jueves, 1 de mayo de 2014

El sexo como obligación social. La supuesta libertad sexual y la norma

“La sexualidad es como las lenguas. Todos podemos aprender varias.”
Beatriz Preciado.

A partir del siglo XIX se vendrían construyendo una serie de retoricas teóricas que derivarían en la hipótesis represiva del sexo, como respuesta a ello Michel Foucault sería antagonista desclasificando desde una perspectiva histórica el origen falaz de dicho postulado, analizaría el desarrollo no represor de la sexualidad(1). El filósofo francés nos diría que solo a partir del siglo XVII el sexo sería silenciado –no quiere decir reprimido- y homogeneizado a la regulación de dispositivos sexuales direccionados por la norma, funcionará entonces por normalización y no por prohibición o represión.
La intelectualidad dominante, los medios de información masiva y el discurso colectivo Occidental se volverían a esforzar tras concluidos ciertos regímenes represores fascistas de finales del Siglo XX en instalar en nuestro imaginario social la hipótesis represiva del sexo, tarea que ya había comenzado un siglo antes, ello no sería sin intenciones previas, serviría para justificar un conjunto de procesos biopoliticos que llevarían a promocionar un tipo de sexualidad única y direccionada por la construcción dual de género(2), por la heterosexualidad y por las relaciones de poder. Se constituiría entonces una norma sexual que enseñaría o homogenizaría –a través de instituciones y agentes normativos- a todos los miembros de la sociedad a normalizarse a su cuadro, se promocionaría a través de la norma la “libertad prometida” como respuesta a la hipótesis represiva, pero no sería más que otro truco del poder dominante.
Por medio de la norma sexual, la cultura imperante capitalista construiría una sociedad sexual en principio y desarrollo, se impondrán modelos de vida sexual, se venderá a través del sexo todas las mercancías -¿o el sexo se mercantilizaría?- sean tangibles o no, las relaciones sociales responderán a un tipo de imaginario sexual pre-determinado por la norma, está será propagada por diferentes estímulos del mercado. Las instituciones y relaciones de intercambio sexual –el novio, los amantes u otras- serán reguladas por el modelo de sexualidad impuesto, el placer sexual será producto de intercambio capitalista.
Por otro lado las instituciones normativas medicas, la mediatización de imágenes –la publicidad, la industria del porno, el mercado, etc- y el discurso colectivo de la “vida sana” se encargarían de transformar el sexo como acto en una obligación, ritual y contrato social del sujeto “normal y sano” con su contexto, se hablaría de la edad para tener sexo, por supuesto obedeciendo a un proceso previo de sexualización normativa en la infancia. El sexo pasaría a ser gracias a literatura de erótica micro-capitalista y discursos de la medicina institucional sinónimo de una “vida sana y plena”, casi respondiendo patrones falaces que en el pasado sirvieron para construir la tiranía de la belleza. Se patologizará cualquier rechazo al desarrollo sexual impuesto, se intentará corregir tipos de sexualidad fuera del cuadro, y se buscará la normalización de resistencias individuales o colectivas a la norma.
Serán también sectores supuestamente disidentes quienes promocionaran la obligación normativa del sexo, aparecerán eróticas eufemísticas y discursivas patriarcales que servirían para transformar a la mujer –“libre” dirán- en una maquina sexual a la par con la exigencia social al hombre, se tratará de responder a la supresión erótica de la mujer con recolecciones de orgasmos que pasarán a ser mediaciones de un sexo mercantil y regulado por las estructuras de la norma sexual y no mucho menos también por el patriarcado como sistema social hegemónico. Serán los discursos de “libertad sexual” y otro tipo de eufemismos los soportes de la norma en los sectores disidentes. Un ejemplo histórico de lo fracasado que resultaría esto sería la sexualidad supuestamente libre que presentaba el movimiento hippie en los 60 y 70, ya sabemos cómo terminaría aquel proceso de normalización después.
El desarrollo de sexualización normativa tendrá dos caras, uno que será promocionado por el mercado y otro que será difundido de manera silenciosa en las relaciones, el segundo será silencioso porque debe convivir con la moralidad cristiana, pero tanto la norma sexual como el pensamiento cristiano cohesionaran en muchos aspectos, por ejemplo coincidirán en la monogamia como institución normativa predominante –no significa que no se promocionen transgresiones previstas-, lo mismo pasará con la heteronorma, o el discurso patriarcal en torno a la figura de la mujer.
Posiblemente lo expuesto servirá para ser la caricatura fácil de puritanismo, pero muy por el contrario se ha tratado de cuestionar la estructura actual del sexo, así mismo lo falaz que resulta la retorica de la “libertad prometida sexual”, no invitando a dejar de tener sexo ni queriendo sugerir que la abstención sea algún tipo de resistencia –aunque tampoco se afirmaría lo contrario-, sino a la reflexión crítica y subversiva en torno a la pedagogía sexual que hemos codificado en nuestras vidas.
Escrito por Orlando S.
Periódico anarquista El Amanecer.
Notas:
(1). La Historia de la Sexualidad, Vol 1: La voluntad del saber, Michel Foucault (1979)
(2). Se sugiere leer “El Género en Disputa” (1999) de Judith Butler.

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