martes, 15 de abril de 2014

La deconstrucción de la masculinidad

Es difícil no volver a los mismos temas de siempre. Uno no puede salirse de uno mismo, aunque lo pretenda. El talento consiste en saberlo y sin embargo sorprender a cada momento. A mí principalmente me preocupan las mismas cuestiones que cuando era muy joven, pero ahora con otra perspectiva y con más incertidumbres. ¿No debería ser al revés?

Me miro al espejo y ya no me reconozco. Sin embargo, en mi interior sigo siendo el mismo. Pero, con cierto miedo a perder aquello que necesito para seguir adelante. Hace dos años desapareció una de las personas más importantes de mi vida y me da pánico volver a pasar por lo mismo. No hay día que no piense en ella. Ahora comprendo muy bien el significado de la frase “La ausencia es el peor de los males”.  Con la desaparición de Chiqui se me escapo la infancia por la ventana y la certeza de que con su marcha ya no hay forma de recuperarla. En definitiva, creo que la infancia es la única patria que existe.

La semana pasada mi compañera Raquel perdió parte de la suya. Se fue a los 93 años Lala, la guardiana silenciosa de sus primeros años. Leyendo la carta que escribió para su funeral, no puedo dejar de pensar que los afectos son nuestro mayor patrimonio.



  Querida Lala.

Tu vida no fue fácil y por eso disfrazabas con algo de mal genio tu paciencia, de dureza tu infinito amor y de trabajo tu increíble lealtad. Llamarte abuela sería quedarnos cortos para Bárbara, Raquel y Elías. Fuiste mucho más. Los recuerdos no paran en momentos como este: las noches que pasamos contigo son imborrables. En tu casa dormíamos en la cama que compartiste pocos años con Manolo y a la que no quisiste volver tras su muerte. Fuiste tan generosa con nosotros que nos cedías ese lugar sagrado, aunque nunca te contamos que la situación nos desvelaba, que no pegábamos ojo, que veíamos fantasmas saliendo de debajo de la cama y que no podíamos ni ir al baño del miedo. Cosas de niños.

 Teníamos la edad de Chloé, la edad en la que todas las niñas queríamos ser maestras y peluqueras, y nos dejabas ensayar contigo. Los viernes por la tarde, los días que nuestros padres salían y te quedabas a nuestro cargo, te peinábamos hasta que te quedabas dormida, con las manitas juntas a un lado sujetando la cabeza.

 Te vas y contigo se va nuestro último vínculo con una generación noble, la generación que vivió la dureza de la Guerra. Nos contaste que en tu Moya natal tenías que caminar kilómetros si querías ir a la escuela, que empezaste a limpiar casas con 9 añitos, que te ponían ladrillos para que pudieras alcanzar el fregadero. Tu vida de pequeñita no fue fácil. Nada comparado con la nuestra.. Lo único que te hacía falta era la familia y los amigos, conversación y amor, no quedarte nunca sola. Sabemos que no siempre hemos estado a la altura. Pero tu altura moral, Lala, está demasiado arriba. Algo de esa nobleza nos has legado. No te quepa duda.

Ahora preferimos imaginarte dormida, con las manos juntitas haciendo de almohada y tu cabeza de lado. Y por imaginar, esperamos que cuando despiertes encuentres a tu lado a Manolo, a quien la vida te quitó demasiado pronto.

Lo poco o  mucho que  los hombres de mi generación (niños de los años sesenta), hemos aprendido sobre las emociones y las tareas de cuidado se lo debemos a mujeres como Chiqui o Lala.



Por el contrario, si hago un recuento de la cantidad de “padres ausentes”, o lo que es peor de “progenitores autoritarios”, totalmente desprovistos de cualidades afectivas y de capacidades para el cuidado -de mi quinta- el resultado es estremecedor. El legado patriarcal afianzado con el franquismo decapitó por completo el sistema educativo regalándoselo a la Iglesia. Crecimos en un país de “hombres mutilados emocionalmente” y “sin capacidad para el cuidado”. Confesar y asumir esta realidad se consideraba como una ulterior disminución de la virilidad.

Por descontado, fue una generación de hombres que no lloraban en público, ni tampoco mostraban ninguna sensibilidad porque se consideraba “debilidad”. Su deber era aparecer siempre como triunfadores y dar de sí mismos una imagen dura, agresiva y brillante.

No podían ir a la compra ni ocuparse de sus hijos e hijas porque eso era “cosa de mujeres”. Sus ratos de ocio lo transitaban entre iglesias, tabernas, plazas de toros, campos de fútbol y casas de putas, siendo cómplices de la mercantilización del cuerpo y del placer. Los menos, leyendo libros y en tertulias. ¿Cómo ser feliz en un país que idolatraba a Raphael y El Cordobés, mientras que en Europa se reverenciaba a los Beatles? La última versión de Soldadito español, Soldadito valiente es de 1976. Sólo hay que echar un vistazo a la letra para comprender de lo que estoy hablando.




Los hombres que han renunciado a mostrar su parte más emocional han acabado perjudicando a todo el conjunto. Millones de ellos han pasado sus vidas  intentando representar un papel de héroes que sólo es posible en la ficción. El modelo de “hombre-macho-éxito” estereotipado que ha sido socializado y perpetuado por el sistema, ¿de qué ha servido? ¿A quién ha beneficiado? ¿Qué logros se han conseguido con estos machos-alfa marcando y pretendiendo controlar su territorio por todo el planeta?

¿Por qué aun algunas mujeres tienen especial interés en compartir la vida con semejantes sujetos?Y es que el patriarcado ha sido interiorizado tanto en hombres como mujeres, dotandoles a ellos de poder y a ellas de no poder, naturalizando cada cual un rol determinado en la sociedad, contribuyendo en mayor o menor medida a perpetuarlo.

Cuando tenía trece años empecé a sentirme incómodo entre mis compañeros de clase. En el momento en que la competitividad fue más importante que el juego, sentí que ya no pertenecía al grupo. De golpe tenías que ser el mejor jugando a fútbol, o el mejor estudiante, o el que más chicas conseguía. Todo era una carrera de fondo con el fin de convertirte en líder para ser aceptado. No existían opciones. Sólo se podía ser dos cosas: el cabecilla o su séquito.


Conocí el rechazo desde temprana edad. Enseguida supe que nunca pertenecería a ningún colectivo y que aquello me acarrearía en el futuro muchos problemas. Todavía faltaban algunos años para que leyera por primera vez la frase de Nietzche: “Yo no sirvo ni para servir, ni para conducir”.  Su significado me lo enseñaron a fuego mis compañeros de escuela. No me sentía a gusto compitiendo por ver quién lanzaba el semen más lejos, ni tampoco cotilleando con las chicas de la clase o conspirando contra alguien por los pasillos. En aquella escuela y durante los últimos años, me sentí completamente vencido y aislado. ¿Cómo debe crecer y ser criado un niño?, ¿Cómo y de quién aprende o desaprende a ser y a convertirse en lo que más tarde se convierte?

Resulta curioso cómo a pesar de los años transcurridos, a menudo pienso, que algo de culpa tendría yo, para que no me quisieran. Supongo que es lo que ocurre con las mujeres maltratadas. Nunca me atreví a explicar a mi familia, con detenimiento y exactitud, por lo que estaba pasando. Ir a la escuela cada mañana y sentir el desprecio y las burlas por no querer formar parte del equipo de fútbol y del grupo de machos-alfa conformó mi necesidad de independencia para siempre. Necesito a la gente, pero nunca más  he vuelto a confiar en las masas.

Lo que viví en la escuela no deja de ser un ejemplo más de lo que me he encontrado como adulto. Vivimos en un mundo donde lo más importante sigue siendo la imagen de seguridad, control y fuerza que proyectamos. ¿Cómo podemos relajarnos si siempre hemos de ser los mejores? ¿Por qué no nos impone nadie que seamos los primeros en sentir? ¿Es que acaso nos lo impide nuestra propia naturaleza? Tuve que llegar el instituto para empezar a ser feliz y a tener amigos. Ahí viví una experiencia “entre iguales”. Algunos de ellos son piezas fundamentales de mi existencia.

En el instituto jugué a fútbol infinidad de veces. A menudo, con mis compañeros y otras todos juntos, chicos y chicas. Aquello era pura diversión y entretenimiento. No existía competitividad ni chorradas de fuerza y liderazgo. El juego debe ser una diversión y también debe servir para enseñarnos a perder y a ganar. Como en la vida.

Para convertirnos en “nosotros mismos” no tenemos que viajar de un lado a otro, sino hacia nuestro propio ser. Todo se encuentra ya en nuestro interior. Personas como Chiqui o la recientemente fallecida Lala nos mostraron parte del camino.

Y en cualquier caso, ¿sentir y cuidar no es masculino? ¿Quién lo ha dictaminado? ¿Quién ha decidido por nosotros? Ser mayor significa separarse definitivamente de la madriguera para construirse una propia en consonancia con la Humanidad. Sólo seremos capaces de encontrarla saliéndonos de los esquemas y los condicionamientos del patriarcado. Haciéndonos cargo de nosotros como personas, admitiendo que tenemos, como todo el mundo, un ritmo personal; reconociendo honestamente que nuestra respuesta es, sobre todo, fruto de nuestras emociones. Deberíamos cuestionar los privilegios otorgados por la complicidad patriarcal. No deberíamos aceptar un rol masculino determinado, de acuerdo con falsos estereotipos. Estaría bien empezar a descubrirnos y deconstruir nuestra masculinidad.

No quiero ser el primero. No lo seré nunca. Sin embargo quiero seguir aprendiendo y tratar de ser más humano, más comprensivo, más inteligente, más constante. Y sobre todo, más sincero conmigo mismo. No quiero ser odiado, ni temido. Realmente, ¿compensa saberse detestado por los demás? No quiero a nadie bajo mi sometimiento. Las puertas deben permanecer siempre abiertas para quienes tengan ganas de regresar.


Tenemos que enseñar a las nuevas generaciones de millones de hombres a percibir que las relaciones, la comprensión, el amor, el cuidado, no lograrán alcanzar su  plenitud sin la capacidad de sentir y de cuidar. Es difícil pensar que alguien, tiernamente amado, acariciado y cuidado durante su niñez, no sabrá acercarse a los demás con especial ternura. La rudeza del hombre suele ser el fruto de la carencia de sentimientos, cuidado, educación y mimos que ha sufrido durante su crecimiento y que el patriarcado se ha encargado de imprimir a todo nivel. Y de esa cantidad de pruebas que se impone y le imponen y a las que no se ve capaz de renunciar: si hago el amor, tengo que ser el mejor; si no lo hago soy poco viril; si gano mucho dinero mi mujer y mis hijos tendrán todo lo que necesitan (¿quién lo decide?), sino seremos unos degraciados sin futuro. 

¿Cómo hallar la solución para esta situación tan esquizofrénica?

Según un  informe presentado por la Unión Europea la semana pasada, más de nueve millones de mujeres europeas han sido víctimas de una violación, un 33% han sufrido violencia física o sexual y sólo una de cada tres denuncia las agresiones. Estoy convencido de que esta compleja situación de deshumanización y de vulneración de los derechos humanos empieza  a gestarse en casa y en las aulas. ¿Qué modelo de sociedad estamos construyendo? ¿Cómo es posible que los hombres sigamos siendo principalmente un símbolo de poder desmedido? ¿Qué tipo de educación han recibido los agresores? ¿Pertenecen a una clase social concreta o no es una cuestión de clases?

Según este estudio, una de cada cinco españolas de más de 15 años (22%) ha sufrido violencia física o sexual. Por consiguiente, ya no se trata de que que el machismo endémico sea un producto del franquismo. El problema es mucho más hondo. 

 ¿Cuándo dejaremos de sentirnos mal por no cumplir las expectativas? ¿Quién crea dichas expectativas?  ¿Cuándo podremos liberarnos de todos aquellos esquemas y privilegios que llevamos interiorizados desde hace siglos? ¿Cómo es posible que a pesar de todos los avances tecnológicos todavía estemos en la época de las cavernas? ¿A quién le interesa perpetuar el sistema patriarcal que excluye a las mujeres y a todos aquellos que no comulgan con sus ideas? Para vivir y existir sin violencias y opresiones, debemos deconstruir este rol machista bajo el que se nos ha socializado. Hemos de alimentar nuestra capacidad para sentir y cuidar, de lo contrario nos haremos daño a nosotros mismos y  por ende a las demás personas.

Artículo de Josep Giralt, visto en elpais.com

sábado, 22 de febrero de 2014

La falacia de la mujer libre


Qué fácil es sentirte tonta por sufrir el machismo de los tíos, ¿verdad?
Seguro que incluso alguno o alguna viene y te dice, “cómo te dejas hacer eso” , “no te quieres nada”.
Las mujeres, como sujeto oprimido, desarrollamos resistencias y afrontamientos más o menos exitosos al machismo, pero no somos superwoman. No podemos acabar con el machismo que lo permea todo, incluso nuestra psique, solo por ser las más listas, las más liberadas, las más espabiladas en nuestra vida.
El mandato o rol de la superwoman está directamente vinculado con una falacia, “la falacia de la mujer libre”. Muchos hombres y muchas mujeres creen que si una mujer tiene suficiente autoestima y astucia se puede proteger del machismo por sí sola. La falacia de la mujer libre considera, pues, que el feminismo es innecesario. De hecho, lo acusa de victimizar a las mujeres, de proteccionista.


La falacia de la mujer libre lleva a muchas mujeres a rechazar el feminismo, ya que aceptarlo sería aceptar una vulnerabilidad, una debilidad, que no somos tan superwoman como creemos, que no tenemos siempre el control.
La falacia de la mujer libre es a la vez otra forma de culpabilizar a la víctima, de culpabilizarnos de una opresión. De marcada evidencia son frases tan habituales como “no consientas que te pegue”
El ser humano tiende a subestimar su vulnerabilidad, su dependencia. Sobre todo cuando es joven y aún cree que puede comerse el mundo, decidir en libertad sobre su futuro, y tener el trabajo que le plazca.

Ese optimismo irreal ayuda a la supervivencia en muchos casos. Es una estrategia de afrontamiento de la incertidumbre vital que nos permite planificar y luchar por logros con mayor éxito.
Sin embargo, el optimismo irreal, en el caso de la opresión, tanto de clase como de género, es disfuncional. Ya que pondera un afrontamiento netamente individual a problemas colectivos.
La falacia de la mujer libre es un pensamiento típico de sociedades neoliberales: “un individuo apto puede defenderse solo”  Y se ceba con mujeres de ideología neoliberal.
Debido también a esta falacia de la mujer libre hay muchas menos feministas jóvenes que mayores. Porque es a menudo la experiencia de la vida la que nos va mostrando la falsedad de nuestra idea de control y omnipotencia.
La falacia de la mujer libre está en el imaginario colectivo. Por eso nos imaginamos a las mujeres que enfrentan maltrato de sus parejas como pobres diablas. Tenemos la idea de que el machismo sólo afecta a las débiles, ignorantes, o extranjeras, que aún no se saben defender. Por eso sorprende sospechar que Simone de Beauvoir u otras mujeres feministas, intelectuales, cultas, pudieron enfrentar maltrato. Nos preguntamos, ¿cómo una mujer tan lista pudo soportar esto?
De nuevo suponemos en la víctima más responsabilidad sobre su maltrato de la que desgraciadamente tiene. De nuevo sobre-estimamos nuestra libre elección.
La falacia de la mujer libre es profundamente falaz, porque a veces somos las mujeres más libres, más brujas, las primeras que acabamos en la hoguera. Por ser díscolas, “las mujeres más libres”, a menudo sufrimos mucho maltrato. Y los asesinatos de género a menudo se agudizan cuando la víctima se hace más autónoma, se libera.
La falacia de la mujer libre nos refuerza en una idea causal del patriarcado que es atávica, falsa, pero permanente: que el patriarcado existe porque la mujer es débil, que somos el sexo débil.
Y nos aleja de la realidad patriarcal, de que el patriarcado existe porque muchos hombres perpetúan su dominación a través de la crueldad y el abuso estructural.
Es pues 1) el patriarcado, en estrecha intersección con 2) el neoliberalismo (idea neoliberal del pionero, del individuo solo y capaz de superar toda opresión), y 3) un error cognitivo (el exceso de locus de control interno) lo que crea la falacia de la mujer libre. Alimentada posteriormente por la destrucción de la sororidad entre mujeres que se produce de manera aguda en la adolescencia, perpetuándose a menudo de por vida, y que desincentiva las luchas colectivas y las alianzas.
El individuo solo puede resistir y desarrollar estrategias para enfrentar la opresión, pero nunca podrá esquivar por completo la dominación y mucho menos, acabar con ella.
Acabar con la dominación es una lucha tanto individual como colectiva. Y siempre una tarea titánica.  


Miranda Escribe

miércoles, 5 de febrero de 2014

Cómo saber si mi amor es patriarcal

Claves para encontrar el patriarcado dentro de un@:

-La Posesividad es patriarcal: la gente no es tuya: te acompaña un ratito en el camino. Se nos olvida que todos nacemos libres y que los humanos no somos mercancía, se nos olvida que a la gente hay que quererla como a los pájaros que vuelan libres y acuden libremente a tu ventana. Encerrar pajaritos lindos y cortarles las alas es una auténtica crueldad. Se nos olvida todo esto mientras cantamos canciones de amor patriarcal: "Yo soy tuya para siempreeeee", "Él es mío todo mío, mi amor es todo para él...", "Sin ti no soy nada". 

-Las jerarquías del Amor son patriarcales: Darle todo el amor a una sola persona es jerarquizar sentimientos. Todos estamos rodeados de gente que nos aprecia y a la que apreciamos. Tenemos familia, amigos y amigas, y gente con la que compartimos aficiones. Olvidarse de estas redes de amor y vivir por y para una sola persona es totalmente antinatural. Una sola persona no puede ser nuestra única razón para ser felices. Demasiada responsabilidad... Tu felicidad está dentro de ti y en las redes de afecto que has construido. Decir cosas como "Estoy sola" cuando hay un montón de gente que te quiere, es patriarcal. Jerarquizar afectos y emociones es patriarcal, porque abriendo un poco nuestros horizontes afectivos nos daremos cuenta que el querer es un fenómeno muy diverso.

- Someterse o dominar a la otra persona es patriarcal, porque las relaciones basadas en la lógica del amo y el esclavo son patriarcales. Si estableces relaciones basadas en luchas de poder, estás reproduciendo la dinámica patriarcal de las relaciones sádicas y masoquistas. No hablo de la gente que juega en la cama, sino de la gente que disfruta humillando o dejándose humillar fuera de ella. Las herramientas de control y dominación son sutiles y apenas visibles, por eso tanto mujeres como hombres al juntarnos asumimos roles contrarios y reproducimos la batalla eterna de género. Ellas tratarán de retenerlos en el calor del hogar, ellos tratarán de hacer respetar su libertad y sus espacios. Ellos tratarán de que ellas se queden en el calor del hogar, ellas defenderán sus derechos y libertades... unas y otros tratando de llevar a su terreno a la persona amada, a la que probablemente conocieron libre.

- Exigir a alguien que permanezca a  tu lado aunque ya te haya expresado su desamor o su rechazo, es patriarcal. El amor no se puede exigir, se da, se recibe, se comparte libremente. Cualquier mecanismo violento para doblegar la voluntad ajena es patriarcal: amenazas, chantajes, estrategias sucias, etc. Así pues, no permitas que nadie te obligue a hacer nada, y pon ojo cuando tú necesitas algo de alguien... no sea que sin darte cuenta te portes mal. Haz autocrítica para ver si eres una persona con ética amatoria o si careces de escrúpulos en el mundillo de las relaciones amorosas...

-Portarse mal con la persona amada es patriarcal, porque las mentiras, las traiciones, los gritos, la violencia, las exigencias, la humillación, el chantaje, los insultos, las  amenazas, el mal trato, el control y la vigilancia, los reproches continuos son patriarcales. Si no tratas con amor a tu pareja, en un plano de igualdad y cariño mutuo, tienes que plantearte cómo cambiar y despatriarcalizar tu forma de relacionarte. Porque los malos tratos son patriarcales, vengan de donde vengan.

-Aguantar que se porten mal contigo es patriarcal. Porque somos capaces de aguantar situaciones espantosas y creemos que lo hacemos "por amor". La cultura sublima a la mujer que sufre, a la dolorosa, a la llorona, porque solo alcanza grandeza cuanto mayor es su sacrificio. Así que muchas cumplimos el papel de mujeres sufridoras sin medir las consecuencias que esto tiene en nuestro bienestar, en nuestra psique, en nuestras emociones. Cuanto peor se portan con nosotras, más vulnerables y dependientes somos. Y como nos han enseñado a esperar a que las cosas cambien por sí solas, o que alguien venga a salvarnos, tardamos mucho en darnos cuenta de que nuestra pareja no es buena persona con nosotras, aunque de cara a los demás parezca un amor. El masoquismo es patriarcal y hay que evitarlo: es cierto que nos cuesta aceptar que no nos aman, o identificar cuándo nuestra pareja o amante no nos está tratando bien. No es  fácil saber cuándo es el momento de parar esas situaciones que nos van dejando huella y se prolongan a veces toda una vida, pero cualquier momento es bueno para romper con las cadenas que nos aprisionan, nos empequeñecen, nos torturan con sufrimientos románticos. Por ejemplo, ahora mismo.

-Ser egoísta es patriarcal: Estar siempre pensando en lo que "necesitamos". En nuestro deseo, nuestros sentimientos, en lo que el otro no nos da. Estar siempre exigiéndolo. Aislar a tu pareja de su círculo familiares y redes afectivas es patriarcal. Pretender encerrar a tu pareja en el ámbito doméstico es patriarcal. Tener a tu pareja siempre pendiente de ti es de ser una persona egocéntrica. El ego nos tiende muchas trampas patriarcales, y se adapta estupendamente a los privilegios de género...


- La culpabilidad es patriarcal. Porque es un arma que sirve para bloquearnos y oprimirnos. Porque podemos utilizarlo como arma para oprimir a los seres amados en actos de chantaje terrible. Las mujeres hemos vivido inmersas en esta cultura cristiana de la gran culpa y del pecado de Eva, por eso nos sentimos mal por todo: porque rompimos la relación que no nos hacía felices, porque trabajas y no cuidas a tus bebés, porque no das el cien por cien a diario, porque engordamos si no hacemos ejercicio, porque tomamos decisiones o porque no las tomamos...  Pero también intentamos que los demás se sientan culpables usando el victimismo para hacer sentir culpable al hombre que te abandona, o a la mujer que te confiesa que ya no te ama. Si lo que quieres es lograr tus objetivos exigiendo a la otra persona que te satisfaga tus deseos y dando pena, estás cayendo en la cultura patriarcal que ata a las mujeres con las cadenas invisibles del patriarcado.



- La división tradicional de roles es patriarcal: Si eres de las mujeres heteros que piensan que "todos los hombres son iguales", si eres lesbiana y le das a tu pareja todo el poder sobre ti, si eres gay y decides asumir el rol de "mujer" con tu pareja, si eres lesbiana y decides que tú eres la que manda en la relación, si eres un hombre heterosexual que todavía tiene problemas con su masculinidad y te haces el macho alfa para no parecer beta.... la división de roles no sólo se da en parejas heterosexuales, sino en todo tipo de parejas. Incluso se da en grupos: si una gente se reúne a celebrar la vida en el campo para comer carne asada, ellos estarán junto al fuego, con la carne, y ellas estarán haciendo la ensalada o limpiando mientras cada grupo habla de sus cosas: ellos de fútbol, motos, coches, etc., ellas de moda, salud, nutrición, maternidad y crianza, y chismes.

Esto es la división de roles: que por ser mujer tengas que hablar de determinados temas, que por tu condición femenina tengas que aparentar ser frágil y débil, que por ser hombre te veas obligado a ser valiente o agresivo. En nombre del amor, ellas asumen el papel de princesa elegida para el trono (sumisas, complacientes, felices, domésticas, tranquilas), y ellos asumen toda la carga de la ideología patriarcal mientras construyen su identidad de género y sufren por todas las obligaciones que conlleva la masculinidad (apariencias, represión de las emociones, relaciones competitivas, conteo de fracasos deportivos, laborales y sociales...).





Coral Herrera Gómez

lunes, 21 de octubre de 2013

Ritos sexuales y amorosos en las culturas del mundo.

En la tribu de los mendi, de Nueva Guinea, se produce un curioso cortejo amoroso llamado "tanim het". Durante el mismo, las parejas de enamorados se frotan mutuamente, cada vez con mayor rapidez. Finalmente, hacen el amor sobre el suelo, cubierto con hojas de caña de azúcar.





La localidad leridana de Isil, España, ha preservado una antigua fiesta de iniciación sexual: las Fallas de Isil. La tarde previa al solsticio de verano, los jovenes solteros suben a las cimas circundantes mas elevadas a buscar el fuego solar, al anochecer bajan cargando troncos prendidos a la espalda. En el pueblo les esperan las chicas solteras, cada una escoge a un chico, al que le da un ramito de plantas afrodisiacas y abortivas. Despues, pasan la noche juntos.




En 1938 se observó que las jóvenes Dahomey llevan en su mejilla izquierda una pequeña escarificación en forma circular. Dicha señal palidece cuando están emocionadas, y significa que es allí donde hay que besarlas. En la parte interna de los muslos llevaban una red de turbadores incisiones llamadas zidón ("empújame").





Entre los miembros de la etnia nuba, habitantes de la zona meridional de Sudán, el amor funciona de una maneras muy libre, pero plantea una gran exigencia física. Para acceder al interior de la cámara nupcial es necesario estar delgado y tener gran agilidad, ya que el único acceso a este espacio intimo es un pequeño orificio de 35 centímetros de diámetro, situado a un metro y medio de altura. El sistema resulta incómodo, pero tiene una finalidad muy precisa: proteger el habitáculo del viento, el calor, y sobre todo de las terribles serpientes. 



Cada muchacha designa a su compañero, levantando la pierna sobre los hombros del elegido. Este no puede mirar, solo guiarse por las sensaciones olfativas que desprende la joven, convenientemente embadurnada de aceites y cremas. Esta tribu considera el amor como una actividad refinada, que va unida a la música y la danza.




En el estado de Madya Pradesh, al noroeste de la India, los jóvenes muria son iniciados en la práctica del amor por otros chicos y chicas mayores en una choza comunal llamada "ghotul". Antes de realizar el acto amatorio, los adolescentes de ambos sexos acostumbran  a danzar alrededor del lugar. Actualmente, la visita de su territorio, que se halla bajo la vigilancia del ejercito indio, esta prohibida a los fotógrafos y cámaras extranjeros. Sin embargo, en 1991, el reportero Philippe Body pudo comprobar que la costumbre de acudir al ghotul seguía vigente. En los años cincuenta, un pastor ingles llamado Verrier Elwin, pasó un tiempo con los muria y les interrogó sobre la procedencia de esta institución. "Es para que los chavales nos dejen en paz!", bromeaba un viejo señalando a los niños, "¡menudos bichos! Estábamos hartos de sus jaleos, del ruido que armaban. Así que decidimos hacerles una casa". En realidad, admiten otros, se trata de alejar a los niños de la estera donde los padres se enlazan entre gemidos. Ocurre que los matrimonios son concertados por los parientes, incluyendo el pacto de la dote. Si tanto uno como la otra se han acostado con todos los miembros del ghotul, la curiosidad sexual habrá sido satisfecha, y las tentaciones adulteras se reducirán tras el matrimonio. Elwin perdió la fe para seguir la doctrina de Gandhi.




En Chad, antes de bailar frenéticamente ante los jóvenes, las muchachas de la tribu sara son objeto de un "curioso" ritual estético y erótico. Con una cuchilla, se les practica una incisión sobre el vientre hasta formar un dibujo. Después les arrojan ceniza en la cicatriz para aumentar el relieve.


En algunas partes del Congo y Abisinia, las matronas enseñan danzas eróticas a sus pupilas y las preparan para el acto sexual a fuerza de masajes íntimos.


En las montañas de Yunán (China), tiene lugar un caso único en el mundo. Allí, los campesinos "Na" o Mo-so (Mosuo) no se casan jamás, y los hijos carecen de padre conocido. Las mujeres permanecen durante toda su vida con sus hermanos y hermanas, cuidando en comunidad a los hijos de cada una. Mientras tanto, reciben ocasionalmente la visita nocturna de algún amante furtivo, que nunca será reconocido como progenitor. Es, quizá, el legado de una época en la que era frecuente que los padres murieran en guerras, vivieran como nómadas o fueran monjes budistas que habían hecho voto de castidad y, por consiguiente, no iban a reconocer a su descendencia. En ausencia de los hombres, las mujeres recogían las cosechas, daban de comer a las familias e imponían las normas. Por su parte , sus hermanos y tíos maternos visitarán las casas de otras mujeres. "Cuando un galán quiere probar una bella mujer que lo mira, le birla la cesta o el gorro. Si ella se enfada, no hay nada que hacer. Si sonríe, es que está dispuesta." cuenta el etnólogo chino Cai Hua. Ahora bien, "sin saberlo, una mujer puede ser fecundada por un medio hermano natural, un tío, o un sobrino desconocido, llegado de otro caserío" "El incesto sólo existe dentro de una misma casa". En la intimidad del hogar, el tabú es acatado con la mayor severidad: una chica no mira la televisión en compañía de un hermano o un tío materno, no anda en la oscuridad cerca de él, no baila ante sus ojos. Entre ellos, toda emoción compartida sería una vergüenza.

 

En Níger, durante la celebración de la fiesta anual llamada "worso", que marca el fin de la estación de lluvias y la renovación de la vegetación, los jóvenes bororo se maquillan profusamente para participar en una suerte de concurso de belleza llamado geerewol. Los jóvenes bailan alineados frente al jurado, formado por las mujeres. La operación del maquillaje es primordial, y puede durar seis días y seis noches. Todos los danzantes van pintados de la misma manera con el fin de que sólo la belleza de cada uno sea el criterio de elección. Después, beben una infusión estimulante a base de hierbas y cortezas mezcladas con leche con el fin de aguantar en plenas condiciones. Mientras bailan, deben lucir lo blanco de sus ojos y su dentadura.Tras el desfile, ellas eligen pareja y se dirigen a los afortunados a consumar el acto sexual en la maleza. Las esposas insatisfechas pueden escoger un nuevo marido tras sacrificar un animal.




En el pueblo kalash, en la región de Hindu Kus, al norte de Pakistán, en el solsticio de invierno celebran una fiesta llamada chaumos, verdadera orgía verbal para exaltar el amor y la fecundidad. No faltan insultos entre los habitantes de distintas aldeas, y al final de la fiesta, los hombres se visten de mujeres y viceversa, y de esta guisa se lanzan todo tipo de obscenidades y provocaciones sexuales que encienden los deseos colectivos, también ayudados por el vino (no son musulmanes). Sólo después del sacrificio de cabras, pueden formarse las parejas por la noche. Se trata de acrecentar el deseo para que parejas y rebaños sean fecundados en los tiempos de abstinencia invernal. "El lenguaje del pene" dicen los kalsh, sirve para apretar lazos y regenerar fuerzas vitales.






Los u'wa constituyen un peculiar grupo étnico de 3.000 miembros que viven replegados en las verdes montañas cubiertas de selva tropical del noreste colombiano. Consideran que sus tierras son sagradas, y han conseguido rechazar a todos los intrusos, desde los españoles a los soldados del ejército colombiano o los guerrilleros. Entre sus costumbres figura una. Al llevar a la pubertad, las jóvenes deben cubrirse la cabeza con una máscara-gorro hecha de hojas de palmera, que lucirán a la vista de todos durante cuatro años, hasta el momento de su matrimonio.


Entre los inuit del Ártico, en el pasado, está comprobado que el mayor índice de abortos naturales de las mujeres, venían provocados por los viajes en trineo de perros. Entonces, los hombres en esa situación cedían a su mujer embarazada a su mejor amigo y éste le cedía su mujer que no estaba embarazada, ya que el trabajo de la mujer en las expediciones era esencial: curtía las pieles, preparaba los vestidos, cocinaba, mantenía el hogar caliente. Si esta mujer durante el trayecto quedaba embarazada, se consideraba que el bebé no era del padre biológico sino del adoptivo. En la actualidad, el intercambio es por placer, sexo por sexo, el único requisito es que no te enamores, y tiene que haber un consentimiento de las cuatro partes. Si le preguntamos a una mujer si se intercambia, dirá que no, que lo que hace es intercambiar los hombres. Por eso, si en secreto el hombre continua con una esposa de otro, lo que hace es matar a su propia esposa si ésta no acepta el intercambio, ya que se considera adulterio. Después, se suicida. De esta manera, evita que la familia de su esposa le acabe matando. Esto está aceptado socialmente, de hecho las autoridades no se meten en estos temas.






En las Islas Trobiand, el padre no llega a conocer a su hijo hasta pasadas seis semanas, en las que la madre está recogida en la choza. A partir de entonces, él se ocupará del pequeño tanto como la madre, pero nunca será reconocida su paternidad. El parentesco sigue únicamente la linea materna; de ella depende la adscripción al grupo familiar y la sucesión de los bienes y propiedades. Y es que los trobiandeses niegan al semen cualquier papel en la procreación: la mujer se queda embarazada cuando un niño-espíritu se introduce, trepando, en su vagina. El padre sólo ensancha el camino.


Entre los murngin de Australia, existía la creencia que los niño-espíritu viven en la profundidad de algunos pozos sagrados. Uno de estos espíritus aparece en los sueños del padre y le pide la mujer que va a ser su madre. Cuando esta mujer pasa cerca del pozo, el espíritu sale nadando como pez y se le introduce.



Los Huaorani, no erotizan ni sexualizan su sensualidad: sensualizan la vida en común. La necesidad de confortabilidad y de contacto físico no se interpreta como sexual, y el deseo de afecto no se toma como deseo de sexo. No erotizan las relaciones íntimas y tampoco tienen categorizaciones que distingan unos comportamientos sexuales de otros (homosexualidad, heterosexualidad, bisexualidad...). Los huaorani saben que el sexo es necesario para perpetuarse y por tanto toda su sexualidad va dirigida sólamente a fines reproductivos. Para ellos hacer sexo es simplemente dos personas (hombre y mujer) realizando el coito en una hamaca, con fines reproductivos. Como es difícil que una mujer se quede embarazada en el primer coito, todos deben contribuir a la creación de niños, de ahí que no sea raro que varios hombres pasen por la misma hamaca de una mujer. Repetir las relaciones sexuales se considera necesario para que una mujer quede embarazada y para que el feto crezca. 
Los tamil de Malabar, en la India, también creen que el semen de varios varones diferentes contribuyen al desarrollo de un mismo feto.
Entre los barís de Venezuela, si una mujer embarazada mantiene relaciones con otro hombre, se cree que parte de su sustancia contribuye a la formación del nuevo niño. Aunque al marido se le reconoce como padre primordial, los amantes también tienen responsabilidades paternas. En general, los maridos no se oponían a las relaciones extra-matrimoniales. Cuando dan a luz, deben nombrar a todos los amantes por el bien del niño, pues estos padres secundarios le van a suministrar parte de sus recursos, su pesca y su caza.




“No puedes ahumar bien el pescado fresco si le pones el fuego encima. Pon la leña debajo”, reza el viejo proverbio de la etnia gun. No siempre es fácil descifrar los códigos y las claves ocultas en los cuentos y las historias eróticas africanas, pero Agnès Agboton, cuentacuentos beninesa e investigadora de la narración oral de su país, lo entendió. Entre los honvienu, un pueblo de Benín, la posición sexual del misionero (hombre arriba, mujer abajo) se considera superficial e incompleta. Dicho de otra manera: “Para que el humo penetre bien en el pescado, la leña debe arder debajo”. En Benin, cuenta, para decir “Te quiero” usan una expresión que significa “me gusta tu olor”. y llaman al sexo femenino también con el nombre de nesuhue, que significa “el refugio del falo”.
Los ashanti creen que la madre sólo aporta la sangre, y que sólo determina las características físicas de hijo, mientras que el espíritu y el temperamento son producto del semen del padre.
Los alorese de Indonesia creen que el hijo se forma a partir de una mezcla de fluidos seminales y menstruales, que se acumulan durante dos meses antes de solidificarse.
Los inuit creían que en embarazo se producía cuando un niño espíritu trepaba por las orejas de las botas de una mujer y era alimentado por el semen.  



La poliginia es una costumbre conocida entre algunas tribus africanas y de los árabes de alto rango, aunque también los mormones relanzaron el viejo hábito hebreo del matrimonio plural. Por ejemplo, en el reino azandé de Sudán, como los ricos tenían muchas mujeres, éstas se convertían en un bien escaso, así que los jóvenes guerreros de la corte tomaban como esposa a un adolescente de su mismo sexo que cumplía con todas las funciones sexuales, domésticas y agrícolas, hasta que se casaba con una mujer.  

La poliandria es admitida por muy pocos pueblos del mundo. Una de ellas es la etnia tibetana de nyinbas, en el noroeste de Nepal, donde se registra un curioso caso de matrimonio de una mujer con todos los hermanos de una familia. Si no tiene hijos, una segunda hermana puede unirse al matrimonio. La mujer también hereda la propiedad de la tierra para evitar que ésta se fragmente. También se da la poliandría entre los tre-ba del Tíbet, los indígenas Bhotias / Butias de Kumaon, y los tamil de la India.
Los nayar, en el Sudeste de la India, los niños siguen la línea de filiación materna, y las mujeres, a parte de su marido legal o ‘Pater’, pueden tener diferentes amantes o ‘Genitor’, que son los que engendran a su prole. Entre los mosuo de China, ni siquiera reconocen al padre.
Una forma aún más rara es cuando una sociedad permite a la pareja tomar tanto múltiples esposos como esposas . La tribu amazónica Zoe todavía practica este tipo de relaciones y enlaces que combina la poliginia y la poliandria.




El antropólogo Malinowski se debatía en su choza: "Me falta ella. Su cuerpo se me antoja idealmente bello y sagrado. Tengo sueños eróticos..." "He vuelto a ver en sueños a mis figuras ideales: Zenia, T., N., dormidas en una misma habitación, separadas por tabiques de chapa ondulada." escribía en su diario. Al estallar la Pimera guerra mundial, se vió atrapado en las islas Trobiand en Melanesia. "La castidad es una virtud desconocida para estos trobiandeses" escribía. Desde la pubertad, los adolescentes van al bukumatula, una casa apartada donde se ejercitan en las técnicas amatorias. Otra tradición establece que las muchachas no casadas sirvan la comida a los visitantes venidos de lejos, y que a los postres se ofrezcan en son de bienvenida. Las mujeres "persiguen a todo extranjero macho, le arrancan la hoja púbica y lo maltratan de la forma más ignominiosa" escribía en Los argonautas. Pero en las sociedades aparentemente más liberales hay reglas, tabúes que imposibilitan ciertas categorías de relaciones, nos dice.  



Y es que la promiscuidad del buen salvaje en el que soñaban Rousseau o el pintor Gauguin en las islas Marquesas, 

que murió sifilítico y desencantado, 

no existe.


Original: http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2013/01/ritos-sexuales-y-amorosos-en-las.html

domingo, 6 de octubre de 2013

¿Cuánto contamina la comida que se tira?

“Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola” -
Miguel Hernández (“El Hambre”, El hombre acecha)
Sí, ya lo sabemos, pero no está de más repetirlo e incluso gritarlo hasta quedarnos roncos: en el mundo 870 millones de personas pasan hambre o están malnutridas (el 15% de la población total) y en España un número creciente de familias se enfrenta al fantasma de la mala nutrición e incluso el hambre. Lo que no todo el mundo sabe es que casi un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se dilapidan. Una macabra ironía, sin duda: gente muere de hambre y a la vez tiramos comida. Pero este asunto del despilfarro adquiere un tinte aún más dramático si además consideramos el impacto que tiene desde un punto de vista medioambiental. ¿Sabemos cuánto cuesta producir, transportar y cocinar esta comida? ¿Sabemos las enormes repercusiones que tiene sobre el suelo, el clima o la biodiversidad?
Arrojemos algo de luz. Hace escasos días la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO en sus siglas en inglés) hizo público “La huella del desperdicio de alimentos: impactos en los recursos naturales“, un estudio que analiza los efectos del despilfarro alimentario desde una perspectiva medioambiental. Una primera conclusión es que los costes directos pueden alcanzar 750.000 millones de dólares. Pero a ese coste “económico” hay que añadir el coste medioambiental de la comida que tiramos. Veamos:
1)    La producción, el transporte y la manipulación de alimentos son actividades que emiten una gran cantidad de gases con efecto invernadero. Es lo que se conoce como huella de carbono y se expresa en kilos de CO2. Pues bien, toda la comida que lanzamos genera unas 3,3 Gigatoneladas de CO2. Esta cifra es mucho mayor que las emisiones de CO2 de casi cualquier país del mundo. De hecho si “dilapidar comida” fuera un país, sería el tercer país con más emisiones de CO2 (solo por detrás de China y Estados Unidos).
2)    Nuestro modelo actual de producción alimentaria se caracteriza también por una utilización masiva de agua para, entre otras cosas, regar los campos o dar de beber al ganado. Este consumo es lo que se conoce como huella hídrica o de agua. Se calcula que en un año la comida dilapidada consume 250 km3 de agua. Esta cantidad equivale a todo el volumen del Lago Léman (Suiza) o al caudal que anualmente mueve el Río Volga.
3)    Asimismo, nuestro modelo de producción alimentaria requiere un uso voraz de tierra para cultivos y pastos. Como reconocen muchos expertos la deforestación de la Tierra – en particular, transformar bosques en suelo agrícola – es uno de los efectos más visibles de la mano del ser humano. Se calcula que el 28% de la superficie de la Tierra dedicada a cultivo sirve  para producir “comida que tiramos”. Se trata de una superficie más grande que Estados Unidos o China. De hecho, solo la Federación Rusa es más extensa que la “república independiente de la comida que se tira”. La deforestación también tiene un enorme impacto en la biodiversidad. Muchos ecosistemas son arrasados y la lista de especies en peligro de extinción no deja de crecer.
Queda claro que este ritmo es insostenible y que ya es hora que nos pongamos manos a la obra para acabar con el sinsentido del despilfarro. Los gobernantes tienen mucho que hacer; las empresas de alimentación también. Pero tú, lector y consumidor, también puedes impulsar el cambio. Es muy sencillo: no tires más comida. En caso de duda recuerda: para producir una hamburguesa necesitamos unos 16.000 litros de agua. Manuel Bruscas, El País

lunes, 23 de septiembre de 2013

¿Qué debe saber unx niña de 4 años?

Hace poco, en un foro sobre la educación de los hijos, leí una entrada de una madre preocupada porque sus hijos, de cuatro años y año y medio, no sabían lo suficiente. "¿Qué debe saber un niño de cuatro años?", preguntaba.

Las respuestas que leí no solo me entristecieron sino que me irritaron. Una madre indicaba una lista de todas las cosas que sabía su hijo. Contar hasta 100, los planetas, escribir su nombre y apellido, y así sucesivamente. Otras presumían de que sus hijos sabían muchas más cosas, incluso los de tres años. Algunas incluían enlaces a páginas con listas de lo que debe saber un niño a cada edad. Solo unas pocas decían que cada niño se desarrolla a su propio ritmo y que no hay que preocuparse.

Me molestó mucho que la respuesta de esas mujeres a una madre angustiada fuera añadirle más preocupación, con listas de todo lo que sabían hacer sus hijos y los de ella no. Somos una cultura tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han convertido en trofeos de los que presumir. La infancia no debe ser una carrera.

Por todo ello, he decidido proponer mi lista de lo que debe saber un niño (o una niña) de cuatro años:

  1. Debe saber que la quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento
  2. Debe saber que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe conocer sus derechos y que su familia siempre le va a apoyar.
  3. Debe saber reír, hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
  4. Debe saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se le va a dejar dedicarse a ello. Si no le apetece nada aprender los números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el barro.
  5. Debe saber que el mundo es mágico y ella también. Debe saber que es fantástica, lista, creativa, compasiva y maravillosa. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de hadas es tan importante como practicar la fonética. Mejor dicho, mucho más.

Pero más importante es lo que deben saber los padres:

  1. Que cada niño aprende a andar, hablar, leer y hacer cálculos a su propio ritmo, y que eso no influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos después.
  2. Que el factor que más influye en el buen rendimiento académico y las buenas notas en el futuro es que leer a los niños de pequeños. No las fichas, ni los manuales, ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más rutilantes, sino que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o ambos) a sentarse a leerles buenos libros.
  3. Que ser el niño más listo o más estudioso de la clase nunca ha significado ser el más feliz. Estamos tan obsesionados por tratar de dar a nuestros hijos todas las "ventajas" que lo que les estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y llenas de tensión como las nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una niñez sencilla y despreocupada.
  4. Que nuestros niños merecen vivir rodeados de libros, naturaleza, utensilios artísticos y la libertad para explorarlos. La mayoría de nosotros podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros hijos y no los echarían de menos, pero algunos son importantes: juguetes como los LEGO y las construcciones, juguetes creativos como los materiales artísticos de todo tipo (buenos), los instrumentos musicales (tanto clásicos como multiculturales), disfraces, y libros y más libros (cosas, por cierto, que muchas veces se pueden conseguir muy baratas en tiendas de segunda mano). Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para jugar con montoncitos de alubias secas en el taburete (supervisados, por supuesto), amasar pan y ponerlo todo perdido, usar pintura, plastilina y purpurina en la mesa de la cocina mientras hacemos la cena aunque lo salpiquen todo, tener un rincón en el jardín en que puedan arrancar la hierba y hacer un cajón de barro.
  5. Que nuestros hijos necesitan tenernos más. Hemos aprendido tan bien eso de que necesitamos cuidar de nosotros mismos que algunos lo usamos como excusa para que otros cuiden de nuestros hijos. Claro que todos necesitamos tiempo para un baño tranquilo, ver a los amigos, un rato para despejar la cabeza y, de vez en cuando, algo de vida aparte de los hijos. Pero vivimos en una época en la que las revistas para padres recomiendan que tratemos de dedicar 10 minutos diarios a cada hijo y prever un sábado al mes dedicado a la familia. ¡Qué horror! Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los ordenadores, las actividades extraescolares, las clases de ballet, los grupos organizados para jugar y los entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS. Necesitan a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho durante el día, unas madres que se sienten a hacer manualidades con ellos, padres y madres que les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que demos paseos con ellos en las noches de primavera sin importarnos que el pequeñajo vaya a 150 metros por hora. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena aunque tardemos el doble y trabajemos el doble. Tienen derecho a saber que para nosotros son una prioridad y que nos encanta verdaderamente estar con ellos.

Y volviendo a esas listas de lo que saben los niños de cuatro años...

Sé que es natural comparar a nuestros hijos con otros niños y querer asegurarnos de que estamos haciendo todo lo posible por ellos. He aquí una lista de lo que se suele enseñar a los niños de esa edad y lo que deberían saber al acabar cada curso escolar, a partir del preescolar.

Como nosotros estamos educando a nuestros hijos en casa, yo suelo imprimir esas listas para comprobar si hay algo que falte de forma llamativa en lo que están aprendiendo. Hasta ahora no ha sucedido, pero a veces obtengo ideas sobre posibles temas para juegos o libros que sacar de la biblioteca pública. Tanto si los niños van al colegio como si no, las listas pueden ser útiles para ver lo que otros están aprendiendo, y pueden ayudar a tranquilizarnos sabiendo que van muy bien.

Si existen aspectos en los que parece que un niño está por detrás, hay que darse cuenta que eso no indica ningún fracaso, ni del niño ni de sus padres. Simplemente, es una laguna. Los niños aprenden lo que tienen alrededor, y la idea de que todos deben saber esas 15 cosas a una edad concreta es una tontería. Aun así, si queremos que las aprenda, lo que tenemos que hacer es introducirlas en la vida normal, jugar con ellas, y las absorberá de manera natural. Si contamos hasta 60 cuando estamos haciendo la masa de un bizcocho, aprenderá a contar. Podemos sacar de la biblioteca libros divertidos sobre el espacio o el abecedario. Experimentar con todo, desde la nieve hasta los colores de los alimentos. Todo irá entrando con más naturalidad, más diversión y muchas menos presiones.

Sin embargo, mi consejo favorito sobre los niños pequeños es el que aparece en esta página.
¿Qué necesita un niño de cuatro años?

Mucho menos de lo que pensamos, y mucho más.

Enlace al artículo original: http://www.huffingtonpost.es/alicia-bayer-/que-debe-saber-un-nino-de_b_3955952.html

viernes, 5 de julio de 2013

‘La edad normal del destete debe estar entre los dos años y medio y los siete’, entrevista al pediatra Carlos González



Ser padre no es fácil, pero es, sin duda, una de las aventuras más gratificantes que te regala la vida. Por esa razón quizás, son tantos los que emprenden ese camino. Y la mayoría lo hace a ciegas porque el bebé, ya se sabe, no viene con manual. ¿Pero… hace falta? Carlos González, autor de ‘Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor’, asegura que no. Simplemente hay que dejarse guiar por el instinto, el respeto y el amor.

Con humor e ironía, este pediatra zaragozano ha ayudado a desdramatizar las situaciones que pueden resultar más complicadas durante la crianza (sueño, comida, la educación… añadan ustedes a la lista), pero, por encima de todo, ha tratado de combatir la cultura del biberón que comenzó a imponerse hace tres décadas contra la propia naturaleza humana.

Es fundador de la Asociación Pro Lactancia Materna de Cataluña (ACPAM), donde ha desarrollado su vida profesional, imparte cursos a profesionales sanitarios, es miembro del Consejo de Asesores de Salud de La Leche League International y autor de numerosos artículos sobre la lactancia.

La leche materna es para él, como tituló un libro en 2006, ‘un regalo para toda la vida’… y sin fecha de caducidad.

Enemigo de las etiquetas, Carlos González rehuye del término “lactancia prolongada”. “No me gusta esa palabra porque da la sensación de que las madres se han pasado. Depende de lo que considere cada uno normal. Actualmente, más de un año o más de seis meses es prolongado, pero estudios antropológicos apuntan a que la edad normal del destete en el ser humano debe de estar entre los dos años y medio y los siete“.

“Hace 25 años-recuerda- lo normal era dar el pecho tres semanas y llegar a los tres meses era una heroicidad”. La realidad social entraba en contradicción con la científica, la que le mostraban los libros a ese entonces recién licenciado por la Universidad Autónoma de Barcelona.

“Si la lactancia era magnífica, ¿por qué nadie lo hacía?”, se preguntaba. Era la profunda huella que había dejado el “cambio sociológico que se había producido a principios del siglo XX, con la incorporación de la mujer al mundo laboral, por la fe en el progreso que hacía creer que la leche artificial era mejor que la de la madre y por la publicidad”.

Su grata experiencia personal con la lactancia, el hecho de que su esposa le diera el pecho a sus tres hijos – hoy en día ya universitarios- le convenció aún más de la necesidad de “promocionar” esta práctica, de ayudar a madres y profesionales sanitarios a recordar lo que ya está escrito en los genes de los mamíferos. Comenzó su tarea con la confianza de que “se produciría un aumento gradual y general” en la lactancia materna, pero no ocurrió así: “un importante porcentaje de madres no logra pasar de unas semanas y una pequeña cantidad pasa de los dos años”.

“Durante muchos años hubo una fuerte publicidad de que la leche de la madre era mala y la gente se convenció -explica este catalán de adopción. Y es un mito que se ha extendido mucho. “Las madres se dejan convencer de que sus hijos se pueden morir de hambre y encima ven en la etiqueta de la leche artificial que es parecida a la leche materna”. El resultado de esta combinación suele ser el destete temprano.

Actualmente, “se ha roto la cadena de transmisión de la información porque ahora las madres se encuentran que sus madres no dieron el pecho porque no pudieron o no quisieron. Pensaban que era retrógado y no quieren que sus hijas caigan en eso. La madre que lacta no encuentra apoyo”.

De ahí, asegura, la importancia de la adecuada formación de los médicos y la existencia de grupos como La Liga de la Leche, que ofrecen ayuda práctica a las madres para que puedan dar el pecho. “El cambio se produce por la difusión de conocimientos y de experiencias”. Y ese cambio, se felicita, comienza a vislumbrarse: hoy en día se está “volviendo a lo que hacían nuestras bisabuelas”.

Pero este camino aún no resulta fácil de emprender. “Sin duda, el mayor problema al que se enfrentan las madres que desean prolongar la lactancia es la presión social. Si salieran todas del armario nos daríamos cuenta de que son muchísimas. Hay que respetarlas”, reclama Carlos González. Y esta consideración hacia la mujer, pero también hacia los hijos parece ser la máxima que guía a este pediatra. Y desde esa capacidad para ponerse en la piel del otro, quizás el secreto que esconden las páginas de sus libros, deja en el aire una reflexión:
“nuestra sociedad nunca lo admite, pero el destete es siempre una pérdida para la madre”.
 
Enlace del artículo original: http://www.asociacionsina.org/2009/08/08/la-edad-normal-del-destete-debe-estar-entre-los-dos-anos-y-medio-y-los-siete-entrevista-al-pediatra-carlos-gonzalez/