ser humano que valora dicha actividad. Algunos perros sin mayor impulso que el que les otorga su posición de sentados pueden llegar a saltar hasta casi dos metros. A eso sí que le llamo “superioridad.” Pero la “superioridad”, al igual que muchas de las palabras cliché de la vida moderna, como “mérito” y “belleza” están ligadas al juicio personal y no a los hechos.


Señalar que podemos explotar a los otros animales porque somos “superiores” no es más que decir que tenemos más poder que ellos. Y nada más. Y exceptuando los partidos fascistas, la mayoría de nosotros rechazamos la visión de que el poder establece lo que es correcto. Así que por qué, díganme, está ese principio tan ciegamente aceptado cuando se trata de nuestro relación con los demás animales.


La realidad es que a nosotros los progresistas nos gusta pensar que nos hemos deshecho de todos los vestigios de la esclavitud en nuestras vidas, pero la realidad es que todos seguimos siendo esclavistas, la plantación es la tierra, sembrada con las semillas de la codicia, y los esclavos son nuestras hermanas y nuestros hermanos no humanos.


A propósito, Morrison dio otra razón para la superioridad humana. Nombró el tamaño del cerebro humano. Pero de todas maneras gran parte del público ya había aceptado el hecho de que el tamaño de los órganos humanos no significa gran cosa.
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Texto original en inglés: "Human superiority"