martes, 27 de octubre de 2015

Encuesta educación no dirigida IV: opinión de los adultos que no fueron escolarizados

La mayoría estaban satisfechos de haber sido desescolarizados pero unos pocos, no. ¿Por qué?

Publicado el 12 de julio de 2014 por Peter Gray en el blog Freedom to Learn

Ésta es la última de una serie de cuatro publicaciones referentes a una encuesta recientemente realizada por Gina Riley y por mí, relativa a 75 adultos (con edades entre 18 y 49 años y con una media de edad de 24) que fueron “desescolarizados” durante gran parte o la totalidad de lo que de otro modo habrían sido sus años de educación primaria y secundaria. Los “desescolarizados” no van a la escuela y a diferencia de los educados en casa, sus padres u otros no les exigen que lleven a cabo actividades escolares en casa. No se les ofrece un plan de estudios, ni lecciones obligatorias, ni un sistema de evaluación académica. Puede que los padres u otros ayuden de diferentes maneras, pero los niños desescolarizados se hacen cargo de su propia educación.

Otro concepto de la escolarización, que algunos prefieren, sería la “educación permanente”. Los niños desescolarizados viven sus vidas, y mientras tanto aprenden. Lo que normalmente entendemos como los “cursos escolares” no son diferentes para los desescolarizados desde el punto de vista educativo respecto a los otros cursos; las personas aprenden constantemente. Aprenden de forma accidental mientras juegan, trabajan o dialogan. También aprenden conscientemente a resolver los problemas de la vida real y a prepararse para etapas futuras en la vida; pero, para los desescolarizados, este aprendizaje consciente siempre es su propia elección, su propia iniciativa.

En la primera publicación de esta serie yo describía los métodos de la encuesta, exponía un desglose de los encuestados basado en la últimas notas escolares o las de los educados en casa, recibidas antes de la desescolarización (24 de ellos siempre habían estado desescolarizados), y presentaba un resumen estadístico de los resultados. En la segunda publicación detallaba sus experiencias en la enseñanza superior, tras la desescolarización; y en la tercera publicación describía las carreras que habían seguido. En resumen, los hallazgos expuestos en esas publicaciones indican que los adultos desescolarizados que respondieron a nuestra encuesta no presentaban dificultades especiales para proseguir su enseñanza superior y sus carreras, que se habían decantado por carreras en el ámbito de las artes y por carreras dentro del ámbito de la definición de la Fundación Científica Nacional relativa a carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y que muchos abrieron sus propios negocios. Ahora, en esta publicación expongo las evaluaciones subjetivas de los encuestados respecto a la experiencia de su desescolarización.

La mayoría de los participantes piensan en desescolarizar a sus propios hijos, si los tienen.

Quizás el mejor indicador de sus opiniones acerca de la desescolarización se reflejó en sus respuestas a la 9ª y última pregunta de nuestra encuesta: Si usted decide tener hijos, ¿cree que decidirá desescolarizarlos? ¿Por qué o por qué no?

Uno de los encuestados omitió esta pregunta. De los restantes 74, 50 (67%) respondieron de forma que lo interpretamos como un claro “sí”, indicando que indudablemente optarían por desescolarizar a sus propios hijos a menos que su hijo expresara una clara preferencia por otra opción, o si las circunstancias lo impidieran. Esta cifra incluye ocho encuestados que ya tenían hijos en edad escolar y los estaban desescolarizando. Las razones que dieron para preferir la desescolarización de sus hijos son bastante similares a las respuestas que dieron (a continuación) a nuestras preguntas sobre las desventajas que experimentaron en su propia desescolarización.

Otros diecinueve (25%) respondieron de un modo que interpretamos como “quizás”, queriendo decir que contemplarían la posibilidad de una desescolarización, pero la sopesarían respecto a otras posibilidades, tales como una escuela alternativa progresista o democrática. Sólo cinco (7%) respondieron de un modo que interpretamos como un “no” inequívoco o probable. De éstos, dos se mostraron muy descontentos respecto a su propia desescolarización (descrita más adelante); otro tuvo la sensación de que la desescolarización le funcionó bien para ella pero escasamente para su hermano menor, por lo que ella estaba en contra de la desescolarización salvo en individuos con una alta motivación; otro encuestado prefirió la escolarización democrática (tal como una escuela Sudbury) a la desescolarización debido al mayor sentido de comunidad que ofrecía, y un quinto, que servía en el ejército, se inclinó por un ambiente escolar semiestructurado, tal como una escuela Montessori, para que el niño aprendiera a cumplir normas establecidas por otros, incluyendo las aparentemente arbitrarias.

La mayoría se mostró satisfecha con sus vidas desescolarizadas y valoraron la diversidad en relación a la edad de sus amistades.

Una cuestión frecuente a la que se enfrentan los alumnos educados en casa y los desescolarizados se refiere a sus vidas sociales. Existen una suposición y un estereotipo según los cuales los niños que no van a la escuela no hacen amigos, no aprenden como convivir con sus compañeros y se convierten en inadaptados sociales. A riesgo de que pusiéramos los ojos en blanco, a nosotros también se nos preguntó por la socialización. La sexta pregunta de la encuesta era: ¿Cómo fue tu vida social a medida que ibas madurando? ¿Cómo conociste a otros chicos de tu edad? ¿En qué medida tu vida social como desescolarizado difirió de los tipos de experiencia social que tienes ahora?

Nuestra codificación de respuestas a esta pregunta indicó que 52 (69%) de los 75 se mostraron claramente satisfechos con sus vidas sociales como desescolarizados. De los 23 restantes, ocho describieron lo que codificamos como vida social “limitada”, y otros 15 expresaron sentimientos encontrados. Los que tuvieron vidas sociales limitadas se refirieron sobre todo al aislamiento social -cuestión sobre la que volveré más adelante. Los que tuvieron sentimientos encontrados escribieron habitualmente acerca de sus dificultades para encontrar amigos compatibles -dificultades que pueden o no ser atribuibles a la desescolarización-. (No todos los estudiantes tienen facilidad para encontrar amigos compatibles).

La mayoría de los encuestados parecían no haber tenido dificultades específicas para conocer a otros niños y hacer amigos. Cuarenta y uno (55%) de los 75 contestó que su grupo de desescolarización local fue una fuente principal de amistades. Treinta y dos (43%) declararon que las actividades extraescolares organizadas -tales como baile, teatro, deportes y clases de arte- ofrecieron oportunidades para hacer amigos. Muchos también mencionaron organizaciones eclesiásticas o religiosas, asociaciones de voluntarios comunitarios y organizaciones juveniles semejantes como los Clubs de Chicos y Chicas, 4H [1] y los Scouts. Los adolescentes que trabajaron a tiempo parcial conocieron a otros en su trabajo. Ocho participantes hicieron una mención especial al Not Back to School Camp [2] como un lugar donde trabaron amistades duraderas con otros desescolarizados, que se mantuvieron a través de internet cuando el campamento no estaba operativo. Algunos también señalaron que sus familias estaban muy involucradas socialmente en la comunidad, por lo que las amistades surgían de las conexiones familiares.

Aunque no preguntamos por las mezclas de franjas de edad, 51 (68%) de los encuestados mencionaron como una ventaja de no ir a la escuela el que ellos interactuaron e hicieron amigos con gente de todas las edades. Muchos escribieron acerca del valor especial de las amistades con gente mayor y más joven. Algunos señalaron que en el mundo real, fuera de la escuela, la gente debe saber cómo llevarse bien con personas de cualquier edad, por lo que, en este sentido al menos, las vidas sociales de los desescolarizados (y de los educados en casa en general) son más normales que las vidas sociales segregadas en función de la edad de los niños escolarizados.

Una mujer de 19 años, que aparentemente disfrutaba (y aún disfruta) de una vida social rica, escribió: “Hice amigos en la iglesia o en el vecindario o a través de los deportes o clases aleatorias a las que asistí. Hice amigos en la tienda, en la oficina de correos o en el parque. Hice amigos con gente de todos los ámbitos sociales, de todas las edades, de todos los orígenes sociales y económicos. Nuestra casa fue y todavía es un sitio de encuentro para muchos tipos diferentes de gente. Siempre hemos tenido un hogar donde los niños que tenían hambre venían por una comida, donde llegaban cualquiera de los amigos o hermanos de mi madre buscando un sitio donde refugiarse cuando las cosas iban mal o simplemente un sitio donde esconderse de todo lo que te molestaba durante un fin de semana. Algunas noches cocinamos para 20 personas, otras sólo para nuestra familia, así que nunca es aburrido. Es una manera estupenda de aprender sobre otras personas cuando las ves en todo tipo de situaciones diferentes y bajo todo tipo de enfoques. He aprendido quiénes son los verdaderos amigos y tengo la habilidad de discernir la verdadera amistad de las amistades pasajeras, en la mayoría de los casos. Mis mejores amigos son una chica de 15 años que adora bailar y que es una manitas, un chico de mi edad que se está quedando ciego poco a poco pero que se mantiene muy activo, y una mujer mayor que disfruta de su jubilación. Me da perspectivas. No creo que pudiera beneficiarme de un grupo de personas sólo de mi misma edad”.

Un ejemplo de respuesta que se codificó como una vida social limitada fue la siguiente, escrita por una mujer canadiense que estaba bastante satisfecha con otros aspectos de su experiencia con la desescolarización:“Mi vida social no era muy buena, sobre todo por nuestra ubicación. Era un pueblo muy pequeño con los problemas muy típicos del” medio de la nada”. Alcoholismo, drogas, pobreza y similares. Me doy cuenta en retrospectiva de que la mayoría de los niños que eran mis vecinos habían crecido con una mala situación y no conocían nada mejor, pero entonces yo no lo comprendía y me sentía desgraciada. Cuando llegué a la adolescencia y nos mudamos a una nueva provincia, me di cuenta de que no podía entrar en los grupos sociales de la comunidad desescolarizada local y al final no estaba realmente interesada en hacerlo. Mi familia hizo las cosas de forma diferente, incluso desde un punto de vista de la desescolarización, y las experiencias sociales normalmente tienen un elemento de shock cultural para ambas partes”.

Lo que los encuestados valoraron más fue la libertad que les daba la desescolarización y el sentido de responsabilidad personal unido a esa libertad.

La pregunta 7 de la encuesta decía: “¿Cuáles fueron para ti las mayores ventajas de la desescolarización? Por favor, contesta tanto en el sentido de cómo te sentiste de niño mientras crecías y cómo te sientes ahora, recordando tus experiencias. En tu opinión, ¿cómo te ayudó la desescolarización en tu transición a la madurez?”.

La gran mayoría de los encuestados escribió de forma entusiasta acerca de las ventajas de la desescolarización. Casi todos ellos, en varios sentidos, resaltaron la libertad que les dio la desescolarización para encontrar y perseguir sus propios intereses y para aprender a su manera. Aproximadamente el 70% también dijo que, de un modo u otro, la desescolarización les permitió desarrollarse como individuos altamente motivados, autónomos y responsables que toman el rumbo de sus propias vidas. Un porcentaje similar escribió sobre las oportunidades de aprendizaje que tuvieron como desescolarizados que no habrían podido tener si hubieran ido a la escuela.

Muchos escribieron también acerca de la transición impecable hacia la madurez. La desescolarización se parece mucho más a la madurez que la escolarización. En este contexto, bastantes de ellos también hablaron acerca de que partieron con ventaja en sus carreras (esto ya fue analizado en la comunicación anterior). Lograron centrarse y convertirse en expertos, algo que no habría sido posible si hubieran estado escolarizados.

Algunos también describieron cómo la desescolarización les permitió conocerse a sí mismos, descubrir su propias pasiones y averiguar cómo hacer funcionar su personalidad en el mundo. En este contexto, algunos escribieron de forma explícita sobre aprender a valorar los aspectos que les hacían diferentes a otras personas y superar cualquier temor a ser diferente o (si siempre habían estado desescolarizados) a crecer sin tales temores.

Resulta interesante comparar estas respuestas a las dadas por los padres (madres, en su mayoría) de familias desescolarizadas a una pregunta similar relativa a las desventajas de la desescolarización sobre la que inquirimos en una encuesta previa (aquí). En esa encuesta las dos categorías más frecuentes de ventajas mencionadas fueron (a) ventajas de aprendizaje para el niño y (b) intimidad familiar. En ese estudio, 57% de los padres contaban que la desescolarización, de una forma u otra, tuvo como resultado una mejora en el aprendizaje para el niño o niños, y el mismo porcentaje contestó, de una forma u otra, que la desescolarización permitió a los miembros de una familia pasar más tiempo juntos y convivir de forma más armoniosa (debido a la falta de disputas y de tensión con referencia a seguir un horario escolar o un plan de estudios para los educados en casa).

En contraste con los padres de la encuesta previa, sólo dieciocho (24%) de los participantes en la presente encuesta mencionaron un incremento en el tiempo, la intimidad o la armonía familiar como una ventaja de la desescolarización. Esto es bastante coherente con su punto de vista, que yo he mencionado en otra parte (p. ej. aquí), en relación a que los niños -sin importar sus necesidades y el amor que profesen por sus padres- están mucho más orientados, en muchos aspectos, a continuar avanzando hacia la madurez, más allá de su familia de origen. Creo que ésta es una de las razones por las que la naturaleza de mezcla de edades de las amistades fuera de la familia fue mencionada de forma espontánea por tantos de los encuestados en la presente encuesta, y también por qué se centraron tan profundamente en desarrollar su sentido de la independencia y de la responsabilidad. El destino biológico de los niños cuyos padres a veces olvidan es ir más allá de sus familias de origen, que la familia es sólo un punto de partida en su trayectoria vital. Respecto a esto es interesante que una de las mayores quejas de los tres a los que no les gustaba la desescolarización fue que sus padres les aislaron e impidieron que exploraran fuera de la familia o fuera del grupo insular al que la familia se asociaba.

Como muestra de las maneras que nuestros encuestados utilizaron para describir las ventajas de la desescolarización, he aquí dos de las respuestas a la pregunta 7, escogidas de manera algo aleatoria:

. Una mujer de 37 años que abandonó la escuela tras el primer curso escribió lo siguiente: “Pienso que las ventajas de la desescolarización mientras crecía fueron (en orden de prioridad) 1) poder dormir cuanto y cuando lo necesitara, 2) tener tiempo para hacer todo lo que deseara (leer libros, construir cabañas en los árboles, hacer punto,, hacer obras de teatro, montar en bici, jugar, explorar senderos en el bosque, nadar, hornear, construir cosas, etc., etc.) 3) poder trabajar y ganar dinero sin que las clases del colegio se interpusieran. Echando la vista atrás ahora, pienso que todas esas mismas cosas fueron claramente ventajas, ¡más incluso de lo que me di cuenta en su momento! Aunque también pienso que la desescolarización alimentó uno de mis talentos verdaderos: Terminar lo que empezaba. Hice cosas. La desescolarización garantizó mi habilidad para “pensar más allá de lo estructurado”, como se dice, y proporcionarme la habilidad de realizar un plan y llevarlo a cabo, disfrutando mientras superaba cualquier obstáculo y con el placer de tener el poder para hacer realidad cosas buenas. ¿Cómo me ayudó la desescolarización en mi transición a la madurez? Bueno, de muchas maneras comencé como una adulta, comprometida con mi propia manera de pensar y de hacer, así que no hubo una transición brusca en absoluto”.

Una mujer de 28 años sin escolarización pero con una educación en casa en parte basada en un plan de estudios,la antes de la desescolarización escribió lo siguiente: “Durante mi infancia me sentí feliz de tener tanto tiempo libre al cabo del día para jugar y divertirme. Podía pasar más tiempo haciendo cosas divertidas en vez de que se me obligara a hacer cosas con las que no disfrutaba. En la madurez pienso que he tenido tiempo para explorar mis propios intereses y que no se me impusieran actividades, conocimientos e ideas, por lo que, en lugar de esto, crecí disfrutándolos. Por ejemplo, he leído muchos libros clásicos de forma independiente desde que era joven, lo cual no creo que habría querido hacer si se me hubieran impuesto. He podido extraer ideas de los clásicos que no se me han explicado (con prejuicios) en una clase. En términos de transición a la madurez aprendí a ser independiente. Nunca se me han impuesto roles de género y no tengo ninguna de las inseguridades y limitaciones de otras chicas de mi edad. Debido a mis conocimientos de programación de ordenadores e intereses de “sabelotodo”, como Star Trek, soy muy lógica y directa. No me da miedo decir lo que quiero (aunque he aprendido a tener más tacto con los años) y soy tremendamente independiente. No creo que seamos tan limitados en la vida como pensamos”.

La desventaja mencionada con más frecuencia entre los desescolarizados fue enfrentarse a las opiniones de los demás al respecto.

La pregunta número 8 de la encuesta decía lo siguiente: “¿Cuáles fueron para ti las principales desventajas de la desescolarización? De nuevo, responde por favor tanto en términos de cómo te sentiste en la infancia mientras ibas madurando y cómo te sientes ahora. En tu opinión, ¿fue la desescolarización un obstáculo para la transición a la madurez?”.

Veintiocho de los 75 encuestados no indicaron ninguna desventaja en absoluto, y la mayoría del resto dejó claro que para ellos las desventajas fueron mínimas comparadas con las ventajas.

Según nuestra codificación, la categoría de desventajas más frecuente fueenfrentarse a las opiniones de los demás -mencionadas por 21 (28%) de los participantes. Resulta interesante recalcar que ésta fue también la desventaja más frecuentemente mencionada en nuestro estudio anterior sobre padres desescolarizados, donde el 46% lo mencionó (ver aquí). Enfrentarse a las opiniones de los demás parecía ser más angustioso para los padres, en el estudio anterior, que para los niños desescolarizados, en el presente estudio. Esto no parece sorprendente, ya que las críticas y las dudas estarían dirigidas más a menudo a los padres que a los hijos, y los padres se sienten responsables por la decisión de desescolarizar. Un comentario típico en esta categoría, en el presente estudio, es el siguiente:“Durante mi infancia me molestaba hasta el aburrimiento el tener que explicar la elección de mi familia por la desescolarización. No era la norma, lo cual era excitante e inconveniente a partes iguales”.

El siguiente inconveniente más común mencionado por dieciséis (21%) de los participantes fue un cierto grado de aislamiento social que provenía más frecuentemente del hecho de no tener cerca a otros desescolarizados y las dificultades de socializar con niños escolarizados debido a lo ajetreado de sus horarios y sus diferentes orientaciones en la vida. Uno por ejemplo escribió lo siguiente: “La mayor desventaja de la desescolarización para mí fue que, después de los 13 años de edad, no tenía cerca de mí a otros desescolarizados…Mis amigos más íntimos durante la adolescencia…fueron personas que conocí a través del NBTSC [Not Back To School Camp] y que vivían lejos”. Los dos o tres encuestados que se quejaron de una falta de oportunidades para tener citas amorosas también se incluyen en esta categoría.

Sólo ocho (11%) mencionaron algún tipo de déficit de aprendizaje como una desventaja. Sólo tres de éstos lo describieron como una desventaja mayor, y fueron los tres (descritos más abajo) que fueron más negativos respecto a su experiencia en la desescolarización. Los otros cinco indicaron en general que el déficit de aprendizaje fue un problema menor, que se resolvió cubriendo el déficit cuando hizo falta. No es de extrañar que la asignatura en la que se sintieron más deficitarios fue matemáticas. (¡Como profesor universitario que impartió clases de estadística a licenciados en ciencias durante años, puedo atestiguar que mucha, mucha gente que estudió matemáticas durante 12 años antes de empezar la universidad también se quejó y mostró una deficiencia en esa asignatura!).

Tres encuestados quedaron muy descontentos de su experiencia desescolarizadora y se quejaron de padres negligentes

De los 75 encuestados, sólo tres indicaron que para ellos las desventajas pesaron más que las ventajas. Resulta instructivo observar esto atentamente para comprender las condiciones con respecto a las que la desescolarización no es una buena idea. En los tres casos se describió a las madres como “de salud mental precaria” y a los padres como “que no se implicaron”. En los tres casos, los encuestados se sintieron aislados socialmente, ignorantes, estigmatizados y “raros” debido a su desescolarización y a su ambiente familiar. Dos de estos encuestados atribuyeron su aislamiento en parte a las creencias cristianas fundamentalistas de sus padres. He aquí un breve resumen de cada caso:

Una encuestada, mujer de 26 años que creció en el Reino Unido, escribió lo siguiente: “Discrepo activamente de la desescolarización porque creo que es una salida muy fácil para los padres indispuestos para educar a sus hijos sin que esos padres tengan que participar/integrarse en la sociedad…Debido a la precaria salud mental de mi madre, ella tuvo dificultad para encontrar amigos y en general no le gustaba asistir a eventos sociales, etc.. Creo que ésta fue la razón principal por la que decidió desescolarizarnos”.Esta persona siguió diciendo que se sintió enormemente aislada socialmente y no estudió nada durante sus años de desescolarización. Ella continuó su educación superior en bellas artes y consiguió un empleo como profesora de arte, no porque estuviera interesada en arte o le gustara enseñar, sino porque no se sintió cualificada para otra cosa. En respuesta a nuestra pregunta sobre las desventajas de la desescolarización respecto a ella misma, escribió: “Mi experiencia en la desescolarización fue negativa en todos los aspectos. En mi madurez me han acosado por ser “rara” y por trabajar en un “rango inferior”, en empleos mal pagados. También me ha costado encontrar novios duraderos, ya que aunque soy una persona atractiva e inteligente, no hay mucha gente que quiera salir de forma activa con personas que tienen una enorme carga sobre sus hombros respecto a la manera en la que fueron educados (sin educación formal)”.

La segunda encuestada, una mujer de 35 años, recibió una educación cristiana en casa hasta el tercer curso y luego fue desescolarizada, no por una decisión deliberada, sino debido a las discapacidades psicológicas y físicas de su madre y la consecuente imposibilidad de llevar a cabo la escolarización en casa. Esta persona también escribió que su madre la mantuvo alejada de la escuela “para poder controlar la información a la que se nos exponía, incluida la educación sexual , ciencia o salud, así como para controlar el tipo de gente con la que interactuábamos”. A ella, como a las otras tres, nunca le presentaron una opción sobre la escolarización. Se sintió privada de su escolarización, en vez de privilegiada por no tenerla. En su madurez ha trabajado sobre todo en empleos temporales como limpieza o pintura de paredes pero, en el momento de la encuesta, se matriculó en un curso de diseño industrial. En respuesta a nuestra pregunta sobre las desventajas de la desescolarización, escribió:“¡Desventajas sería no haber preparado el terreno para tener conocimientos básicos y habilidades sociales! Yo también me siento incómoda rodeada de la mayoría de la gente y prefiero estar sola, lo cual puede deberse a mi experiencia de ir madurando por mi cuenta y sin supervisión, pero también puede que sea tan sólo mi naturaleza, no lo sé. Cuando era niña, lo más importante era saber que no encajaba en ningún sitio, siempre siendo los “raritos” del barrio, siempre perdiéndonos los ritos de paso de la infancia a la edad adulta y demasiadas veces en soledad. Fue una existencia muy solitaria y aislada, bastante opresiva, dada la estricta educación religiosa recibida. Además tengo la impresión de haber aprendido más sobre religión que sobre cosas que podrían haberme sido útiles en el futuro”.

La tercera encuestada, una candidata de 29 años que estudió arqueología y obtuvo el doctorado, escribió que su madre quiso que ella tuviera una educación cristiana, pero la sacó de una academia baptista en cuarto curso debido a los conflictos de la madre con el profesorado. La madre tenía la intención de educarla en casa, sirviéndose de un plan de estudios cristiano, pero fracasó al llevarlo a cabo debido a su propia depresión psicológica. En palabras de la encuestada: “Sus luchas personales con la depresión, que le causó una incapacidad para llevar a cabo las tareas de casa y supervisar mis actividades de educación en casa, fueron las razones para cambiar a la desescolarización”. Continuó escribiendo: “En mi opinión se me desescolarizó simplemente porque mi madre no pudo tolerar la ansiedad de tenerme en una escuela pública o privada -donde otras personas no cristianas podrían ‘influenciarme negativamente”. Me necesitaba en casa para hacer tareas y cuidarla, porque ella era una persona depresiva no funcional. Prefirió que yo llevara una existencia social aislada de los 9 a los 18, en vez de arriesgarse a una educación laica. Mi padre a todas luces no estaba de acuerdo con mi educación en casa o desescolarización, pero nunca hizo nada al respecto y dejó que mi madre hiciera lo que quisiese”.Respecto a su vida social, escribió: Mis experiencias ‘sociales’ como desescolarizada se limitaron a interactuar con mis padres, mi hermano, de vez en cuando con otros familiares lejanos e ir a la compra y al médico cuando estaba enferma”.

Esta persona no vio su desescolarización como algo totalmente negativo. En respuesta a nuestra pregunta sobre las ventajas, escribió lo siguiente:“Visto desde la madurez, creo que en caso de haber ido a la escuela mientras tenía que enfrentarme a unos padres maltratadores y disfuncionales probablemente me habría llevado a tomar algunas malas decisiones sobre mi vida social que podrían haber tenido consecuencias duraderas. Así que, por más doloroso y traumático que fuera mantenerme en casa de forma aislada, pienso que fue mejor que las otras opciones. Tuve mucho tiempo para pensar en mis cosas. Desarrollé mi propia práctica secreta de meditación. Estos hábitos de autosuficiencia y autorreflexión me ayudaron en la transición a la madurez, concretamente en deshacerme del férreo control de mi madre”. En respuesta a una pregunta anterior, también escribió lo siguiente: “Durante mi desescolarización también me convertí en una estudiante autodidacta, y muchos de mis empleos actuales requieren una educación autodidacta, ya sea para la investigación de mi tesis doctoral como para el desarrollo de mi pedagogía docente”.

En respuesta a nuestra pregunta sobre las desventajas de la desescolarización, escribió en parte, lo siguiente: “Visto desde la madurez, la mayor desventaja fue que el aislamiento social permitió que mis padres siguieran con su maltrato y abandono respecto a mí en mayor medida de lo que habría ocurrido de no haber sido así. Sufrí maltrato y abandono extremo durante el periodo de desescolarización. El hecho de no tener una educación formal socavó la confianza que tenía en mi misma en el trayecto hacia la madurez. Durante bastante tiempo tuve una sensación persistente de falta de dignidad. Todavía me siento permanentemente perjudicada de alguna manera, como si fuera un monstruo encerrado en una jaula y sin educación formal. Mientras me preparaba para empezar mi educación universitaria oficial, mi desescolarización me frenó al impedirme alcanzar niveles normales de matemáticas y conocimiento científico. No tuve un tutor personal para aprobar el GED (examen para aprobar la escuela secundaria). Tuve que ser mi propia tutora para recuperarme en conocimientos matemáticos y científicos y así estar al día en los cursos de preparación a la universidad”.

Vale la pena añadir que, en toda la encuesta, la única encuestada que mencionó el rol de la religión en su educación también fue muy negativa acerca de la influencia fundamentalista. Sus padres se convirtieron en cristianos fundamentalistas radicales cuando ella tenía 15 años. Escribió:“Por aquel entonces, mi rol pasó a ser el de cuidadora de mis hermanos pequeños a tiempo completo. Lo que se esperaba de mí era que me casara y tuviera muchos hijos en vez de que estudiara ningún tipo de carrera, así que en aquella subcultura los estudios superiores se veían como algo superfluo. …Después de que mis padres se involucraron con los fundamentalistas, fuimos casi completamente aislados del contacto con otros fuera del cerrado ámbito religioso. El contacto se centraba sobre todo en torno al cuidado de los niños, tareas y reuniones religiosas sin tiempo libre para socializar simplemente”. Sin embargo, esta persona se convirtió en una escritora de mucho éxito y señaló que desescolarizará a su propia hija. No está en contra de la desescolarización, pero sí en contra del aislamiento social e intelectual que tuvo lugar en su hogar cuando sus padres se convirtieron.

Una última consideración

Aunque la muestra es relativamente pequeña, las conclusiones de nuestra encuesta sugieren que la desescolarización puede funcionar perfectamente si toda la familia, hijos incluidos, participan, si los padres son sanos psicológicamente y felices, y si los padres están conectados socialmente con el mundo exterior y facilitan la participación de los hijos con el exterior. Cuando no se cumplen alguno de estos criterios por completo, incluso puede funcionar también. Los hijos que crecen desescolarizados en tales ambientes toman el control de sus propias vidas y tienen al apoyo de sus familias para encontrar y seguir sus propios caminos hacia la felicidad.Pero cuando el padre o madre dominante es realmente disfuncional, o cuando la familia practica una filosofía de aislamiento de la cultura imperante en vez de una integración con ella, o cuando el hijo desescolarizado prefiere ir a la escuela, entonces la desescolarización puede llevar al resentimiento y, de forma bastante justificable, a sentimientos de maltrato y abandono.

Finalmente, Gina y yo ¡DAMOS LAS GRACIAS A LOS PARTICIPANTES EN LA ENCUESTA! Este fue un cuestionario largo de rellenar y muchos de vosotros escribisteis extensas y espléndidas redacciones para cada respuesta. Hemos aprendido mucho como resultado de vuestra predisposición para compartir vuestras experiencias.

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Entradas relacionadas:


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Para más información sobre la naturaleza humana de la educación autodidacta, lea el libro (sólo en inglés) Free to Learn .


Otros artículos de Peter Gray en inglés:

Traducción del inglés al castellano por: Fernando Pinilla Melguizo

[1] El 4-H es una organización juvenil de Estados Unidos, administrada por el Departamento Estadounidense de Agricultura. Las cuatro H se refieren a Head, Heart, Hands, and Health (Cabeza -entendimiento-, Corazón, Manos y Salud). La organización agrupa a más de 6,5 millones de miembros en los Estados Unidos de 5 a 19 años de edad, en aproximadamente 90.000 clubes. Los clubes y organizaciones 4-H están presentes en la actualidad en muchos otros países, organizados y administrados de manera variable.






[2]Not Back To School Camp (NBTSC) es un campamento de verano fundado en 1996 por Grace Llewellyn, la autora del “Teenage Liberation” Handbook” (manual de liberación juvenil). NBTSC ofrece apoyo a los jóvenes de 13 a 18, la mayoría de los cuales son desescolarizados activos o persiguen caminos alternativos a la educación secundaria o superior.

Encuesta educación no dirigida III: Las profesiones



Cuando la gente ha optado por no seguir escolarizada, ¿a qué tipo de profesiones se dedica?

Publicado el 21 de junio de 2014 por Peter Gray en el blog Freedom to Learn

Esta es la tercera entrega de una serie de cuatro artículos que describen los resultados de una encuesta sobre adultos que han recibido una educación no dirigida que mi compañera Gina Riley y yo hemos llevado a cabo recientemente. Se trata de las opciones profesionales de estas personas que se saltaron todo o parte del sistema educativo y que se hicieron cargo de su propia educación. En resumen, hemos encontrado que la mayoría de ellos han seguido profesiones que son extensíon de los intereses y pasiones que los jóvenes desarrollaron ya en los juegos de infancia; la mayoría han escogido profesiones que son significativas, interesantes y apasionantes para ellos, por delante de profesiones que son potencialmente más lucrativas; un alto porcentaje han seguido profesiones en las artes creativas; y bastantes (incluido el 50% de los hombres) se han dedicado a profesiones relacionadas con la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. La gran mayoría de ellos han seguido profesiones en las que son sus propios jefes.

Antes de seguir leyendo, le sugiero que vuelva atrás y mire el primer artículo de esta serie, si aún no lo ha leído. Este presenta la definición de educación no dirigida que sirvió como criterio de admisión en el estudio, describe el método de nuestra encuesta y las formas de analizar los resultados, muestra la edad y el desglose de los 75 adultos no escolarizados que respondieron y que se ajustaban a los criterios, los clasifica en tres grupos basándose en si han estado más o menos tiempo desescolarizados y presenta un desglose de algunos de los resultados estadísticos según esos grupos.

También puede mirar el segundo artículo de la serie, que se centra en la experiencia universitaria de los 33 encuestados que optaron por conseguir un título de licenciatura o un título superior. En él, se describe cómo llegaron a la facultad sin un diploma estándar de educación secundaria o un certificado académico y relata cómo se adaptaron académica y socialmente una vez allí.

Ahora, en este tercer artículo, explico en detalle ―más allá del resumen estadístico presentado en el primer artículo― las profesiones que estos adultos generalmente jóvenes (edad media 24 años) han continuado. La información aquí analizada procedía principalmente de la pregunta 4 de la encuesta, en la que se preguntaba: «¿Está trabajando actualmente? Si es así, ¿a qué se dedica? ¿Coincide su empleo actual con los intereses/actividades que tenía cuando era un niño/adolescente no escolarizado? Si es así, por favor explíquelo». La información adicional también procedía de un breve cuestionario de seguimiento en el que se les pidió que enumeraran y describieran los empleos remunerados que ocupaban, con el fin de indicar si ganaban o no lo suficiente para mantenerse a sí mismos y debían describir las aspiraciones profesionales que actualmente tenían en mente. Como se señaló en el primer artículo, la gran mayoría tenía un empleo remunerado y se mantenían a sí mismos, a pesar del difícil momento económico en el que se realizó la encuesta. Ahora, voy a centrarme en las conclusiones generales sobre los tipos de trabajos y profesiones que han seguido.

Los que escogieron profesiones que son extensiones de sus intereses de la infancia.

Según nuestros resultados, 58 (77%) de los participantes describieron tener una relación clara entre sus intereses y actividades de la infancia y su vocación o profesión actual. Este porcentaje fue el más alto para los 24 participantes del grupo de siempre no escolarizados (21/24 = 88%), pero también fue alta en los otros dos grupos (véase la tabla en el primer artículo de esta serie). La muestra incluyó a artistas y músicos profesionales que habían participado en el arte o la música al igual que cuando eran niños; también incluía a técnicos informáticos y programadores que habían desarrollado sus habilidades en los juegos infantiles; y amantes del aire libre que había encontrado la manera de ganarse la vida aprovechando su amor por la naturaleza.

Aquí hay tres ejemplos que se encuentran entre mis favoritos ―favoritos, porque son los tipos de profesiones que los planes de estudio escolares ignoran; profesiones que pueden encender la imaginación de jóvenes valientes que, sin ir a la escuela, tienen tiempo y libertad para perseguir sus sueños.
Convertirse en artista de circo, crear un circo y luego convertirse en contramaestre de fragata. Uno de nuestros encuestados, una mujer de 26 años que nunca estuvo escolarizada escribió:

«A la edad de 3 años, decidí convertirme en artista de circo y a los 5 años me inscribí en un programa de circo después del colegio. He entrenado y actuado como artista de circo de manera continua hasta los 17 años y de vez en cuando desde entonces. Desde los 19 hasta los 24 años, mi mejor amigo y yo creamos nuestra propia compañía de circo contemporáneo. Como consecuencia, supere un fuerte miedo a las alturas para trabajar como trapecista y aprendí bastante sobre cordajes con el fin de poder garantizar mi propia seguridad en el aire.

Como mi interés en el circo ha disminuido, he intentado cosas nuevas y la que llamó por completo mi atención fue la navegación de fragatas. Trabajar en el mar es una experiencia cautivadora y utilizo todos los días las destrezas que aprendí en el circo —destrezas como el equilibrio, la coordinación visual-manual, e incluso llevarme bien con gente en situaciones de convivencia incómodas.

Actualmente trabajo como armador/contramaestre de una fragata… El trabajo de contramaestre puede cambiar de un barco a otro, pero mi entrenamiento a bordo del buque incluye tanto mantenimiento como entrenamiento y navegación. Soy la encargada de la inspección, el mantenimiento y la fijación de la jarcia, las velas, la cubierta y el casco.Además espero involucrarme en la navegación del buque, lo que supone pasar largos períodos en el mar, enseñar al público acerca de la historia de los buques y enseñar a los aprendices acerca de la manipulación de la vela y el mantenimiento del buque.

Me gustaría navegar y dirigir grandes buques por todo el mundo. Actualmente, estoy estudiando para obtener una licencia de maestro para buques de 100 toneladas de la Guardia Costera de EE.UU que me permitiría ser el capitán de un buque de hasta 100 toneladas brutas. La licencia de la Guardia Costera de EE.UU se gradúa en tamaños de buques y área de operación por lo que éste es el primer paso para conseguir una licencia de un buque más grande».
Fotógrafo aéreo de zonas selváticas. Este joven de 21 años que dejó el colegio después del primer curso, ha empezado un negocio de hacer hermosas (puedo decir esto porque vi algunas de ellas) fotos de zonas selváticas desde el aire. Escribió lo siguiente: «¡Crecer con tanta libertad fue impresionante! Hice un montón de actividades al aire libre como esquiar en invierno y senderismo/camping en verano. Si no hubiera sido así, no estoy seguro de que fuera capaz de combinar las tres cosas con las que de verdad disfruto —el aire libre, volar y la fotografía— en un negocio». Escribió, además, que comenzó su propio negocio de fotografía cuando tenía 15 años y ese mismo año, se inició en el parapente. El parapente lo condujo a un interés en volar aviones de ala fija y luego combinó sus tres pasiones en un solo negocio.
Ayudante (a partir de los 18 años de edad) de un famoso director de cine, productor y guionista. Este joven, que tenía 20 años cuando respondió a la encuesta, no estuvo escolarizado, excepto en educación infantil y 9º curso (fue a la escuela aquel año para «probar» —estuvo en el cuadro de honor y luego abandonó). Su pasión por el cine comenzó temprano. A los 11 años estaba haciendo vídeos de YouTube con sus amigos. Comenzó a realizar cursos de enseñanza superior sobre comunicación de masas a los 16 años y a los 18, se inscribió en la Escuela de cine cuando surgió una gran oportunidad— para ser ayudante de producción local en una película importante que se estaba produciendo donde él vivía. A sus jefes les gustó tanto que le dijeron, «si puedes llegar a Los Ángeles, te quedas en el programa». Una cosa llevó a la otra, se convirtió en íntimo del famoso director y en el momento de la encuesta tenía un trabajo de alto nivel, en Los Ángeles, en el área de producción de otra película importante. En respuesta a nuestra pregunta acerca de si ganaba lo suficiente para ser independiente financieramente, escribió, «mucho». Su objetivo final es dirigir películas él mismo y está trabajando diligentemente hacia esa meta.
«Erudito autónomo» Un número de encuestados demostraron disposición, incluso entusiasmo, para cambiar de profesiones igual que sus intereses cambiaron, —solo habían cambiado las actividades de la misma manera que sus intereses cambiaron cuando eran niños. El caso más extremo fue uno de los encuestados de mayor edad, 39 en aquel momento. Había experimentado una mezcla de escolarización y desescolarización hasta el décimo curso y después abandonó la escuela secundaria definitivamente. Siguió una licenciatura en ingeniería mecánica y posee una vida a la que se refiere como «erudito autónomo». Escribió «Como erudito, lo que hago ahora es mucho más de lo que siempre he hecho (en su mayor parte no hice caso de la escuela tradicional, incluso cuando estaba obligado a ir); hago todo lo que me llama la atención. La vida es aprender, crecer y compartir tus descubrimientos con los demás que también quieren aprender y crecer».

Su lista de trabajos en los últimos años incluye (sin por ello limitarse a) los siguientes empleos: investigación y consultor de desarrollo de proyectos de una empresa de fabricación médica; hipnoterapeuta clínico; especialista en la programación neurolingüística; director de los servicios de tutoría en un instituto de enseñanza superior; supervivencia en la naturaleza, primeros auxilios y experto bushcraft (habilidades básicas de supervivencia); instructor de buceo del programa PADI divemaster; instructor de artes marciales (Kung Fu, Judo y Jeet Kun Do) y autor de dos libros infantiles publicados (actualmente trabaja en una nueva colección de cuentos para antes de dormir).

Eligieron profesiones que les gustaban y tenían sentido para ellos sobre profesiones más lucrativas.

Esta generalización se solapa considerablemente con la anterior, acerca de las profesiones como extensiones de intereses de la infancia. Los niños no escolarizados juegan, exploran y observan en el mundo real y encuentran sus pasiones. Entonces continúan esas pasiones en las vocaciones y profesiones de adultos, o encuentran nuevas pasiones y las continúan. Algunos dijeron que su vida como adultos no era muy diferente de su vida anterior como niños no escolarizados, ya que seguían jugando, explorando y aprendiendo. En respuesta a nuestra pregunta acerca de si eran independientes financieramente, muchos respondieron que podían mantenerse a sí mismos solo porque vivían austeramente, pero preferían vivir austeramente y continuar sus intereses que ganar más dinero en un trabajo que no les interesaba.

Los cuatro ejemplos anteriores ilustran esta segunda generalización —sobre seguir una profesión significativa y placentera— igual que lo hace la primera generalización. Aquí hay tres ejemplos más, sin embargo, la profesión no refleja tanto las actividades específicas de la infancia sino un conjunto de ideales o preocupaciones sociales que comenzaron a echar raíces en la infancia.
Activista y organizadora comunitaria de Greenpeace. Esta mujer, de 28 años en el momento de la encuesta, fue una de las participantes con más años de escolarización en nuestra encuesta. Asistió a la escuela pública hasta los 13 años, luego se negó a ir más y así fue, después de eso, no estuvo escolarizada. De pequeña, se sumergió en el arte, pero también le interesaban «las revoluciones y la fauna». Sospecho que su rechazo al colegio fue un signo de su espíritu revolucionario. Fue a la escuela de Bellas Artes, con la ayuda de una importante beca concedida gracias a su experiencia artística, después enseñó arte durante varios años. Entonces cambió sus profesiones por sus otros grandes intereses y se convirtió a tiempo completo en activista de Greenpeace, recaudadora de fondos y directora. En respuesta a nuestra pregunta acerca de mantenerse financieramente a sí misma, escribió: «Sí, gano un salario modesto. No escogí exactamente mi trabajo porque fuera el mejor pagado. Esto es más importante para mí, ya que paso mi tiempo haciendo algo que beneficia a la sociedad».
Fundadora de una empresa de construcción responsable con el medio ambiente y la sociedad. Esta mujer, de 30 años de edad en el momento de la encuesta, nunca había ido al colegio, pero fue educada en casa hasta los «13 o 14 años» cuando empezó esta gran desescolarización. Escribió: «Soy propietaria/empleada de una empresa de construcción… La empresa es un vivo reflejo de muchos de mis intereses y actividades al igual que cuando era una joven no escolarizada —por ejemplo, democracia en el lugar de trabajo, gestión ambiental, construcción, asesoramiento y gestión de proyectos.

También soy la presidenta de una pequeña organización sin ánimo de lucro que apoya el uso de materiales alternativos en la construcción a través del desarrollo de unas directrices técnicas. Soy la jefa del proyecto de directrices técnicas y lo coordino con otros equipos de colaboradores en todo el mundo. Mi interés en la regulación y el desarrollo de políticas, así como un compromiso para apoyar el uso de materiales alternativos inocuos para el medio ambiente, ambos están conectados con los intereses y proyectos que emprendí cuando era una joven adulta no escolarizada».

«He realizado una serie de prácticas por un período de 3 años… durante las cuales estudié permacultura, construcción natural, equipamiento colectivo y resolución de conflictos…

La principal ventaja de la desescolarización fue que me apoyó claramente en la comprensión de mí misma y me ayudó a diseñar una vida adulta que es significativa para mí. Como de costumbre, no me identifico con haber detenido mi escolarización —Continúo aprendiendo igual que cuando era joven. A los 15 años, estudiaba microscopios y las partículas nucleares, ahora estoy estudiando, sin fines lucrativos, los estatutos y las normas para la construcción, o entrenando para una maratón. Tengo 30 años y he estado practicando cómo organizar mi vida, estar motivada con mis propias metas, pensar de forma creativa sobre cómo resolver los problemas y buscar lo que me interesa desde hace 20 años. Me encuentro en una posición muy ventajosa en comparación con mis colegas ‘escolarizados’…».
Planificador urbano con especial atención en el diseño de transporte no motorizado. Esta persona de 30 años de edad, que no estuvo escolarizado en el sistema educativo, se auto-identifica como un género raro y prefirió no ser clasificado como masculino o femenino. Después de completar una licenciatura, esta persona desempeñó trabajos que reflejan los intereses de la persona en la planificación, la gestión y el desarrollo urbano. Estos incluyeron asistente de urbanismo en una pequeña ciudad, auxiliar administrativo para el departamento de salud pública en una universidad de la Ivy League, asistente de investigación para un proyecto acerca del transporte en bicicleta (mientras era estudiante de licenciatura), coordinador del programa de vivienda sin ánimo de lucro para personas con un bajo nivel de ingresos y miembro de la investigación de posgrado de la Oficina de Transporte en una gran ciudad. Esta persona escribió:

«Mi objetivo es crear una profesión a partir de cualquier bicicleta y la planificación/política de transporte de peatones o la ergonomía. Mis intereses han llegado en ciclos cortos e intensos. Me di cuenta de esto cuando tenía 16 años y empecé a investigar las opciones profesionales que me permitieran cambiar de proyectos cada pocos meses. A los 17 años descubrí el diseño urbano, que ha actuado como conexión temática con muchos de mis intereses pasajeros durante la última década. Es un tema que conecta algunas de las cosas que me gustaban cuando era un adolescente —diseño teatral, modelización, diseño textil, ecología— pero esto supuso trasladarme de las zonas rurales en las que crecí [nombre de la gran ciudad borrado] antes de que entendiera realmente que era lo que me interesaba del diseño. Mi camino desde entonces ha sido retorcido pero generalmente lineal. Estudié pre-arquitectura y dibujo técnico en un instituto de enseñanza superior, me matriculé en arquitectura y diseño urbano en la facultad, escribí como estudiante de licenciatura una tesis sobre la política de planificación urbana postsocialista en Vietnam y Hungría, trabajé en una oficina de planificación y construcción durante un tiempo, me interesé en las especialidades actuales de transporte no motorizado y métodos de investigación cualitativa para el análisis de comportamiento en los desplazamientos una vez que empecé la escuela de posgrado… ».

Un alto porcentaje elige profesiones en el sector de las artes creativas.

Como señalé en el primer artículo, según nuestros resultados 36 de los 75 participantes en la encuesta (48%) siguieron profesiones que se clasifican en las artes creativas —una categoría que incluye bellas artes, artesanía, fotografía, cine, teatro y escritura. Cabe destacar que 19 de los 24 participantes en el grupo de siempre no escolarizados (79%) siguieron tales profesiones. La observación de los participantes que fueron siempre no escolarizados mostraba que tenían más probabilidades para continuar profesiones en las artes creativas que los otros participantes donde fueron muy significativas estadísticamente (p< .001 en una prueba de chi cuadrado— vuelva a mirar atrás en la tabla del primer artículo de esta serie). Podría especular sobre las posibles razones de una mayor concentración de artistas creativos en el grupo de siempre no escolarizados que en los otros grupos, pero a decir verdad, sus suposiciones son tan buenas como las mías. Aquí tenemos para ilustrar, 3 ejemplos de los encuestados que siguieron estas profesiones.
Gerente de producción en una gran compañía de teatro. Esta mujer de 29 años no estuvo escolarizada durante todo el sistema educativo y aun así, consiguió un título de licenciatura en artes dramáticas, escribió: «Soy una artista y la gerente de producción de [una gran compañía de teatro en Nueva York ]. Siento cómo el camino que fui creando se dirige directamente hacia lo que hago ahora. Las herramientas que aprendí cuando era niña —para buscar nuevas ideas/intereses/conocimientos, resolver problemas de forma creativa, participar activamente en mi comunidad y mucho más-— me han ayudado enormemente. En realidad es más de lo que todavía hago en el contexto de una vida adulta. La organización, diseño de la iluminación, bailar, hacer cosas es exactamente lo que hacía cuando era niña y adolescente».

Para responder a nuestra pregunta acerca de la independencia financiera, escribió: «Nueva York es una ciudad difícil para vivir, pero he sido independiente financieramente todo el tiempo desde que me licencié en la facultad en 2008. Nunca he tenido problemas para encontrar trabajo. Me atrae la actuación experimental y trabajar con/para una gran cantidad de artistas. Mis honorarios no son altos. Sin embargo, para mí, merece la pena trabajar en proyectos que me parecen interesantes y en los que creo».
Artista textil/artesana y empresaria. Esta mujer de 21 años que no estuvo escolarizada durante todo el sistema educativo y que no ha continuado ninguna educación superior, escribió: «Soy una artista/artesana autónoma, vendo en línea y localmente. ¡Realmente estoy haciendo lo que me interesaba cuando era niña! Siempre he estado haciendo cosas, me encanta lo que hago». En respuesta a nuestra pregunta acerca de la independencia financiera, escribió: «Sí, llegué a ser independiente financieramente a los 19 años y he mantenido eso (ahora 21). Es muy importante para mí ganarme bien la vida y me siento muy orgullosa viendo como mis ingresos aumentan poco a poco cada año. Como adulta no escolarizada me sentía presionada para triunfar profesionalmente porque la gente dudaba de que yo pudiera/quisiese, también para mostrarles a mis hermanos pequeños aquello que parece ser para nosotros».
Instructora autónoma de piano y violín y aspirante a artista. Esta mujer de 28 años, que fue educada en casa hasta los 10 años y no escolarizada después de eso, tenía dos puestos de trabajo en el momento en que respondió a la encuesta. Uno de ellos fue el de diseñadora web autónoma, un negocio que había mantenido durante unos diez años. El otro —y más importante para ella—, era el de instructora de piano y violín; trabajo que había estado haciendo desde hacía unos siete años. En relación a este último, escribió: «Ésta es mi trayectoria profesional, y la he construido por mí misma… Actualmente tengo 31 alumnos. Doy clases particulares individuales, enseño piezas/canciones, teoría, entrenamiento del oído, historia de la música, composición, técnica, representación y comparto mi pasión por la música. ¡Me encanta mi trabajo!».

En respuesta a nuestra pregunta sobre la independencia financiera, escribió: «Sí. Tengo mi propio negocio y me reporta suficientes ingresos para mantener una vida cómoda en la zona cara de [nombre de la ciudad eliminado]. ‘Ganarme bien la vida’ es muy importante para mí. Sin embargo, considero que la manera de ganarme la vida es la siguiente: Ser responsable financieramente de mi propia vida y poder pagar las cosas que son importantes para mí. Y lo más importante, hacer esto de una manera que me alegre».

Para concluir su respuesta a nuestra pregunta profesional, escribió: «Me encanta mi profesión actual como profesora de música, pero también aspiro a actuar con mi banda como segunda trayectoria profesional. Tocoel bajo y canto en esta banda; la próxima semana vamos al estudio para grabar un álbum completo que aumentará el dinero a través de una campaña de la web de financiación para proyectos creativos Kickstarter… Seguimos trabajando hacia nuestros objetivos con este disco, haciendo planes de gira para el 2014 y echando un vistazo a una oferta de una discográfica».

Un alto porcentaje eran empresarios.

Como señalé en el primer artículo de la serie, los encuestados fueron clasificados como empresarios si habían comenzado su propio negocio y si se ganaban la vida con ello, o trabajaban para ganarse la vida en ello. Esta categoría se superpone en gran medida con la categoría de artes creativas, ya que muchos estaban en el negocio de la venta de sus propios artes o servicios creativos. En general, según nuestros resultados, 40 (53%) de los encuestados eran empresarios. Este porcentaje también fue mayor para los del grupo siempre no escolarizados (63%), pero en este caso la diferencia entre los grupos no fue estadísticamente relevante. Algunos de los ejemplos presentados anteriormente también son ejemplos de iniciativa empresarial.

Los sociólogos que han estudiado la satisfacción del trabajo han encontrado que los tipos de trabajos y profesiones que son más satisfactorias a las personas son los que implican más autonomía laboral. Algo que está sumamente claro en nuestro estudio es que las personas no escolarizadas que respondieron a nuestra encuesta habían elegido abrumadoramente profesiones en las que esta cualidad era muy alta. Estas eran, en general, trabajar por cuenta propia o en ambientes de trabajo donde eran sus propios jefes. No nos sorprende aquí: las personas que optaron por no seguir la escolarización vertical, donde serían los subordinados que hacen el trabajo que les dictan los demás, optaron por no seguir tampoco esto en su profesión.

Un alto porcentaje, sobre todo de los hombres, eligió profesiones relacionadas con la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.

Inicialmente, no habíamos contemplado la clasificación de las profesiones para ver cuántos estaban en la categoría de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, pero lo hicimos después de que se planteara la pregunta en un comentario en el primer artículo. Se utilizó la definición de STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) publicada por la Fundación Nacional para la Ciencia (en este caso), que es más amplia que algunas, e incluye las ciencias sociales, así como las ciencias naturales, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Sin embargo, solo se incluyeron personas en las ciencias sociales si estaban realizando investigaciones en ese ámbito y/o estaban haciendo trabajos prácticos que utilizan aspectos técnicos de una ciencia social. Tal y como hicimos Gina y yo con otros análisis, primero clasificamos las notas de forma independiente y luego las comparamos y resolvimos las diferencias en el debate.

En general, según nuestros resultados, 22 de los 75 participantes (29%) buscaban profesiones relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Cuando separamos esto por género, (dejando de lado a la persona que no quiso ser clasificados por género), encontramos que 13 de las 58 mujeres (22%) y 8 de los 16 hombres (50%) de la muestra fueron clasificados por tener profesiones de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. A pesar del número relativamente pequeño de hombres en la muestra, esta diferencia en el ratio es estadísticamente significativa (p = 0,030 en la prueba de chi cuadrado). Al parecer, la tendencia de los hombres a entrar en este tipo de carreras es mayor que en las mujeres; lo que se ha establecido para la población en general, también se produce entre los no escolarizados.

En nuestra muestra, la mayoría de los de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas siguieron algún aspecto de ingeniería o ingeniería informática, pero la muestra también incluyó un arqueólogo, biólogo de campo, profesor de ciencias y matemáticas, analista de inteligencia y cuatro que participaban en diversos aspectos de la tecnología médica.

En el siguiente y último artículo de nuestra encuesta, voy a examinar las evaluaciones generales sobre las experiencias de los adultos no escolarizados. ¿Qué era lo que les gustaba y lo que no de no estar escolarizados? ¿Cómo era su vida social? ¿No escolarizarían a sus propios hijos? ¿Hay alguien que desearía haber sido escolarizado? En caso afirmativo, ¿de qué se arrepiente?

¿Cuáles son sus pensamientos y preguntas sobre este aspecto de nuestra encuesta? ¿Qué experiencias de la no escolarización o profesionales —positivas o negativas— ha tenido o está dispuesto a compartir? Este blog es un foro para el debate y sus historias, comentarios y preguntas son valorados y tratados con respeto por mí y otros lectores.

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Entradas relacionadas:


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Para saber más acerca de la naturaleza humana de la educación autodeterminada, véase el libro (solo en inglés) Free to Learn.


Otros artículos de Peter Gray en inglés:






Traducción del inglés al castellano por: Laura Álvarez Domínguez

Encuesta educación no dirigida II: La universidad

¿Puede alguien que no ha seguido una educación tradicional ir a la universidad y conseguir buenos resultados? Y si es así, ¿cómo?

17 de junio de 2014, Peter Gray para Freedom to Learn

¿Pueden estas personas ir a la universidad? Y si es así, ¿cómo consiguen entrar y adaptarse? ¿Pueden realizar esta tarea? ¿Pueden seguir un horario estricto? Las personas que oyen hablar de la educación libre o no escolarizada suelen plantear estas preguntas. En esta entrada abordaré estas cuestiones de boca de adultos que siguieron una educación libre y, más tarde, estudiaron una carrera universitaria o llevaron a cabo estudios superiores.

Esta es la segunda entrada de las cuatro que abordan una encuesta sobre adultos no escolarizados que hemos llevado a cabo Gina Riley y yo recientemente. La primera entrada presentaba una definición de educación libre o no escolarizada y un resumen de los métodos y de las conclusiones estadísticas de nuestro estudio. Puede visitar esa entrada para ver los datos.

A diferencia de muchos otros entre la población general, la mayoría de las personas no escolarizadas no consideran que entrar a la universidad, graduarse u obtener notas altas sea a grandes rasgos una medida del éxito en la vida. Nosotros tampoco. Nuestro principal interés por preguntar sobre la universidad en este estudio era simplemente conocer las experiencias de aquellos que, por cualquier razón, decidieron ir a la universidad. Estas preguntas tienen repercusiones prácticas, porque muchas personas indecisas sobre su educación podrían sentirse reacios a escoger el camino de la no escolarización si este excluyese la posibilidad de ir a la universidad y, por tanto, la posibilidad de conseguir una trayectoria profesional que, al menos hoy en día, requiera en mayor o menor medida de la universidad como trampolín.

Para conocer sus experiencias universitarias les preguntamos lo siguiente como quinta pregunta de la encuesta: «Describa cualquier experiencia vivida relacionada con la educación superior formal, como formación profesional, universidad o estudios de postgrado. ¿Cómo entró en la universidad sin poseer el título de bachillerato? ¿Cómo se adaptó al cambio de la educación libre a verse involucrado en un tipo de experiencia educativa más formal? Enumere las carreras universitarias de las que se ha graduado o que esté estudiando actualmente».

En esta serie de entradas empleo el término educación escolarizada para referirme a la asistencia a un centro escolar ajeno al hogar, educación en el hogar para referirme a las lecciones académicas realizadas en casa bajo la supervisión de los padres o impartidas por alguno de ellos, y educación libre o no escolarizada para referirme a la situación en la que los niños no van al colegio ni siguen una educación en el hogar (tal y como se acaba de definir). En otros contextos, y por temas legales, la educación libre se considera una rama de la educación en el hogar, y en algunas de las citas siguientes los encuestados utilizan el término educación en el hogar como un término general que incluye la educación libre. Sin embargo, para evitar confusiones, aquí empleo el término educación en el hogar de un modo más restrictivo que no incluye la educación libre. De nuevo, para saber más sobre la definición de educación libre en este estudio, visite la entrada anterior.

Como se indicaba en la entrada anterior, de los 75 adultos no escolarizados que respondieron a nuestra encuesta, 62 (83 %) habían seguido algún tipo de educación superior y 33 (44 %) habían estudiado una carrera universitaria o estudios de postgrado, o dedican actualmente todo su tiempo a estudiar una carrera. La mayoría de los otros 29 que siguieron una educación superior lo hicieron para obtener conocimientos específicos o una licencia relacionados con su vocación, para lo que no necesitaban una carrera universitaria. Como también se indicaba en la entrada anterior, la probabilidad de proseguir una carrera universitaria es inversamente proporcional al nivel de escolarización anterior: el 58 % de aquellos que siempre habían seguido una educación libre estudiaron una carrera, en comparación con el 44 % y el 29 % de los otros dos grupos, respectivamente (visite la entrada anterior para más detalles).

El grupo de los no escolarizados no solo mostraba el mayor porcentaje de aquellos que estudiaron carreras universitarias, sino también de los que no siguieron estudios superiores. De hecho, de los 24 encuestados de este grupo, 18 fueron a la universidad y los otros 6 no siguieron ningún tipo de educación superior. Estos últimos afirmaron que no necesitaban la educación formal para aprender lo que querían saber ni para seguir las trayectorias profesionales que habían escogido. Por ejemplo, uno escribió: «He continuado con la educación libre en la edad adulta y continuaré con ella durante toda mi vida. Creo que las prácticas y los periodos de aprendizaje serían la extensión natural de la educación libre hacia el lugar de trabajo tradicional. Si me interesase un campo que requiriese de la universidad, me lo plantearía, pero seguiría considerándolo como parte del camino de la educación libre, que para mí significa seguir a la curiosidad donde sea que te lleve». Otro únicamente afirmó: «Como adulto, me doy cuenta de que la educación libre me ayudó a ver que la universidad no es necesaria para tener una vida próspera y gratificante».

En la entrada anterior también indiqué que, para nuestros encuestados, el camino más común para ser admitidos en la universidad era realizar cursos de formación profesional (que normalmente empiezan a los 16 años) y usar ese certificado de estudios para entrar en la universidad. 21 de los 33 habían usado este método. La mayoría fueron a la universidad sin el título de bachillerato, pero 7 obtuvieron un certificado equivalente tras realizar el Examen de Desarrollo de Educación General (GED por sus siglas en inglés), y 3 dijeron que habían obtenido el certificado mediante unos trámites por internet.

La gran mayoría de los encuestados que fueron a la universidad afirmaron no haber tenido problemas para realizar las tareas académicas. De hecho, la mayor parte dijo que tenía ventaja por su gran motivación y su mayor capacidad de iniciativa propia, autonomía y autocontrol.

El mejor modo de transmitir las experiencias universitarias de los encuestados es a través de sus propias palabras. El resto de esta entrada está compuesta por citas de las encuestas. Las citas han sido escogidas cuidadosamente, pero son un buen ejemplo de todo el grupo, a excepción de dos que describieron las dificultades de su educación libre y su intento por acceder a la educación superior, de cuyas experiencias hablaremos en la cuarta entrada de esta serie. Los temas que surgieron del grupo son los siguientes: acceder a la universidad no resultó especialmente difícil en general para los no escolarizados; en general, la adaptación académica a la universidad fue fluida; la mayoría se sentían aventajados debido a su gran motivación y a su capacidad de autonomía; las quejas más frecuentes fueron sobre la falta de motivación y curiosidad intelectual de sus compañeros de clase, la limitada vida social en la universidad y, en algunos casos, restricciones impuestas por el plan de estudios o por el modo de calificar.

Para mantener el anonimato de los encuestados, solo los he identificado por sexo, edad al rellenar el cuestionario y grado de educación no escolarizada. También he eliminado de las citas información que podría identificarles, especialmente los nombres de las universidades en las que estudiaron. El predominio de mujeres en el grupo refleja la gran cantidad de mujeres que respondieron a nuestra encuesta en comparación con los hombres (vea la entrada anterior). He escogido principalmente citas de aquellos que tuvieron la menor escolarización o educación en el hogar antes de la universidad, y los he ordenado de modo que aquellos que no han seguido la educación tradicional ni en el hogar están en primer lugar.


20 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. A los 20 años, esta mujer había estudiado un grado universitario y había conseguido lo que para ella era un trabajo ideal en la producción teatral. Había realizado algunos cursos de formación profesional entre los 13 y los 16 años y más tarde había comenzado un grado universitario de cuatro años en la universidad estatal, que terminó en dos años y cuarto y del que se graduó con mención cum laude. «La adaptación no me resultó difícil. Me di cuenta de que, al no haber ido al colegio antes de la universidad, estaba mucho menos cansada que mis compañeros y tenía un punto de vista muy fresco. Aprendí las habilidades académicas básicas (redacción de ensayos, investigación, etc.) muy rápidamente. Tuve algunos problemas con la organización de mi tiempo, pero finalmente encontré la forma de organizarme».

21 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Este joven se encontraba en su tercer año de los cuatro de su grado universitario especializado en filosofía, que estudiaba en una selecta universidad canadiense. Estaba a punto de graduarse con honores y planeaba estudiar un máster en Filosofía. Para explicar cómo accedió a la universidad, escribió: «Pedí una cita para hablar con alguien del departamento de admisiones, para averiguar qué tenía que hacer para solicitar una plaza tras haber seguido una educación libre. Después de hablarle un poco sobre mí, mis logros y mi estilo de educación, y después de que leyese una muestra de mi forma de escribir, dijo: “No veo ninguna razón por la que no debieras estar aquí”, y me dio los impresos para solicitar una plaza de estudiante».

Sobre la adaptación escribió: «Fue un poco difícil adaptarme a la cantidad de pinceladas de información que dan muchas clases introductorias. No soporto que las ideas se queden inexploradas. Tuve mis mejores notas y realicé mi mejor trabajo en cuarto curso, principalmente debido a la profundidad con la que se trataban los temas. Siempre he aprendido de forma apasionada, y no me gusta detener la corriente de una idea hasta que sigue su curso natural».

24 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Esta mujer, que se graduó en una universidad de artes liberales muy selecta, escribió: «A diferencia de [mis compañeros], encontré una gran fuente de inspiración en mis profesores. En [nombre de la universidad omitido] los profesores también deben ser profesionales de sus campos de estudio, así que trabajaba con gente que estaba interesada y que participaba activamente en sus áreas de especialidad como profesores y también como actores, escritores, directores, traductores, etc. Tener a alguien con tal riqueza de conocimiento pendiente del trabajo que yo hacía era algo revolucionario. No era algo que hubiera deseado tener antes, ni algo que me hubiera faltado toda mi vida, sino que era algo que me inspiró durante los cuatro años que pasé en la universidad».

En cierto momento de su camino universitario, pidieron a esta joven que liderase una reunión de estudiantes para dar su opinión al profesor de un curso sobre su clase. «Descubrí que la gente quería que el profesor les dijera qué debían pensar. Alguien dijo: “Me gustaría que nos dijera qué tenemos que pensar al leer Macbeth”. “Me gustaría que nos dijera qué quiere que escribamos en los ensayos sobre El corazón de las tinieblas” y tantas otras peticiones. Nunca jamás se me había ocurrido pedirle a alguien que me dijera qué debía pensar al leer algo».

Esta encuestada también escribió que el mayor inconveniente de la universidad, desde su punto de vista, era la falta de una vida social normal con gente de todas las edades, no solamente estudiantes. Para conseguirla se unió a la iglesia unitaria universalista local como catequista mientras seguía estudiando.

24 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Esta mujer, estudiante a tiempo completo de un máster en Lengua Inglesa, escribió: «Empecé a ir a un centro de formación profesional a los 16 años y disfruté cada minuto, no sentí que tuviera que adaptarme a nada. Después de mi primera clase de psicología, que fue la primera vez que tuve que tomar apuntes durante una clase, volví directa a casa y comencé a pasar los apuntes a ordenador y a organizarlos. Seguí yendo a tiempo parcial durante dos años, hasta los 18. El centro de formación profesional aceptó el título que yo misma había creado y que mis padres habían firmado, junto con mi certificado de estudios, que también creé yo. Convertí mis gustos y actividades en “lecciones” para el certificado, e incluí una lista de los libros que había leído en los últimos cuatro años.

«Cuando comencé a buscar universidad, mi decisión de no hacer el SAT (examen de acceso a la universidad) no tuvo gran relevancia a la hora de ser aceptada. Una universidad se negó a abrir mi solicitud sin las notas del SAT, aunque les había escrito una carta en la que detallaba mi éxito en la formación profesional durante los últimos tres años. Escogí una universidad que me permitió matricularme como estudiante a tiempo parcial durante el primer semestre, para luego pasar a jornada completa, sin necesidad de las notas del SAT».

29 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Esta mujer, que se había graduado con honores en una selecta universidad privada solo para mujeres y más tarde había estudiado un máster, escribió: «No solo me aceptaron, sino que me pusieron en la clase avanzada. Sin duda se me hacía extraño ir a una escuela formal, sobre todo al estar en el grupo avanzado. Pasaba horas y horas estudiando y haciendo deberes, mucho más trabajo del que hacían mis compañeros de clase. Después de sacar solo sobresalientes en la primera mitad del primer semestre, empecé a relajarme un poco. Me di cuenta de que estaba trabajando demasiado y aprendí a aprender como lo hacían mis compañeros: memorizando todo justo antes de un examen. Seguí sacando sobresalientes pero sin trabajar prácticamente nada. Al final aprendí a mantener un equilibrio, ahondando en los temas que me gustaban y memorizando las cosas que no me interesaban. No fue difícil, en general me hizo valorar el no haber pasado toda mi vida en el colegio.

»Sin duda noté una transición [social] en la universidad. No me gustaban las fiestas de las fraternidades, beber mucho y esas cosas, así que en mi primer año o los dos primeros años estaba bastante marginada, tenía pocos amigos. El último año por fin empecé a beber y a ir a fiestas en casas de compañeros, así que “encajé” un poco mejor y conseguí un grupo más grande de “amigos”. Me di cuenta de que era así como todos los universitarios se relacionaban, pero me olía mal, no parecía auténtico ni una forma de entablar relaciones duraderas. Fuera de la universidad volví a mi modo de relacionarme de siempre y, mira por dónde, eso era lo que todo el mundo hacía. Hice amigos en mis trabajos, en los teatros en los que trabajé, a través de otros amigos y en las cafeterías».

29 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Esta mujer, que había estudiado una carrera de Bellas Artes en una universidad anónima, escribió: «Yo tenía el título de bachillerato. Habría sido terriblemente difícil sin él, pero para mí la transición fue muy fácil logísticamente hablando. A pesar de la naturaleza no escolarizada de mi educación, mi madre registró nuestra casa como un colegio privado del estado de California, así que sobre los papeles yo era “normal”.

»Fui a una escuela de formación profesional a tiempo parcial entre los 16 y los 19 años. Después pasé a la universidad, donde estudié durante tres años hasta obtener el graduado en Bellas Artes con distinciones a los 22 años. Me encantó la universidad, destaca como uno de los periodos más centrados y enriquecedores de mi juventud. Cuando empecé la formación profesional, era más pequeña que los demás estudiantes y me preocupaba quedarme atrás, pero no pasó. No me gustaban los exámenes, y todavía hoy me provocan una gran ansiedad, pero sobresalí en casi todo y me gradué con una nota media alta.

»Al crecer comprendí que estábamos fuera de la norma, y a veces tanto los niños como los adultos mostraban un gran escepticismo. A pesar de la enorme confianza de mi madre, me preocupaba si tendría lo que hacía falta para triunfar en el “mundo real”. La universidad fue el momento de mi vida donde me enfrenté a lo desconocido ¡y decidí que probablemente lo tenía!»

30 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Este hombre recibió clases en una universidad estatal local desde los 16 años, y más tarde cambió a una pequeña y selecta universidad privada progresista donde se graduó en Biología de la Conservación y Ecología. Después estudió un máster en una universidad estatal y cursó un año del doctorado en otra universidad estatal antes de dejar los estudios debido a una grave enfermedad. En lo que respecta a la adaptación, dijo no haber tenido dificultades con el trabajo académico, pero se opuso a las restricciones que impone el sistema de evaluación. «Incluso el ambiente que no exigía requisitos de [nombre de la universidad omitido] me resultaba agobiante: por ejemplo, el perverso sistema de incentivos en la nota para olvidar las ideas propias sobre un tema a favor de las preferencias del profesor, la tendencia académica formal hacia la exclusión casi total del aprendizaje experimental, y el énfasis en productos académicos tangibles en lugar de en el aprendizaje y la aplicación. Y la escuela de posgrado ha sido mucho peor, no solo en términos de unos paradigmas educativos más estructurados y formalizados, sino también de oportunidades educativas de bajo nivel». Sin embargo, tiene pensado volver al doctorado cuando su enfermedad esté bajo control, puesto que está comprometido a desarrollarse profesionalmente buscando la restauración y el mantenimiento de la biodiversidad.

32 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Esta mujer, ahora madre de unos niños que están a punto de comenzar la educación libre, escribió: «Hice un curso de Medicina de Urgencias y trabajé algunos periodos de tiempo mientras investigaba las opciones universitarias, escogía la escuela perfecta y realizaba todo el papeleo. Me dieron una beca durante gran parte de la carrera gracias a una muestra que adjunté de mis anteriores trabajos, y a las entrevistas con la universidad. Solicitar una plaza en la universidad no parecía muy difícil sin un título oficial, porque tenía las notas del SAT y el certificado de estudios que preparó mi madre a partir de todos los años que pasó registrando nuestros logros en la educación libre. Recuerdo que estaba muy preocupada los dos primeros años de la universidad. Las asignaturas comunes en las que estaba matriculada no me suponían un reto, y estaba deseando empezar con las asignaturas troncales y adicionales. La universidad era divertida, pero me impresionó ver que la mayoría de los estudiantes no trabajaban ni se dedicaban a ninguna otra área de sus vidas aparte de los estudios y las fiestas. Me mantuve a mí misma durante los cuatro años de la carrera trabajando en al menos dos sitios diferentes al mismo tiempo que mantenía mi nota sobre la media para poder graduarme a tiempo. A los dos años de empezar la carrera acepté un trabajo a tiempo completo en el departamento creativo del periódico local, donde seguí trabajando después de graduarme».

35 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar. Esta mujer, que estudió una carrera en una pequeña universidad progresista y más tarde hizo un máster, escribió: «Durante toda mi experiencia universitaria me opuse a los estudiantes que no hacían el trabajo, incluso en las clases que no me resultaban atractivas ni emocionantes. Mis antecedentes educativos me habían preparado para pensar “si no vas a participar, ¿por qué estás ahí?”. Me frustraba verlo. Como siempre he escogido seguir aprendiendo, y aunque esta elección personal significase que habría algunas clases que no me interesarían y a las que tendría que ir, siempre supe cuál era mi motivación para estar allí. Con el tiempo me he dado cuenta de que estos compañeros que me frustraban habían tenido una relación con el aprendizaje y la educación completamente diferente».

19 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar desde los 8 años. Esta joven fue diagnosticada de dislexia cuando estaba en 2º de primaria, y la sacaron del colegio porque no era feliz allí. Al no estar escolarizada, aprendió a leer a su propio ritmo y a su modo. Más tarde le hicieron pruebas y le diagnosticaron de otras dificultades de aprendizaje, pero esto no la frenó. Durante sus dos últimos años de educación libre fue a clases de formación profesional para después entrar en una selecta universidad privada de artes liberales. «Me matriculé en [nombre de la universidad omitido] y acabo de terminar el primer año. He tenido una nota media de 7,8 durante todo el curso y volveré allí en otoño.

«Creo que la educación libre en realidad me hizo estar mejor preparada para la universidad que mis compañeros, porque ya tenía una gran experiencia en la organización propia del estudio. Sabía cómo motivarme, organizar mi tiempo y realizar tareas sin la estructura a la que la mayoría de los estudiantes tradicionales están acostumbrados. Mientras que la mayoría de mis compañeros daban traspiés y no podían entregar los trabajos a tiempo, yo me mantenía en lo alto porque siempre he sido una estudiante independiente. Sé cómo averiguar las cosas por mí misma y cómo pedir ayuda cuando la necesito. Tuve algunos problemas para adaptarme al principio, principalmente por mis dificultades de aprendizaje. A finales del curso había superado los problemas y sobresalí en la universidad. Ahora estoy estudiando una carrera de Lengua Inglesa en [nombre de la universidad omitido] y después quiero seguir y hacer un máster en Biblioteconomía».

24 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar desde los 8 años. Este joven tuvo que saltar muchos más obstáculos que la mayoría para entrar en la formación profesional, que le sirvió de trampolín hacia una selecta universidad estatal, pero no tuvo dificultades para adaptarse académicamente. «Al principio no quería ir a la universidad. Cuando me gradué de la educación en el hogar/libre en 2005, trabajé durante dos años captando socios en un gimnasio. Al final me di cuenta de que necesitaba ir a la universidad, así que comencé a estudiar formación profesional en el centro local. Fue difícil entrar sin un certificado de estudios, y básicamente tuve que ir al Departamento de Educación del condado para conseguir una “declaración jurada de estudios” para demostrarle a la universidad que realmente había terminado bachillerato. Después de un montón de papeleo, lo aceptaron. Como antes de entrar en la formación profesional no había hecho el SAT, el ACT ni ningún otro examen de acceso a la universidad, tuve que hacer una prueba de nivel antes de poder matricularme. Después de pasar todos estos trámites, me consideraron un estudiante normal.

«Me gradué de la formación profesional en [nombre del centro omitido] con una nota media de 8, y después entré a [nombre de la universidad omitido] donde me gradué también con un 8. Y, más recientemente, acabo de terminar el máster en [nombre de la universidad omitido]».

24 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar desde los 8 años. Esta mujer, que estudió una carrera en una gran universidad estatal, escribió: «Hay un periodo de adaptación al pasar de la educación libre a la “escuela”, pero también tienes la gran ventaja de no estar quemado ni odiar ya la escuela. Estás deseando aprender». Esta encuestada siguió diciendo que consiguió casi todo sobresaliente y obtuvo una beca completa para estudiar derecho, y añadió: «No intento presumir, solo demostrar que la educación libre funciona. Tuvimos que escuchar muchas tonterías de amigos, familiares y extraños durante todo el tiempo que estuve sin escolarizar. Así que ahora me gusta tener las credenciales para demostrar que la educación libre es una forma legítima de educar y, de hecho, es mi forma preferida de educar».

26 años, sin educación escolarizada ni en el hogar desde los 8 años. Esta mujer, que se había graduado con honores de una universidad de artes liberales muy selecta, escribió: «La transición me resultó difícil, no en el plano académico, sino por el sentimiento de estar atrapada en un sistema. La burbuja universitaria me parecía diminuta, y estaba en un estado constante de frustración latente porque me decían incluso las cosas más sencillas, como qué clases debía coger y cuándo ir. Como una persona que había elegido ese tipo de cosas por mí misma durante años, me sentía ofendida porque se daba por hecho que no sabía para qué nivel de estudios estaba preparada. Necesité casi todo el primer año para alcanzar un estado de aceptación, recordando que esto también era una elección mía y que podía cambiarlo si quería. Nunca me encantó la universidad tanto como a otra gente, y nunca me sentí tan libre como lo había sido antes de ir a la universidad o como lo fui después de graduarme». Posteriormente, esta encuestada realizó estudios de postgrado en el campo de la medicina y afirmó que fue una experiencia más agradable gracias a las situaciones prácticas reales que proporciona el trabajo clínico.

35 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar desde los 10 años. Esta mujer, que estudió una carrera en una universidad de artes liberales muy selecta, escribió: «Solicité una plaza en ocho universidades y me aceptaron en todas [en 1995]. Hice entrevistas en las ocho universidades, para la mayoría yo era su primer aspirante “educado en casa/no escolarizado”. Varias universidades me dijeron que estaba admitida al final de la entrevista, justo después de decirme que “sorprendentemente” era bienhablada e inteligente. Hice tanto el SAT como el ACT (y en ambos conseguí buenas notas), lo que probablemente compensó la falta de certificados de estudios.

»La transición fue bastante fácil, aunque echaba de menos mi casa. Creo que la universidad es bastante parecida a la educación libre: vas a clases que te interesan, haces la mayoría del trabajo por tu cuenta, y eres responsable de hacerlo y entregarlo a tiempo. ¡Eres responsable de tu propia educación!

»En [nombre de la universidad omitido] estudié una carrera de Informática y Matemáticas. Esto demuestra algo: desde los 10 años no me enseñaron matemáticas de un modo formal, pero acabé dando clases particulares de Cálculo I, II y III a otros estudiantes. No había tenido un ordenador propio hasta que entré en la universidad, pero me especialicé en informática, escribí programas informáticos y programé mi propio robot». Después, esta persona estudió una carrera y un máster de Enfermería, trabajó como enfermera y, cuando realizó la encuesta, estaba pensando volver a estudiar para doctorarse.

32 años, sin educación en el colegio ni educación dirigida en el hogar desde los 13 años, mezcla de educación en colegio y dirigida en el hogar hasta entonces. Esta mujer, que se había graduado en una selecta universidad de la Liga Ivy, era madre de niños sin escolarizar, profesora de yoga y estaba estudiando yogaterapia cuando realizó la encuesta. Escribió sobre la admisión en la universidad y la adaptación: «Cuando tenía 15 años, quise estudiar formación profesional. En esa época, la matrícula doble de los estudiantes en el hogar no estaba muy aceptada, así que me dijeron que necesitaba hacer el Examen de Desarrollo de Educación General para poder matricularme. Aunque creo que decepcioné a mis padres al hacer el examen, tener ese papel que muestra que he terminado algún tipo de educación secundaria me ha ayudado. Dicho esto, ahora me niego a hacer exámenes oficiales (porque creo que no miden la inteligencia, ni siquiera lo que un estudiante ha aprendido), así que terminé la formación profesional antes de intentar entrar en la universidad (algunos centros aceptan dos años de estudio en lugar de las notas del SAT o del ACT). En 2003 me gradué en [la universidad de la Liga Ivy] de la carrera de Psicología. Creo que la educación libre me ayudó a adaptarme a la universidad: estaba tan acostumbrada a estudiar lo que quería que me parecía natural ir a clases que me interesaban. Y la educación libre también sigue la premisa de que, si un niño tiene un objetivo, aprenderá lo que sea necesario para conseguirlo. Por ejemplo, no me gustan las matemáticas, pero sabía que tendría que estudiarlas para graduarme, así que lo hice».

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Como indiqué en la primera entrada de este estudio, debemos tener cuidado a la hora de interpretar los resultados de esta encuesta. Necesariamente, como no teníamos forma de obligar a la gente a participar en el estudio, esta muestra es un grupo de adultos no escolarizados que decidieron participar, y podrían estar entre aquellos más felices con sus experiencias y más dispuestos a contarlas. Sin embargo, como mínimo podemos concluir lo siguiente: la opción universitaria está sin duda abierta para los no escolarizados. Quienes quieren ir a la universidad y realizan los pasos necesarios para entrar no tienen mayores problemas para ser admitidos ni para tener éxito una vez dentro. Además, la similitud de las respuestas de esta muestra relativamente diversa sugiere una base común de experiencia. Los adultos no escolarizados que fueron a la universidad tenían buenas razones para hacerlo, no querían malgastar su tiempo, parecen haber trabajado duro y haber conseguido más que sus compañeros escolarizados, y en general se sentían con ventaja gracias a su experiencia previa de controlar sus vidas y su aprendizaje.

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Para saber más sobre la naturaleza humana de la educación autónoma, lea el libro Free to learn (solo en inglés).


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Traducción del inglés al castellano por: Davinia Megías