domingo, 17 de mayo de 2015

La masculinidad: La inesperada virtud de la invisibilidad

"Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, 
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos."
León Felipe, poeta.


“Si bien es difícil ser mujer… es imposible ser hombre”.
Ferdinando Camon, escritor.



"Tengo la sensación de que todos los artistas que participamos en esta exposición nos hemos inventado un alter ego para poder explicar y hablar con sinceridad de lo que nos pasa. Hemos tenido que crear un personaje para poder ser nosotros mismos", sentencia Carlos Pazos, artista que participa en la exposición sobre masculinidad 'Chercher le garçon' (Buscar el hombre). Una exposición que cuestiona a través del arte los valores tradicionales asociados a la masculinidad: eficacia, autoridad, heroísmo, conquista, fuerza...

"Los niños no lloran", "no te comportes como una niña", "maricón el último"... ser hombre se construye a través de la oposición. No se sabe lo que es ser hombre, sino lo que no es serlo. 

“Ser rudo, ruidoso, beligerante; maltratar a las mujeres y convertirlas en objeto de fetichismo; buscar sólo la amistad entre los hombres al mismo tiempo que se detesta a los homosexuales; ser grosero, denigrar las ocupaciones femeninas. La primera obligación para un hombre es la de no ser una mujer” afirma Robert Stoller, antropólogo.


En este caso, son únicamente los roles masculinos los que legitiman la
virilidad "de tal manera que la masculinidad es cualquier cosa que no sean las mujeres" subraya el antropólogo Matthew C. Gutmann. Y explica:
"La antropología desde siempre se ha ocupado de hombres hablándoles a hombres sobre hombres. Sin embargo hasta hace poco tiempo, fueron contados aquellos quienes dentro de la disciplina del “estudio del hombre” realmente examinaron a los hombres como hombres."


"Los antropólogos que tratan diferentes temas reconocerán que en muchos trabajos se da por hecho la naturaleza de los hombres y la masculinidad. Una rápida ojeada a los índices de la mayoría de las etnografías muestra que las “mujeres” existen como categoría en tanto que los “hombres” raramente aparecen listados. La masculinidad o se ignora o se considera que es la norma, de forma tal que el hacer un inventario por separado es innecesario. Así que, aquí también “género” con frecuencia quiere decir mujeres y no hombres." 


"La invisibilidad de la masculinidad no sólo es académica" explica el sociólogo Michael Kimmel, "sus consecuencias son graves y de carácter político. Para ilustrar lo anterior voy a referir una conversación entre una mujer blanca y una mujer negra: 

La negra pregunta: 

"Cuando te miras al espejo, ¿qué ves?" 

"Veo una mujer", responde la blanca. 

La negra explica: "Ese es el problema, cuando yo me miro al espejo, veo una mujer negra. Para ti la raza es invisible, porque así funcionan los privilegios." 

O sea que los privilegiados no saben cómo o por qué los son. Antes cuando me veía al espejo veía a un ser humano, sin raza, clase o género:universal. A partir de esa conversación me convertí en un hombre blanco de clase media. Me di cuenta de que la raza, la clase y el género también tenían que ver conmigo. Tenemos que hacer la masculinidad visible y darnos cuenta de que la invisibilidad es consecuencia del poder y el privilegio."
El antropólogo David D. Gilmore escribía que “la masculinidad obsesiva es siempre fuente de conflictos y de tensiones. Obliga a ponerse una máscara que simule una superpotencia y una independencia matadoras. Y cuando cae la máscara se descubre un bebé que tiembla” y se pregunta: "¿por qué tenemos que ser competitivos y disciplinados a la fuerza? ¿Por qué no puede una sociedad industrial moderna existir y progresar sin un rol masculino agresivo? ¿Hay algo en las sociedades complejas que, en sentido general, requiera la existencia de estos roles masculinos?" se pregunta Gilmore.

En realidad, "no hay una forma de ser hombre" explica Andrés, miembro de la asociación Ahige(Asociación de Hombres por la Igualdad de Género) "hay múltiples formas de serlo, de vivir tu masculinidad. Se trata de que cada uno de nosotros seamos libres y tengamos capacidad para decidir qué tipo de hombre queremos ser". 
"Para cambiar la sociedad, tenemos que transformarnos nosotros primero a nivel personal. Tenemos el patriarcado absolutamente interiorizado y debemos ir quitándonos capas".
"Hay que pluralizar y desagregar la masculinidad pues son múltiples sus construcciones, aunque también hay que señalar que ideológicamente éstas no son vistas como iguales" explica el sociólogo Michael Kimmel. "Hay jerarquías, no sólo de hombres sobre mujeres, sino de hombres sobre otros hombres, heterosexuales sobre homosexuales, blancos sobre negros, personas de edad mediana sobre viejos y jóvenes, etcétera" 

"Pero el problema no son los hombres, sino la definición tradicional de masculinidad" aclara el sociólogo. "Es la masculinidad tradicional lo que mantiene a muchos hombres a la defensiva cuando se les presenta una ideología de equidad ante las mujeres, los gays, etcétera." 

"Hay una definición hegemónica de la masculinidad: joven, casado, blanco, urbano, del norte, heterosexual, católico-protestante, padre, con educación universitaria y empleo de tiempo completo, buena complexión física, peso y estatura y un récord deportivo." 

"El hombre que no pase cualquiera de estos requisitos se verá a sí mismo como devaluado, incompleto e inferior. El machismo es una consecuencia psicológica de esta sensación.

Un psicólogo acuñó las cuatro reglas de la masculinidad que tienen que ser suscritas por los hombres todo el tiempo. 

La primera y más importante es: Nada de mariconadas. No se puede hacer nada que remotamente sugiera la feminidad. La masculinidad es el repudio de lo femenino. Todo lo demás no es más que una elaboración de esa primera regla. 

La segunda regla: Sé importante. Medimos tu masculinidad por el tamaño de tu chequera, poder, estatus. 

La tercera regla: Sé duro como un roble. Lo que define a un hombre es ser confiable en momentos de crisis, parecer un objeto inanimado, una roca, un árbol, algo completamente estable que jamás demuestre sus sentimientos. 

La cuarta regla: Fóllatelos. Chíngatelos. Ten siempre un aura de atrevimiento, agresión, toma riesgos, vive al borde del abismo. 

Mientras la idea de feminidad ha variado dramáticamente, la ideología de la masculinidad no ha cambiado en los últimos 50 años, pero además se aplica contra los "otros": las mujeres, los ancianos, los gays, los negros. Todos tienen mucho o poco en términos de género. Se les ve así como violentos, rapaces, bestias, o bien, débiles, indefensos o dependientes, no pueden sostener una familia, son feminizados. 

Esto se aplica en campos como la paternidad, en la que "La exigencia de ser importante y conservar poder y estatus implica pasar más tiempo en el trabajo y alejarse del hogar, la familia y los hijos; ser duro como un roble significa no cultivar las habilidades emocionales para cuidar, amar y criar a nuestros hijos."

"En conclusión" continúa Kimmel "hay que tener en cuenta que los hombres en lo individual están haciendo lo mejor posible para ser buenos padres, esposos o compañeros; sin embargo, la manera en que se les enseñó a ser hombres lesdificulta mucho el camino. Por eso, por una parte, están reticentes al cambio, pues las demandas de la masculinidad tradicional los han dejado sintiéndose inseguros, devaluados, incompletos e inferiores. Entonces si pierden su noción de la masculinidad lo pierden todo. 

Por eso sugiero no retar a los hombres en lo individual, sino confrontar a la masculinidad en general, para permitirles vivir animados por el amor, la compasión, la crianza de los hijos y por mejores relaciones de pareja. 

Un autor escribió en 1917 que el feminismo hará por primera vez libre a los hombres porque representa un reto para las definiciones tradicionales de la masculinidad."

Fue Floyd Dell, poeta, novelista, literario crítico. Y ya en 1914 escribía, entre otras cosas:

"El feminismo va a hacer posible que por primera vez los hombres sean libres.
En la actualidad el hombre común tiene la elección entre ser un esclavo y un sinvergüenza. Esto es la forma en que se encuentra.

El hombre común es propenso a enamorarse y casarse y tener hijos. También el hombre común tiene con frecuencia una madre. Quiere verlos a todos cuidados, ya que son incapaces de cuidar de sí mismos."

"Un hombre libre es un hombre que está dispuesto a tirar su trabajo cada vez que le de la gana. Si él es un albañil que quiere salir en huelga, o un poeta que quiere dejar de escribir tonterías para las revistas, si no hace lo que quiere hacer, no es libre"

"Y esto será así siempre y cuando las mujeres sean el sexo dependiente de los hombres. Es mucho pedir de un hombre que sea valiente, cuando su valentía significa tomar la comida de la boca de una mujer que no puede conseguir comida al margen de él.

[...]



Los hombres no quieren la libertad que las mujeres están empujando. Ellos no quieren la oportunidad de ser valientes, quieren la oportunidad de ser generosos. Quieren dar comida y ropa y casa con cortinas de encaje a alguna mujer.
Los hombres quieren la sensación de poder más que el sentido de la libertad. Quieren la sensación de proveedores para las mujeres más que el sentimiento de hombres libres. Quieren a alguien dependiente de ellos más de lo que quieren a un camarada. Mientras que puedan ser señores con un sueldo fijo, están dispuestos a ser esclavos en el gran mundo exterior."

En pocas palabras, tienen miedo de dejar de ser sultanes en pequeños harenes monogámicos. Pero el mundo no quiere sultanes. Quiere que los hombres puedan llamar a su propia alma. Y eso es lo que el feminismo va a hacer por los hombres, dar vuelta a sus almas, para que puedan correr el riesgo sin temor en la aventura de la vida. 

Cuando usted tiene una mujer en una caja, y paga el alquiler de la caja, su relación cambia insensiblemente. Pierde la emoción de la democracia. Deja de ser el compañero, porque la compañía sólo es posible en una democracia. Ya no es un intercambio de vida en común, se trata de una ruptura, de una vida partida. La mitad es una vida de cocina, ropa y niños; y la otra mitad una vida de negocios, política y béisbol. 
No hay mucha diferencia en cual es la mitad más pobre. 
Cualquier ruptura, 
cuando se trata de la vida, 
está muy cerca de la pobreza."


Publicado por primera vez en The Masses (julio 1914).



"Los hombres nacen suaves y blandos;
muertos, son rígidos y duros.
Las plantas nacen flexibles y tiernas;
muertas, son quebradizas y secas.
Así, quien sea rígido e inflexible
es un discípulo de la muerte.
Quien sea suave y adaptable
es un discípulo de la vida.
Lo duro y rígido se quebrará.
Lo suave y flexible prevalecerá."
Tao, Lao Tse.


"Casi muero por todas las lágrimas que no derramé”. Del libro "El caballero de la armadura oxidada" Robert Fisher.

1 comentario:

  1. Yo, mujer, quiero que mi pareja sea un hombre que sea lo que él quiera ser. No quiero cambiarlo, eso sería no respetarlo.
    Yo, mujer, quiero ser yo, no quiero ser lo que el hombre quiera que sea. Quiero que me quiera como soy, de lo contrario no me convence como pareja.
    !Qué perversidad es pretender que todos obedezcamos a los mismos cánones!

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