Qué fácil es sentirte tonta por
sufrir el machismo de los tíos, ¿verdad?
Seguro que incluso
alguno o alguna viene y te dice, “cómo te dejas hacer eso” , “no
te quieres nada”.
Las mujeres, como sujeto oprimido,
desarrollamos resistencias y afrontamientos más o menos exitosos al
machismo, pero no somos superwoman. No podemos acabar con el machismo
que lo permea todo, incluso nuestra psique, solo por ser las más
listas, las más liberadas, las más espabiladas en nuestra vida.
El
mandato o rol de la superwoman está directamente vinculado con una
falacia, “la falacia de la mujer libre”. Muchos hombres y muchas
mujeres creen que si una mujer tiene suficiente autoestima y astucia
se puede proteger del machismo por sí sola. La falacia de la mujer
libre considera, pues, que el feminismo es innecesario. De hecho, lo
acusa de victimizar a las mujeres, de proteccionista.
La
falacia de la mujer libre lleva a muchas mujeres a rechazar el
feminismo, ya que aceptarlo sería aceptar una vulnerabilidad, una
debilidad, que no somos tan superwoman como creemos, que no tenemos
siempre el control.
La falacia de la mujer libre es a la vez otra
forma de culpabilizar a la víctima, de culpabilizarnos de una
opresión. De marcada evidencia son frases tan habituales como “no
consientas que te pegue”
El ser humano tiende a subestimar su
vulnerabilidad, su dependencia. Sobre todo cuando es joven y aún
cree que puede comerse el mundo, decidir en libertad sobre su futuro,
y tener el trabajo que le plazca.
Ese optimismo irreal
ayuda a la supervivencia en muchos casos. Es una estrategia de
afrontamiento de la incertidumbre vital que nos permite planificar y
luchar por logros con mayor éxito.
Sin embargo, el optimismo
irreal, en el caso de la opresión, tanto de clase como de género,
es disfuncional. Ya que pondera un afrontamiento netamente individual
a problemas colectivos.
La falacia de la mujer libre es un
pensamiento típico de sociedades neoliberales: “un individuo apto
puede defenderse solo” Y se ceba con mujeres de ideología
neoliberal.
Debido también a esta falacia de la mujer libre hay
muchas menos feministas jóvenes que mayores. Porque es a menudo la
experiencia de la vida la que nos va mostrando la falsedad de nuestra
idea de control y omnipotencia.
La falacia de la mujer libre está
en el imaginario colectivo. Por eso nos imaginamos a las mujeres que
enfrentan maltrato de sus parejas como pobres diablas. Tenemos la
idea de que el machismo sólo afecta a las débiles, ignorantes, o
extranjeras, que aún no se saben defender. Por eso sorprende
sospechar que Simone de Beauvoir u otras mujeres feministas,
intelectuales, cultas, pudieron enfrentar maltrato. Nos preguntamos,
¿cómo una mujer tan lista pudo soportar esto?
De nuevo suponemos
en la víctima más responsabilidad sobre su maltrato de la que
desgraciadamente tiene. De nuevo sobre-estimamos nuestra libre
elección.
La falacia de la mujer libre es profundamente falaz,
porque a veces somos las mujeres más libres, más brujas, las
primeras que acabamos en la hoguera. Por ser díscolas, “las
mujeres más libres”, a menudo sufrimos mucho maltrato. Y los
asesinatos de género a menudo se agudizan cuando la víctima se hace
más autónoma, se libera.
La falacia de la mujer libre nos
refuerza en una idea causal del patriarcado que es atávica, falsa,
pero permanente: que el patriarcado existe porque la mujer es débil,
que somos el sexo débil.
Y nos aleja de la realidad patriarcal,
de que el patriarcado existe porque muchos hombres perpetúan su
dominación a través de la crueldad y el abuso estructural.
Es
pues 1) el patriarcado, en estrecha intersección con 2) el
neoliberalismo (idea neoliberal del pionero, del individuo solo y
capaz de superar toda opresión), y 3) un error cognitivo (el exceso
de locus de control interno) lo que crea la falacia de la mujer
libre. Alimentada posteriormente por la destrucción de la sororidad
entre mujeres que se produce de manera aguda en la adolescencia,
perpetuándose a menudo de por vida, y que desincentiva las luchas
colectivas y las alianzas.
El individuo solo puede resistir y
desarrollar estrategias para enfrentar la opresión, pero nunca podrá
esquivar por completo la dominación y mucho menos, acabar con
ella.
Acabar con la dominación es una lucha tanto individual como
colectiva. Y siempre una tarea titánica.
Miranda Escribe
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