El artículo que viene a continuación, habla de la investigación de Moscas de Colores iniciada, hace casi dos años, con motivo de la publicación de nuestro Diccionario Gay y Lésbico Kalaallisut, nombre que recibe el idioma de los pueblos Inuit de Groenlandia.
A partir del estudio de las palabras recopiladas y con la intención de comprenderlas, fuimos tirando del hilo hasta llegar a unas conclusiones, sorprendentes e importantes, que queremos compartir en nuestro afán de mostrar la naturalidad de la diversidad sexual humana y sus características.
Internet, el grupo LGBT de Groenlandia en Facebook y el intercambio de correos con Francesc Bailón, Antropólogo especialista en la cultura Inuit, constituyen nuestras fuentes, sin que de esto pueda derivarse ninguna afirmación o corroboración de éstas, sobre el contenido de este artículo.
Las palabras de l@s Inuits.
Tras el trabajo de recopilar más de 500 palabras y expresiones argot “homosexual”, de 68 idiomas distintos pudimos comenzar a establecer relaciones y clasificaciones, así como su relación con la historia de las diferentes sociedades. Nos dimos cuenta de que las palabras nos daban información sobre las gentes que las utilizan y sobre las épocas en que se originan. En el caso del diccionario kalaallisut, el hecho más destacable era la ausencia de insultos, sólo contenía palabras descriptivas como Arnaqatiminoortoq o “mujer a la que le gustan las mujeres”. ¿Estábamos ante una cultura distinta o es que había palabras que no habíamos encontrado? La propia gente de Groenlandia nos confirmó que no había insultos y Francesc nos dio las claves para entender qué tipo de cultura había tras estas palabras.
Los pueblos Inuit de Groenlandia.
En 1977 se celebró en Alaska la primera conferencia circumpolar, de los pueblos del Ártico, habitados por unas 150.000 personas en 19 grupos de la misma etnia, y entre otras cosas decidieron llamarse Inuit, que significa seres humanos, rechazando el término occidental esquimal, que ellos nunca han utilizado para definirse y que los demás deberíamos dejar de utilizar. Lo que vamos a contar aquí es de una parte, de los pueblos de Groenlandia, la isla más grande del planeta, que llegaron procedentes de de Alaska hace unos 650 años, con una población actual de unas 60.000 personas.
Vivir en el Ártico, con un clima tan extremo y mortal, en culturas que se remontan 4.500 años, requiere capacidad de adaptación al entorno, y esto, caracteriza las relaciones personales y la sociedad. En un lugar tan grande como Groenlandia, con una baja densidad de población, las comunidades son muy pequeñas y con poca infraestructura de entretenimiento. Son gentes hospitalarias que comparten lo que tienen, y donde prima la armonía del grupo frente a lo que nosotros entendemos por justicia. Resulta significativo el sistema de resolución de conflictos que, salvo el asesinato, se realizaba mediante duelos cantados. Como si de una batalla de hip hop se tratase, vencía la persona más ingeniosa o la que conseguía que su oponente perdiera la paciencia y se enfadara con los cantos burlescos de su oponente. En un entorno tan extremo el sentido práctico y la cohesión social son tan importantes como la comida y el abrigo.
Este sentido práctico también se mostraba en la división sexual del trabajo. La mujer era la responsable del fuego en la familia y el hombre de la caza y de la pesca. Tanto es así que si el esposo salía de caza y pasaba una noche fuera de casa, la esposa le acompañaba para encargarse de fuego. Si la esposa estaba embarazada y no podía ir de caza, era otra mujer la que acompañaba al cazador para encargarse del fuego. La relación entre la mujer inuit y el fuego era tal, que cuando fallecía era enterrada con su qulleq, una lámpara fabricada con una piedra llamada esteatita que siempre estaba encendida y en la que utilizaban grasa de foca como combustible y musgo seco como mecha.
Además, la supervivencia de cualquier especie pasa por el intercambio genético, y los pueblos Inuit de Groenlandia solucionaron el escaso intercambio genético derivado de la baja densidad de población y del reducido tráfico de viajeros, mediante la poligamia y una visión y actitud frente al sexo, natural y sin tapujos, que aquí llamaríamos promiscuidad, llegando en algunas zonas de la isla, al intercambio de parejas. En este sentido, cuando era otra mujer la que acompañaba al cazador, si así se establecía, podían tener relaciones sexuales.
En Groenlandia no existe la prostitución, salvo contadas excepciones en Nuuk, la capital, porque no existe mercado para lo que está al alcance de todo el mundo. Es bastante conocido y revelador el hecho de que cuando algún explorador era acogido por alguna familia, además de comida y cobijo, en muchas ocasiones, con el común acuerdo de la pareja, se le ofrecía tener sexo con la esposa, probablemente no sólo como muestra de hospitalidad, sino también dentro de una estrategia de incorporar variedad genética a la comunidad. En el norte de Groenlandia, la parte más deshabitada, incluso se buscan donantes extranjeros para fecundaciones que siempre son sexuales. Las mujeres Inuit son madres a partir de los 16 años y esto no supone ningún drama familiar ni social, además suelen tener vari@s hij@s antes de casarse, normalmente no con los padres biológicos, que seguirán vinculados a la progenie.
En resumen, podemos ver que el clima extremo conformó unas comunidades pequeñas y con pocas infraestructuras para el entretenimiento. Esto caracterizó las relaciones sociales y, en definitiva una cultura, en la que el sexo no es tabú y se practica con diferentes personas, manifestando así, además de su función reproductiva, su función de relación social que fortalece y cohesiona la comunidad como ocurre en otras especies, y donde la separación entre sexo y amor está bastante clara. Nuestro modelo no hubiera podido sobrevivir en el Ártico.
La llegada de occidente a Groenlandia.
A pesar de que los vikingos colonizaron la isla hacia el año 1000 y tuvieron contacto con la Cultura Dorset, los anteriores moradores de la isla, no fue hasta el siglo XVI cuando se produjeron los primeros contactos entre occidente y los Inuit de Groenlandia. Con el objetivo de abrir nuevas rutas comerciales, comenzaron las míticas expediciones y el intercambio tecnológico y cultural.
Con el paso de los años el estatus de Groenlandia fue pasando de colonia Danesa, a provincia, para después ser una autonomía que luego tuvo mayor autogobierno, hasta llegar a hoy en día, en que está a las puertas de la independencia. Además de la religión católica, abusos, enfermedades, alcoholismo y desarraigo, también se produjo el intercambio tecnológico. La parka, el anorak y el kayak fueron exportaciones tecnológicas de los pueblos Inuit a occidente, y el hornillo de queroseno o Primus con su control del fuego, constituyó una importación tecnológica de gran importancia para la cultura Inuit.
Una mayor facilidad para el control del fuego, elemento básico para la subsistencia, afectó a la división sexual del trabajo, ya que las mujeres comenzaron a quedarse solas en casa mientras que los maridos salían de caza, equipados con el eficaz hornillo Primus.
La mujer Inuit, el Primus y la bisexualidad.
Las expediciones de los hombres para cazar y pescar podían durar varios días y en consecuencia las mujeres empezaron a pasar mucho tiempo solas. Esta nueva situación propició la oportunidad para que se produjeran relaciones sexuales lésbicas hasta llegar a que, en la actualidad, una de las características más destacables de la sexualidad Inuit es que muchas mujeres son bisexuales, hecho del que se presume y con el que los maridos están encantados sobre todo si les dejan mirar o participar, hasta el punto de estar aceptadas e integradas socialmente y hablar de ello con normalidad.
En cierto modo podríamos decir que la innovación tecnológica del Primus ha construido, salvando las distancias, una bisexualidad identitaria en la mujer Inuit. Si bien es cierto que en los registros existentes sobre la cultura Inuit hay escasas referencias al comportamiento homosexual, parece ser que esta bisexualidad de la mujer Inuit es un fenómeno relativamente reciente.
La plasticidad de la sexualidad humana.
Partiendo de una sociedad en la que el sexo era una relación social más, en la que la poligamia y la promiscuidad son elevadas, donde las infraestructuras para el entretenimiento eran limitadas, y donde la cohesión, la armonía y el compartir eran elementos clave para la subsistencia, la incorporación del hornillo de queroseno produjo un cambio o adaptación en la sexualidad.
Un proceso de este tipo, en nuestra opinión, sólo es explicable por una sexualidad plástica, fluida, maleable, que como tal, no está predeterminada ni es inmutable, y cuyo proceso de construcción puede durar toda la vida, sin que esto implique que pueda cambiarse a voluntad, puesto que este proceso constructivo depende de infinidad de variables interrelacionadas.
La maltrecha historia de la sexualidad humana comenzó hace miles de años, y no nos cabe ninguna duda de que comportamiento homosexual y heterosexual, transexualidad, intersexualidad, etc, existieron desde sus inicios, como también han existido y existen en el resto de la naturaleza (alguna fortaleza evolutiva dará). A partir de un determinado momento, lo que era normal e integrado pasó a ser un vicio, de un vicio a un pecado, de un pecado a un crimen, de un crimen a una enfermedad y de una enfermedad a un derecho. Durante todo este proceso histórico y sobre todo en los últimos 150 años no se ha parado de buscar las causas de todas estas “desviaciones” respecto de lo que se consideraba que era normal, natural, correcto, etc. Esta búsqueda no ha cosechado éxitos porque no se pueden encontrar las causas del comportamiento homosexual en sitios distintos de las causas del comportamiento heterosexual, puesto que son generados de la misma manera y por el mismo sistema. Siempre se ha buscado las diferencias pero nunca las similitudes.
Las mujeres Inuit, no sufrieron un cambio genético o biológico, ni les afectó ninguna sustancia o toxina, ni trauma infantil. Simplemente se adaptaron a los cambios porque podían hacerlo, porque querían hacerlo y porque, de alguna manera, les convenía hacerlo. No había ninguna diferencia entre las mujeres de antes y las mujeres de después y sin embargo con el paso del tiempo se produjo un cambio en la orientación y en la identidad sexuales. Este cambio, difícilmente explicable mediante los planteamientos habituales, sí que lo es con el enfoque de una sexualidad plástica, que además de explicar lo ocurrido en Groenlandia, probablemente pueda dar alguna luz sobre lo que ocurre en realidad con este tema tan íntimo, controvertido e importante como es la sexualidad humana.
Queda por conocer si estos hechos también produjeron un cambio en la sexualidad de los hombres, inmersos en la misma sociedad y pasando solos la misma cantidad de tiempo que sus compañeras pasan solas, cuestión de la que esperamos aportar alguna información en el futuro.
Agradecimientos:
A Tina E., Hans B. J. y Ikuala N. C., de Groenlandia, por su ayuda :)
A Mª Ángeles R. B. por su ayuda y por sus ánimos.
Al gran Francesc Bailón, por su ayuda y por su amabilidad. Os dejamos estos links para que podáis conocer más detalles sobre su trabajo y sus expediciones.
Extraído de: http://blog.moscasdecolores.com
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