jueves, 24 de diciembre de 2015

Entrevista a Romina Kachanoski

Romina Kachanoski es Licenciada en Psicología, Máster en Investigación en Psicología Social y Experta en Intervención Social Infanto-Juvenil y Familiar. Actualmente cursa un Doctorado en Psicología Social sobre Especismo y Violencia Especista. En esta entrevista nos explica qué es la Violencia Especista, cuál es su relación con el Especismo y cómo combatirla.

EM: Eres la creadora del concepto de “violencia especista”. Háblanos de ella.

RK: Para muchos lectores y lectoras esta será la primera vez que se informen acerca del Especismo y la Violencia Especista. La violencia especista es una violencia social como cualquier otra ya conocida en la actualidad: violencia racista, sexista, homófoba, etc.

Retrocedamos en el tiempo. Pensemos en aquellos escritos y comunicados donde por primera vez se sacaba a la luz la problemática del Sexismo y la Violencia Sexista, o de Racismo y la Violencia Racista. Ahora nos encontramos en ese mismo enclave histórico, aquí y ahora, al intentar sacar a la luz el tema del Especismo y la Violencia Especista.

Pues bien, ¿qué es la violencia especista? En una primera aproximación, podríamos definirla como la violencia que los seres humanos ejercemos hacia los demás animales. Se llama “especista” debido a su nexo de unión directo e inequívoco con el Especismo (un término que en breve explicaremos). En otras palabras, la violencia especista es la puesta en práctica del Especismo Antropocéntrico.

La violencia especista reproduce los parámetros de complejidad atribuidos a cualquier tipo de violencia social. Siempre existirán algunos aspectos de la violencia especista más visibles que otros. Vamos a analizar cómo funciona la violencia especista en su cara más visible y en su cara menos visible. Observemos el siguiente gráfico:

Si establecemos un análisis sincrónico o transversal de los hechos observaremos el conjunto de prácticas que los humanos/as ejercemos hacia los demás animales en un momento sociohistórico determinado. Esto significa que en este tipo de análisis observaremos cómo la violencia especista está sujeta a la influencia de modas y tendencias, y contiene las fluctuaciones propias de un cambio de valores y de épocas. Veámoslo con un pequeño ejemplo.


A partir de los años 1940, junto al inicio de la revolución femenina, surge en el mundo de la moda una reactualización del denominado diseño “animal print”. En aquel entonces, proliferaban los abrigos confeccionados con pieles de animales no humanos como símbolo de grandeza, elegancia y glamour, de modernidad y de clasismo. No era inusual encontrar abrigos que contuvieran la cabeza de alguno de los animales no humanos asesinados para tal fin. Sin embargo, a partir de los años 1970, la moda rompe con el elitismo asociado al “animal print” y se transforma. Este tipo de violencia especista se resignifica al extender su fabricación a otro tipo de prendas y accesorios. Por último, en la actualidad, se apuesta por la masificación de estos diseños incluyendo productos sintéticos. En resumen, este breve ejemplo nos permite comprender que la variabilidad es lo que caracteriza a la cara más visible de la violencia especista. Se trata de prácticas violentas que hoy están y mañana no. Somos capaces de detectarlas con un mínimo de esfuerzo y atención. Y por ello existen mayores probabilidades de actuación para erradicarlas.

Observemos ahora la violencia especista menos visible. Para ello es necesario realizar un análisis diacrónico o longitudinal de los hechos. Es decir, analizaremos aquellos sedimentos o formas de la violencia especista que permanecieron estables e invariantes al paso del tiempo, modas y épocas, a través de los siglos y milenios.

Esta permanencia ya nos está indicando un dato importante: que hay prácticas de la violencia especista que se han vuelto resistentes al cambio y por tanto también a su detección. Esto se debe a que su poca variabilidad ayuda a crear una falsa naturalidad normalizando la violencia. Frases como “esto siempre ha sido así”, “es la naturaleza humana”, “deja las cosas como están”, dan muestra tanto de su naturalización como de su resistencia.

Ahora, ¿qué es lo que no varía y permanece estable a pesar del paso del tiempo, de los siglos y milenios? Volvamos al ejemplo catalogado “animal print”. ¿Acaso hemos dejado de utilizarles como vestimenta? De­safortunadamente no. Esto es lo que no varía. Profundicemos un poco más en este último aspecto. ¿Acaso hemos dejado de considerarles recursos para la vestimenta? Tampoco. Y es en este punto donde reside el verdadero problema al cual nos enfrentamos: consideramos a los demás animales como recursos al servicio de la especie humana. Esto es Especismo.

El Especismo es un quiebre moral que deja fuera de consideración a todo aquel que no sea humano a pesar de ser animal. El Especismo perpetúa la situación de inferioridad, servidumbre, esclavitud y muerte a la que se ven sometidos los demás animales con quienes compartimos planeta. Si el Especismo es considerarles inferiores, utilizarles es la Violencia Especista. ¿Vemos la diferencia? Cuando hablamos de Especismo hablamos de la mirada que tenemos de ellos y ellas. Cuando hablamos de Violencia Especista hablamos de las acciones que emprendemos en consecuencia. La violencia especista es la puesta en práctica del Especismo.

El Especismo es una distorsión de la realidad que configura vínculos de relación violentos con los demás animales. Especismo, Sexismo y Racismo no son derivaciones espontáneas de la naturaleza. Son fenómenos socialmente construidos.


La magnitud de la violencia especista presente en la actualidad da cuenta de una violencia social sin precedentes en la historia de la humanidad y del planeta Tierra. Millones y millones de animales no humanos son, día tras día, capturados, esclavizados, domesticados, confinados para su explotación, destruidos sus hogares y asesinados en masa. Y tal es la magnitud de sus devastadoras consecuencias que ni siquiera existen estadísticas precisas que demuestren el alcance global de este genocidio que he dado en llamar Especidio Antropocéntrico, el síntoma más brutal de la violencia especista.

EM: ¿Cómo podemos combatir la Violencia Especista?

RK: A lo largo del día, somos capaces de desarrollar un sinfín de actividades que comportan el ejercicio de la violencia especista. Sin embargo, en la mayoría de los casos no somos conscientes del alcance y el perjuicio que éstas prácticas acarrean para la vida de los demás animales. Esto se debe a que tanto el Especismo como su repertorio de conductas violentas es aprendido desde la más temprana edad a través de diversos procesos de socialización. Es lo que Samuel Guerrero Azañedo (2007) ha denominado “educación especista”. Tomar conciencia de la educación especista recibida es un paso clave para iniciar este proceso reflexivo de cambio de conciencia, adquirir autonomía en el pensamiento y fomentar nuestra capacidad crítica en la toma de decisiones.

La violencia especista es un fenómeno social muy complejo, milenario e imbricado en el entramado social. Para desactivarla será necesario emprender una multiplicidad de acciones. Establecer un detalle de técnicas

y estrategias de intervención social, sería materialmente imposible, vamos a intentar explicar a grandes líneas, algunos ejes centrales, escogidos al azar pero indispensables para reflexionar acerca de su erradicación.

A nivel individual, el primer paso consistirá siempre en replantearnos nuestra relación con los demás animales. Desde que nacemos nos educan en la empatía intra-especie (de humano a humano) pero no en la empatía inter-especie (entre individuos de diferentes especies animales). Esto se observa rápidamente si analizamos las emociones asociadas a los discursos especistas. Observaremos que la empatía intraespecie (entre humanos/as) es reforzada, mientras que la empatía interespecie es reemplazada mayoritariamente por una apatía emocional o, en el mejor de los casos, por un sentimiento de simpatía. Son muestra de este vacío emocional (el no ponerse en el lugar del otro/a) expresiones especistas tales como: “primero están las personas, luego los animales”, “¿por qué te preocupas por ellos cuando en África hay niños muriendo de hambre?”, “los animales no sienten”, etc.

Ahora, ¿cómo actuar cuando nuestro objetivo es generar campañas de intervención social dirigidas a un grupo, colectivo o comunidad? Uno de los presupuestos básicos en el abordaje de toda resolución de conflictos consiste en intervenir haciendo siempre el esfuerzo por evitar que un síntoma eclipse al problema de fondo. En este caso, deberemos ser capaces de hacer visible la raíz del problema (el Especismo) a través del síntoma (violencia especista) que estemos enseñando en ese momento a la sociedad. Vamos a verlo con un ejemplo que forma parte de la serie que defino como ‘Las metáforas del Agua’.

Supongamos que llego un día a mi casa, abro la puerta y la encuentro inundada. Automáticamente entro en estado de alerta. Por un momento me siento aturdida, confundida, de­sorientada. Con un signo de pregunta dibujado en mi cara, me dirijo habitación por habitación buscando una respuesta. Necesito comprender qué está pasando. Por fin doy con la raíz del problema: se ha roto la cañería del baño y el agua se ha esparcido por toda la casa. Con las emociones alteradas y a punto de ebullición, observo el estado actual de mi casa. El agua se ha filtrado en cada rincón y allí donde antes veía tranquilidad, ahora solo veo agua. Me cuesta asimilar lo que estoy viendo pero no puedo quedarme quieta por mucho tiempo porque el agua no deja de salir. Debo resolver el problema cuanto antes. ¿Qué hago? El fontanero/a probablemente tardará unos días en venir y necesitará tiempo para arreglarla. Sé que una vez lo haga, el problema estará resuelto. Un sentimiento de urgencia me invade. Ya no pienso en la cañería, el agua sigue saliendo y acapara toda mi atención.

Rápidamente salgo a la calle. Necesito encontrar gente que me ayude a sacar el agua, sola no puedo, hay demasiada… Vuelvo a casa y cada uno/a recibe un cubo para quitar el agua y entre todos/as comenzamos a quitarla. Por un instante saboreo el momento, pero el tiempo pasa y comienzo a observar que por más que quitemos el agua, la cañería sigue perdiendo. Y es entonces cuando empiezo a tomar conciencia de que mientras la cañería siga rota, persistirá el agua en casa. En otras palabras, no basta con quitar el agua.

Esto es lo que ocurre cuando intervenimos únicamente sobre los síntomas dejando a un lado la raíz del problema. Caemos en un círculo de nunca acabar. Dicho en otros términos, mientras exista el Especismo, la ausencia de Violencia Especista no será sinónimo de paz sino de un alto el fuego temporal.

Es en esta línea que Johan Galtung, un sociólogo internacionalmente conocido como “el padre de los estudios de la paz” (se atribuye que su obra representa por sí sola el 50% de los estudios para la paz), plantea que es necesario observar el conflicto en su totalidad para evitar una percepcepción limitada que ocasione un manejo inadecuado del mismo. Para Galtung no hay nada más práctico que contar con una buena teoría. Una teoría que permita observar no sólo la violencia sino también la posibilidad de justicia y de paz.

Son muchos los factores necesarios a tener en cuenta. Mi intención no ha
sido más que ofrecer unas pequeñas pinceladas sobre algunos aspectos cruciales que han de ser tenidos en cuenta para la creación de campañas de prevención e intervención social. Todos y todas desde nuestras propias profesiones y oficios, desde los diversos roles que ocupamos en el entramado social, podemos hacer algo por ellos y ellas, las víctimas del Especismo. Tenemos que profesionalizar el movimiento.

EM: ¿Qué papel ocupa el Veganismo?

RK: El Veganismo implica el comienzo de una revolución ética, la más grande en la historia de la humanidad.

Empezamos por incorporar un principio de igualdad para los seres humanos: más allá de nuestras diferencias formamos parte de un mismo círculo de consideración moral que incluye el derecho a la vida, a la libertad, a la autonomía, seguridad, integridad y dignidad, a ser escuchados/as y a no ser discriminados/as.

Un imperativo moral que establece la prohibición de la esclavitud, la trata y servidumbre entre humanos/as. En efecto, aún seguimos trabajando para romper las barreras de la de­sigualdad social.

El veganismo es el despertar de una nueva conciencia social que puja por crear una realidad pacífica e inclusiva. Si el Especismo lleva al camino de la Violencia Especista, el Veganismo lleva al camino de la no-violencia y cultura de la paz en las relaciones que establecemos con los demás animales con quienes compartimos planeta.

El Veganismo es un movimiento social emergente que pone en mesa de debate la desconsideración moral que los seres humanos tenemos hacia los demás animales y sus prácticas violentas. El Veganismo les incorpora dentro de su círculo moral y se manifiesta en defensa de sus derechos promoviendo los principios de respeto, justicia, igualdad, libertad y fraternidad para todas las personas, más allá de la especie animal a la que se pertenezca.

Los seres humanos, para vivir, ya no necesitamos hacer uso de los demás animales y por tanto nuestra actitud hacia ellos y ellas se ha vuelto una cuestión ética. Veganos y veganas de todas partes del mundo alzamos la voz con el objetivo de transformar una decisión ética personal al plano de los pilares morales que fundamentan la vida en sociedad. Abrazar el Veganismo conlleva dejar atrás muchos mitos, leyendas, creencias y saberes populares infundados que nos fueron transmitidos época tras época. El Especismo implica ver la realidad a través de un prejuicio. El Veganismo implica superarlo.

El veganismo no es una moda ni un estilo de vida, como no lo es dejar de ser racista o sexista. El Veganismo es una nueva forma de ver el mundo y de vivir acorde a ella. Una fuerza social en constante expansión que puja por un cambio de valores y de paradigma. La Violencia Especista no es nueva, forma parte de un legado milenario. Lo nuevo es reconocerla. Como dice Carl Jung “quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia dentro despierta”.

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