martes, 24 de febrero de 2015

Revolución

"Hay sin embargo, desde 1789, una palabra mágica que contiene todos los futuros imaginables y nunca está tan cargada de esperanza como en las situaciones desesperadas; es la palabra 'revolución'. De un tiempo a esta parte se pronuncia a menudo. Deberíamos estar, al parecer, en pleno periodo revolucionario; pero, de hecho todo sucede como si el movimiento revolucionario decayera con el régimen que aspira a destruir. Desde hace más de un siglo, cada generación de revolucionarios ha esperado alternativamente la proximidad de una revolución; hoy, esta esperanza ha perdido todo lo que podía servirle de soporte. Ni en el Régimen nacido de la Revolución de octubre, ni en las dos Internacionales, ni en los partidos socialistas o comunistas independientes, ni en los sindicatos, ni en las organizaciones anarquistas, ni en las pequeñas agrupaciones de jóvenes que desde hace un tiempo han surgido en tan gran número, puede encontrarse algo que sea vigoroso, sano o puro; hace tiempo que la clase obrera no ha dado ningún signo de aquella espontaneidad con la que contaba Rosa Luxemburgo y que, por otra parte, jamás se ha manifestado sino para ser inmediatamente ahogada en sangre; a la clase media no le seduce la revolución salvo cuando la evocan, con fines demagógicos, aprendices de dictador. Se repite a menudo que la situación es objetivamente revolucionaria, que solo falta el 'factor subjetivo'; ¡como si la carencia total de la fuerza que, solo ella, podría transformar la situación no fuese un carácter objetivo de la situación actual, cuyas raíces hay que buscarlas en la estructura de nuestra sociedad! Por ello el primer deber que nos impone el presente es el de tener suficiente valor intelectual como para preguntarnos si el término revolución es algo más que una palabra, si tiene un contenido preciso, si no es, sencillamente, una de las numerosas mentiras suscitadas por el desarrollo del régimen capitalista y que la crisis actual nos hace el favor de disipar. La cuestión parece impía, debido a los seres nobles y puros que han sacrificado todo, incluida su vida, a esta palabra. Pero sólo los sacerdotes pueden pretender que el valor de una idea se mida por la cantidad de sangre que ha hecho derramar. ¿Quién sabe si los revolucionarios no han vertido su sangre tan vanamente como los griegos y troyanos del poeta, que, embaucados por una falsa apariencia, se batieron durante diez años en torno a la sombra de Helena?"




Simone Weil, "Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social". 1934

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